Sentados en una mesa del bar Juanito de Barranco, un grupo de jóvenes artistas, liderados por Fernando Zevallos, daba forma —entre butifarras y cervezas— a un proyecto que nació como protesta ante la tristeza imperante de la década de los 80: La Tarumba. Inspirado en los circos itinerantes de Alfonso Ugarte y los shows circenses de la Carpa Grau, la cuna de este peculiar circo se sitúa en las calles de Lima, aunque su hogar siempre será la gran carpa que se alza entre el jirón Leoncio Prado y la avenida Paseo de la República.
“Al comienzo solo teníamos esperanza y fe. Empezamos en las calles, nos expandimos a los barrios, conseguimos entrar a los colegios, luego vino el teatro y el ritmo. De pronto, pasaron 40 años y nos encontramos viviendo un sueño forjado con disciplina y constancia”, menciona Zevallos en una entrevista con El Comercio.
El paso del tiempo parece no afectar a La Tarumba luego de cuatro décadas. La esencia teatral y la sonoridad que emana de su propio nombre siguen perennes, al igual que su filosofía de defender la vida y democratizar la felicidad. “Crear un proyecto como este era nuestra forma de ser contestatarios en tiempos de violencia, de poder decir que todos tenemos derecho a sonreír y ser felices”, enfatiza Zevallos, quien desde aquel 12 de febrero de 1984 —fecha de fundación del circo— no encuentra otro motivo más que brindar alegría a través de actos circenses irrepetibles.
Durante estos años, el proyecto tuvo grandes momentos. Su primer show en el extranjero en 1986, durante un festival en Argentina. Dejar las plazas, parques y calles para encontrar su hogar en una esquina de Miraflores en 1992. Conseguir su primera gran carpa en 2003 y presentar un espectáculo como siempre soñaron desde jóvenes, entre otras experiencias que solo incrementan la altura de una valla que cada vez deben superar.
Un gran homenaje
Cada show de La Tarumba requiere una exhaustiva investigación del tema que se va a realizar. Luego se procede a transportar este tópico a un espectáculo circense, con malabaristas, actos de riesgo, comedia y una historia para contar. Sin embargo, para este nuevo número el proceso fue diferente.
“Fue paradójico, el tema éramos nosotros mismos. No hicimos la revisión que hacemos todos los años, sino que nos preguntamos ‘¿Por qué seguimos haciendo esto?’. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que lo hacemos por amor, por cariño y por otros tantos quereres que nos impulsan”, explica Zevallos. “Es por ese amor se expandió a otros, desde los primeros que nos vieron, hasta un nuevo público curioso e interesado por ver que cosas nuevas podemos hacer”, agrega
En “Quereres”, el elenco cuenta con más de 35 artistas internacionales y nacionales. Además, se mantendrá la banda en vivo liderada por Amador “Chebo” Ballumbrosio. El espectáculo presentará escenas inéditas y acrobacias acompañadas por los clásicos payasos. Y, por primera vez en su historia, La Tarumba viajará, al finalizar la temporada en Lima, a Trujillo y Arequipa.
Cualquier nuevo camino que emprenda esta compañía circense vinculada a las tradiciones peruanas, las costumbres familiares y que busca mantener el buen animo aún en tiempos difícil, es un paso que los acerca cada vez más hacia una meta que nunca llegarán a alcanzar, pero que creen fervientemente, que vale la pena, pues todos necesitan un momento para disfrutar.
Sentado ahora sobre el éxito que ha labrado La Tarumba a lo largo de sus 40 años, Zevallos, con energías renovadas, siente el deber de transmitir todos sus conocimientos aprendidos desde que su sueño del gran circo aún no tenía una carpa, ni una gran acogida a nivel nacional. Mientras eso ocurre, la entrañable casona colorida acogerá nuevos rostros que compartan la misma filosofía de repartir alegría con su público.
“Es momento de dar la posta a los más jóvenes. Seguramente, el próximo año nos harán babear de la emoción porque veremos a los nuevos directores y actores que traerán temas frescos, siempre respetando la esencia de nuestro legado. Y no hay por qué temer, pues La Tarumba siempre será La Tarumba”, concluye.