A diferencia de muchas otras culturas del Antiguo Perú, la de los vicús no ha sido estudiada lo suficiente. En parte por los saqueos sufridos en los años 60, de naturaleza irreversible; pero también porque la mayor parte de trabajos arqueológicos en el Perú se concentraron en la costa entre Áncash y Lambayeque, por su mejor preservación y su accesibilidad a la ciudad.
En cambio, en la costa norte de Piura, donde se asentaron los vicús a partir del 150 a.C., no ha habido demasiados trabajos desde los años 80. Y es allí donde concentró su atención el arqueólogo Hugo Ikehara, curador de la exposición “Mundo Vicús: muerte, transformación y vida”, que actualmente se puede visitar en el Museo Central (MUCEN) del Banco Central de Reserva del Perú.
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“La historia del MUCEN está muy ligada a la colección vicús”, sostiene Ikehara, quien explica que a lo largo de las décadas el museo logró rescatar piezas muy valiosas, comenzando por la colección formada por Domingo Seminario, luego con la donación de la Colección Hugo Cohen, y más recientemente con el comodato recibido de la Colección James McDonald Checa. En total, son alrededor de 1.500 piezas las que por fortuna se han podido preservar.
DESPUÉS DE LA MUERTE
“Mundo Vicús” es una muestra compleja y ambiciosa, que el propio Ikehara sugiere visitar siguiendo el recorrido planteado para poder entenderla en toda su dimensión. Aunque el curador afirma que hay múltiples interpretaciones válidas sobre esta cultura del norte del país, la que él desarrolla en base a sus exploraciones tiene que ver con sus costumbres funerarias, y por ende con su particular concepción de la vida y la muerte.
“Yo trato de regresar las piezas a su contexto funerario original y lo que exploro es cómo estas comunidades vicús las concibieron como parte de una transformación que sufre el fallecido dentro o debajo de la tierra”, explica el arqueólogo. “Todas tienen cierto parecido o son una mímica de las madrigueras animales. Y ellos quizá pensaban que estos cuerpos se transformaban bajo el suelo. Es decir, eran seres que entraban por los pozos hechos por humanos, pero salían por los pozos construidos por los animales, para regresar a la superficie a vivir con sus descendientes”, agrega.
NI INCAICOS NI COSTEROS
Ikehara también es enfático en señalar que dicha idea nada tiene que ver con referencias incaicas. “No tendría por qué tenerlas –aclara–. Hay una distancia temporal inmensa entre los vicús y los incas. En cuestión de tiempo, los incas están mucho más cerca de nosotros que de los vicús. Tenemos que sacarnos la idea de que podemos utilizar la etnografía tardía andina para interpretar cosas muy lejanas en el pasado. Y por eso queremos ofrecer una visión distinta del pasado andino”.
En esa línea, el curador de la muestra destaca otro detalle a veces ignorado: “Los vicús eran más cercanos socialmente a las comunidades de Ecuador que a las de la costa norte del Perú. El problema es que las fronteras políticas contemporáneas nos limitan la forma de entender estas comunidades antiguas”.
Y es con ese propósito también que se desarrolla esta muestra: con el ánimo de derribar mitos y prejuicios, de darle una vuelta a aquello que se suele dar por sentado. “Al menos para mí, ha sido refrescante entender a los vicús de esta forma”, agrega Ikehara.
LECCIONES DEL PASADO
Un último apunte sobre “Mundo Vicús” es su inesperada relevancia para el Perú actual. ¿Cómo es que una cultura de hace más de 2.000 años nos interpela respecto a los problemas de hoy? “Las preguntas que nos genera la observación e interpretación de los vicús nos fuerzan a entendernos a nosotros mismos, porque nos obligan a darnos cuenta de que muchos paradigmas que manejamos quizá no sean universales”, afirma Ikehara.
“En este momento en que todo el país y el mundo anda peleándose, nos damos cuenta de que estas disputas no se tratan necesariamente sobre quién tiene la verdad, sino sobre cómo tomamos posiciones y sobre lo difícil que es entender por qué otras personas piensan así o asá. Entonces tal vez este tipo de exhibiciones sean una invitación para esforzarnos en entender a ese otro. Una forma más sencilla que entablar una discusión política en el presente”, advierte.
“Y por eso digo que estas exhibiciones de arte antiguo no son nunca una pérdida de tiempo”, remata el curador. Una lección muy actual que nos llega desde fuentes milenarias.
Lugar: Museo Central (MUCEN). Dirección: Jirón Lampa 474, Lima. Temporada: hasta el 20 de noviembre. De martes a domingo de 9 a.m. a 5 p.m. Ingreso libre, previa reserva en https://www.bcrp.gob.pe/museocentral/reserva-tu-visita.html