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El Perú y su choledad se reflejan en "Atavíos", muestra de Reynaldo Luza
Czar Gutiérrez

Orfebrería telar que envuelve, ilumina y echa sombras. Que la dama se vista de seda, en este caso, sí importa. Tanto como sus facciones eslavas súbitamente envueltas en un traje laboriosamente fabricado en telares de Ollantaytambo. Eso tiene que ser llamativo. ¿Y qué tal aquella señorita de fisionomía más cercana al Cáucaso que al lago Titicaca, posando toda ella con pollera, chullo y lliclla? Allí hay, por lo menos, un intercambio de simbologías dignas de poner sobre el tapete.

El desfile, de apariencia frívola, adquiere notoriedad cuando aparece Doris Gibson, musa insurrecta de nuestros revulsivos años cuarenta. Imbatible ‘femme fatale’ en díscolo guiño a la tapada limeña, desde un balcón ensaya su clásica mirada letal. Todo un banquete para el lente de Reynaldo Luza (Lima, 1895-1978), ilustrador, pintor, dibujante, diseñador de interiores, vestuarista de cine, gurú de la moda y fotógrafo de disparo más que certero: con su Rolleiflex llegó hasta las páginas de "Vogue" y "Harper’s Bazaar".

—Identidad y metáfora—
Todo un festín también para Gustavo Buntinx y Carlos García Montero, curadores que organizan la muestra “Atavíos” desde una oposición. “A partir del contrapunto deliberado de trajes característicos que son exhibidos sobre cuerpos visiblemente ajenos a la tradición identificada con esas vestimentas”. También informan que Luza trabajó esta colección fotografiando a sus musas en París y las islas Baleares (1930) y en Arequipa y Lima (1950). El telón de fondo local varió de la casona neocolonial de la familia García Montero a la arquitectura rural del indigenista Enrique Camino Brent, gran amigo de Doris.

Los iniciados advertirán en el conjunto algunas exploraciones precursoras, especialmente en la obra de Juan Manuel Figueroa Aznar (1878-1951) y José Francisco Domingo Laso de la Vega y de los Ríos (1823-1869). Pero, claro, todos los caminos conducen al puneño Martín Chambi (1891-1973). De todo lo cual beberá el indigenismo, especialmente sensible en su denuncia a lo asimétrico que resulta leer la epidermis nacional. Es cuando los peruanos nos dividimos en segmentos tan tristes como irreconciliables.

Con semejantes antecesores, las revelaciones del archivo Luza se hacen más nítidas y frontales: mujeres “blancas” travestidas con la elegancia de pobladoras altoandinas. Es en ese choque visual donde estalla la metáfora, constructo cultural rico en interpretaciones que viajan de la diversidad racial al cosmopolitismo por defecto. O, como apuntan los curadores, “el concepto del estilo y de la moda se integra a una formulación mucho más compleja, casi filosófica, sobre cierto mestizaje nuevo en nuestra cultura tan diversa. El postulado de una construcción cultural paradójica, raigal y cosmopolita al mismo tiempo”.

—Laberinto y choledad—
Si la literatura hibridó, por ejemplo, en las novelas de Arguedas, en las alegorías del uruguayo Galeano o del argentino Walsh, fotográficamente la alteridad se fue organizando desde el lente de notables coetáneos, a saber: la italiana Tina Modotti (1896-1942), los norteamericanos Carl van Vechten (1880-1964) y Edward Weston (1886-1958). La identidad racial perfectamente alineada en sus contrastes. Los cuerpos son ajenos a la tradición que los envuelve. Ellas no están vestidas, están cubiertas de ropajes. Toda una parábola de apariencias, exterioridades y atavíos.

Que la dama se vista de seda, entonces, sí importa: añoranza señorial, anacronismo, puesta en escena y algo de sobreactuación. Los disparos del fotógrafo funcionando como variantes en blanco y negro del desencuentro diario de una población cuya pigmentación cutánea sigue haciendo la diferencia. El Perú y su choledad, ese galimatías que nos persigue como una maldición.

MÁS INFORMACIÓN
​Lugar: Galería del Centro Cultural El Olivar. Dirección:
Calle La República 455, San Isidro. Inauguración: Jueves 7 de setiembre. Hora: 7:30 PM. Ingreso: Libre.

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