Cuando Yvonne Von Mollendorff llegó al Perú, de la mano de su esposo el destacado artista multidisciplinario Rafael Hastings, se convirtió en bailarina solista del Ballet Nacional, luego en coreógrafa y maestra. A mediados de los ochenta formó su propia compañía y desde el 2009 organiza el Festival Internacional de la Escena El Arte del Sol, evento que busca descentralizar las manifestaciones artísticas y llevarlas fuera de Lima.
Cuando Yvonne Von Mollendorff llegó al Perú, de la mano de su esposo el destacado artista multidisciplinario Rafael Hastings, se convirtió en bailarina solista del Ballet Nacional, luego en coreógrafa y maestra. A mediados de los ochenta formó su propia compañía y desde el 2009 organiza el Festival Internacional de la Escena El Arte del Sol, evento que busca descentralizar las manifestaciones artísticas y llevarlas fuera de Lima.
Diana Mery Quiroz Galvan

Aunque nació en Islandia, lleva casi 50 años viviendo en el Perú. Aquí ha desarrollado una fructífera carrera como bailarina, coreógrafa y maestra de danza, disciplina que inició en su país natal bajo una rigurosa formación clásica. De aquella primera época recuerda un episodio que la marcaría para siempre. Tenía ocho años cuando junto a sus compañeros de la escuela de ballet de la Ópera de Berlín participó como paje de la corte en “La bella durmiente”. Al término del segundo acto todos los habitantes de la aldea caían bajo el hechizo de la bruja. Su grupo debía hacer una ronda y permanecer recostado hasta que el tercer acto empiece. La larga espera hizo que la pequeña Yvonne se quedara dormida de verdad. Al abrir los ojos quedó maravillada al darse cuenta de que estaba en un castillo lleno de rosas y frente a ella el príncipe besaba a Aurora. “Fue realmente un cuento de hadas. En ese momento me di cuenta de la magia potencial que tiene el escenario. Es ese tipo de magia la que sigo buscando”.

En la década del sesenta, ya con una carrera en ascenso en el baile, conoció en Bruselas al peruano , importante artista multidisciplinario -incursionó con éxito en la pintura, el dibujo, el cine, la performance, la coreografía y la poesía-, que por entonces destacaba en Europa. Se casaron al poco tiempo y tras vivir siete años en el Viejo Continente se trasladaron a Lima con su hija Aiñari en brazos. El año pasado, a inicios de las restricciones por la pandemia, su compañero falleció y aunque el dolor de la pérdida aún permanece, la danza de la vida continúa. En esta entrevista la reconocida coreógrafa comenta los lazos artísticos que la unen a su esposo, la edición virtual del festival que promueve desde hace 11 años y la necesidad de los bailarines de volver a los escenarios.

2016: Yvonne Von Mollendorff observa una gigantografía de una exposición de su esposo en que la que él aparece de joven  en una galería de París. Aquel afiche fue parte de la exposición Rafael Hastings:  El futuro es nuestro y/o por un pasado mejor (1983 – 1967).
2016: Yvonne Von Mollendorff observa una gigantografía de una exposición de su esposo en que la que él aparece de joven en una galería de París. Aquel afiche fue parte de la exposición Rafael Hastings: El futuro es nuestro y/o por un pasado mejor (1983 – 1967).

¿Cómo vivió el choque cultural al llegar a Perú?

Mi familia en Europa todavía me pregunta cómo es vivir aquí. Es sumamente diferente, pero es muy difícil de explicar. Rafael tenía una relación muy fuerte con el Perú, con la historia, los paisajes, la arqueología. Y esa sensación me la pasó directamente, me entró por la vena a tal punto que ahora yo nunca más quisiera vivir en Europa, no hay forma. Debo decir que el peso que tiene aquí el mundo anterior a la conquista es enorme. Creo que los peruanos quizás ni se dan cuenta, pero acá el pasado es muy fuerte. Y es maravilloso. Porque no es una historia pequeña.

Como artistas, imagino que usted y su esposo se retroalimentaban. En su obra pictórica él daba mucha importancia al movimiento. ¿Trabajaron algún proyecto juntos?

Sí, él hizo algunas coreografías y performances conmigo y otros sin mí. Pero siempre hemos respetado los espacios. He compartido con Rafael 54 años, hemos crecido juntos en todos los sentidos. Él me ha ofrecido y mostrado el Perú que él entiende y que ama. Me ha enseñado a mirar el horizonte y también la verticalidad de este país. A través de los años hay una fuerte retroalimentación, queramos o no. Se nota en la teatralidad que está muy presente en la obra de Rafael, en su poesía, en sus dibujos. Y quizás en mí, se nota en la aparición de textos coreográficos en mi trabajo. En la prevalencia que yo le doy en mis coreografías a las imágenes. Muchas veces empiezo con ellas en mi trabajo y es como si usara el proceso del pintor, pero al revés. Empiezo con la imagen y la pongo en movimiento. Con Rafael fue al contrario, él empieza con movimiento y congela la imagen.

