El dibujo se basa en una sesión de fotos en su estudio. Guardapolvo blanco sobre blusa oscura, la mirada puesta en algo que el espectador no ve, pero intuye: una obra pictórica. La revelación del billete de 200 soles que destaca a Tilsa Tsuchiya (1928-1984) ha generado un nuevo interés en la pintora peruana: los que la conocen, aplauden; los que no, aprenden. En cualquier caso, es excusa para conocer más de la historia del arte del Perú y, también, del mundo, donde su obra es valorada.
Que su cuadro “Tristán e Isolda” (1975) fuera subastado en 2022 por la casa Sotheby’s de Nueva York a 882.000 dólares (aproximadamente 3.3 millones de soles), el precio más alto pagado por cualquier obra de arte peruana, confirma el interés por el corpus de la pintora nacida en Supe (Barranca, Lima), hija de un inmigrante japonés y una peruana de ascendencia china. En 2021 fue elegida como la Artista del Bicentenario en una encuesta elaborada por este diario con 55 menciones, por encima de José Sabogal (42), Jorge Eduardo Eielson (39), entre otros.
“La atmósfera insólita donde nacen las pinturas de Tilsa Tsuchiya se evidencia en el variado espectro de seres que habitan sus telas, y también en la cualidad del medio en que se sitúan. Personajes y objetos, conservan en raros casos -una garrada, un limón- la cercanía tenue de su origen terreno”, dijo en los años 80 el crítico peruano de arte Carlos Rodríguez Saavedra. Pero, hoy en día ¿Por qué es importante la obra de Tilsa Tsuchiya?
“Es histórica y artísticamente importante. Históricamente, tiene que ver con la época de oro de la Escuela Nacional de Bellas Artes y también con el clarísimo surgimiento de una artista mujer en el panorama de las artes en el Perú”, contó a El Comercio Jorge Villacorta, curador y crítico de arte peruano. “En términos artísticos su pintura es, casi podríamos decir, el decantamiento de la mejor tradición de asimilación de principios europeos en la pintura peruana, representada por Carlos Quizpez Asín y Ricardo Grau, que fueron sus maestros, y por otro el fantástico desarrollo de la lectura de Tilsa del arte universal, desde lo gótico hasta la pintura china y el grabado japonés”, agregó. Villacorta resaltó a Tsuchiya por surgir como una figura independiente, algo que, tal vez, la hace singular en términos históricos.
Una de las obras iniciales de Tsuchiya es “Cementerio” (1958). En ella, dos figuras sentadas miran al espectador. Una de ellas con las manos juntas, como rezando, de rostro inescrutable; la otra, con la mano en la cara, sea por cansancio o pena. Los azules y rojos, extremos del espectro de emociones. La obra se encuentra en la Pinacoteca Municipal Ignacio Merino del centro de Lima, donde puede ser apreciada por cualquier persona. Mary Takahashi, responsable de la pinacoteca, contó que a Tsuchiya se le identifica más dentro de la tendencia del surrealismo, con elementos mitológicos que marcan “un punto importante dentro del arte peruano, a través del cual ella se consagra como una de las figuras principales”.
¿Que el rostro de Tsuchiya esté en el mencionado billete traerá un interés renovado hacia ella y su obra? Takahashi cree que sí, pero Villacorta es escéptico. “No creo que un billete pueda lanzar a la fama a alguien. Se necesita mucho más, es imposible, tendría que haber una campaña cultural; la gente se preguntará quién es Tilsa Tsuchiya, pero hay que ver cuánta gente ve un billete de 200 soles. Pero un billete no es una vía para crear una curiosidad genuina con respecto a un personaje, menos una pintora.”