El primer hombre no fue hombre, fue mujer: Kaametza, nacida de un relámpago en la copa de un árbol de pomarrosa, crea al hombre a partir de una costilla que se arranca para defenderse del ataque de un otorongo. Sobre la sangre derramada del felino muerto, flujo sagrado en dimensión menstrual, Kaametza se abre el vientre para que Narowé ingrese al claustro y lo fecunde. Narowé entra como un río que penetra a otro río. Suena como una tempestad y funde su cuerpo en la corriente. Entonces Kaametza arde entre dos mediodías. Y hacia el crepúsculo cae mezclando su luz blanca con la sangre del cielo.
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Más o menos así es la narración oral de los Shirimiare que explica el nacimiento de la nación Campa. Y así de líricas también pueden ser las versiones que se ensayen a partir de ella, especialmente si caen en la pluma fuente de César Calvo, poeta nacido en Iquitos cuya estela crece y se expande a partir de “Las tres mitades de Ino Moxo y otros brujos de la Amazonía”, novela publicada en 1981 y con eco en la obra de artistas plásticos como Silvana Pestana (Lima, 1967), que vuelven a beber de ella y replantean su mirada hacia la jungla y sus misterios.
ESCAMAS Y CENIZAS
Porque eso y no otra cosa es la muestra “También el tiempo era ceniza”, un conjunto de grabados que dialogan con el videoarte y el collage musical para imbricarse en torno a las culturas originarias de la espesura. Allí está la mitología que trajeron los españoles con la conquista de América y el intento jesuita de extirpar su herejía. He allí el acordeón de 18 caras desplegado sobre una mesa para replicar el Génesis, según el nigromante Robert Fludd, representado como un proceso alquímico en el que dios funciona como un depurador de metales y generador del caos a partir de tres elementos primarios: luz, oscuridad y agua.
Y el agua como origen para la creación de una cosmovisión amazónica que cuestiona el dogma cristiano de la concepción del mundo a partir de la sumisión de lo femenino sobre el corpóreo masculino dominante. Precisamente a partir de su videoperformance “El primer hombre no era hombre”, Pestana instrumentaliza el relato de Calvo para revertir el enfoque bíblico patriarcal sobre el misterio de la creación de la mujer a partir de su propio hueso intercostal. El desplazamiento ocurre sobre un paisaje repleto de guijarros y sin cartografía reconocible, excepto el mar (y la palabra 'agua' detenida en un contenedor, arqueología de la sed).
El paiche, ese viejo y longilíneo habitante ribereño de talante prehistórico, vuelve a aparecer en la obra de una artista cuya obra está tachonada de escamas: instalaciones, murales y vestidos inspirados en las antiguas culturas prehispánicas peruanas reciben como barniz la piel de ese pez que parece navegar contra todas las corrientes evolutivas y, hay que decirlo, también depredadoras. En la pared, mientras tanto, navegan nueve dibujos representando la combinación de la música de las esferas y los cantos chamánicos, esto para contrastar dos músicas sacras en tensión, dos cosmovisiones en forma de constelaciones enfrentadas. Y, como complemento sensorial, un audio con la música de las esferas y el cancionero que invoca a los ícaros.
FIAT LUX
Graduada por la Rhode Island School of Design y directora de arte de más de una agencia de publicidad neoyorquina, la prolífica Silvana Pestana acaba de quedar finalista en el premio Arte Laguna de Venecia y se dispone a exhibir sus obras bajo el Rialto. Antes de lo cual prefiere cerrar el círculo con esta muestra donde, dice, “el hombre que no es hombre encuentra lo que busca”. Se refiere a la operación simbólica que enfrenta a Kaametza con los restos óseos de un abdomen varado en el desierto, al que fecunda.
Todo termina en torno a una gran olla ceremonial con los ingredientes para la toma de la ayahuasca sometidos a esa alquimia que transforma materia orgánica en metal precioso. La hoja de chucruna trasvasada al cobre, la liana del yagé brillando como el oro. O la electricidad. Por eso del primer contacto entre Kaametza y su amado saltó una chispa. Y cuando el gozo fue simultáneo se encendió la luz en la galaxia.
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Lugar: Icpna de Miraflores. Dirección: Av. Angamos Oeste 160. Horario: de martes a domingo, de 11 a.m. a 8 p.m. Hasta el 14 de mayo. Ingreso: libre.
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