A un año de la muerte de su esposo ¿ha pensado en alguna forma de rendirle homenaje público?

Hace poco se realizó una iniciativa muy linda por parte del Consejo Nacional de Danza. Me invitaron y fue curioso porque es una entidad dedicada a la danza la que le rinde tributo a un pintor. Se habían dado cuenta que Rafael trabaja mucho con el movimiento, sus cuadros de alguna manera se nutren de la teatralidad de actores y bailarinas. Se hizo un conversatorio con ocho invitados sobre su vida y obra. Está en You Tube y la página del consejo.

¿Y un homenaje suyo, más personal?

En estos momentos es sumamente difícil hacerlo, pero me encantaría hacer una exposición grande en algún lugar significativo. Él también tiene un poemario exquisito que se llama “Cabeza Trofeo. Está listo para imprimir y tiene inclusive una introducción de Ramón Mujica. Pero ¿cómo hacerlo en este momento cuando muchos están quebrados o cerrados?

En unos días se inicia el Festival El Arte del Sol. ¿Cuáles fueron sus motivaciones para organizar el festival en Máncora?

Empezó en el 2009. Me interesa mucho la descentralización, es lastimosa la manera en que se llevan a cabo los festivales, como si Lima fuera el ombligo de todo. Hay un olvido enorme de lo que pasa fuera de esta ciudad. Creo que no hay una conexión, salvo a través de un escritorio. Y eso nunca llega a ser real. Tengo una casa allá y me entró la curiosidad de saber cómo es la vida en el pueblo de Máncora. Esto coincidió con un momento en que el Ministerio de Educación me había convocado para dar clases de capacitación a promotores culturales. Yo dirigí ese programa al norte, a Piura, y ahí nació el festival. Pensé que si se hacían talleres más vale mostrar lo que se ha aprendido, así que hicimos un festival de artes escénicas, de música danza y teatro. Esta es ya la onceava edición que por desgracia y debido a las circunstancias que vivimos será virtual.

¿Quiénes participan en el festival?

Tuvimos el apoyo del Ministerio de Cultura a través de un programa que se llama Beneficiarios de la Línea de Ayuda Económica para el Sector Cultura. Esto me ha facilitado invitar a doce grupos de siete países distintos que presentarán su obra por video y entrevistas con sus directores. Son tres programas, del 18 al 20 de marzo. Hay una segunda parte del festival en la que queremos llevar los videos a Máncora de manera presencial. Esperamos que pueda ser en abril. Allá en Máncora se ha construido un teatro grande al aire libre con dinero de la municipalidad. Es importante mantenerlo vivo.

¿Usted presentará alguna coreografía?

Estoy precisamente viendo una que se llama “Gárgolas”. Es una obra hecha directamente para la cámara, nunca lo había hecho antes. Es interesante porque me obliga a pensar al revés. Está inspirada en este año de pandemia. Es una pieza que he creado para cuatro bailarines que no van a bailar, que solamente hablan y dicen lo que van a hacer. Describen en palabras lo que hace un bailarín. Si tengo suerte quiero lanzarla en el mismo festival, pero aún estamos editando.

En alguna entrevista dijo que le interesa el sonido de las palabras, la voz como música. Es lo que aplicó en “La nada”, hace algunos años. ¿Continuará con esa exploración en “las gárgolas”?

En realidad, empecé a trabajar con textos en el 95 más o menos. Las palabras me interesa a veces como sonido solamente y a veces como musicalidad. En el caso específico de “Gárgolas” me interesa el contenido, lo que específicamente dice el texto.

En Barranco, dentro de la casa de la coreógrafa Von Mollendorff se respira arte. Lleva casi medio en el Perú y ha aprendido a querer su historia y a  su gente, pero también la luchar contra las adversidades que ha encontrado en el país que la acoge.
En Barranco, dentro de la casa de la coreógrafa Von Mollendorff se respira arte. Lleva casi medio en el Perú y ha aprendido a querer su historia y a su gente, pero también la luchar contra las adversidades que ha encontrado en el país que la acoge.

¿Qué opinión le merece la actual situación de la danza en el Perú?

La gente habla mucho del turismo, de los peluqueros o de los futbolistas que no pueden trabajar por la pandemia, pero parece que nadie se ha dado cuenta que el bailarín que no se entrena en un espacio deja de serlo, pierde su oficio. Eso es muy grave, nosotros somos como los deportistas, no podemos entrenar en la cocina o en la sala, necesitamos un espacio. Los bailarines estamos como panteras enjauladas, no podemos ganar un centavo. Es tremendo ver cómo nos las tenemos que arreglar para dar clases virtuales, recurriendo al video y al Zoom. Es triste ver esto.

Esto parece confirmar que el arte no es prioridad para el Estado.

La verdad que yo no lo entiendo. A pesar de tener un ministerio propio, el arte está muy maltratado. Pero igual, yo agradezco el apoyo que nos están dando para por lo menos realizar el Festival El Arte del Sol, aunque no nos deja dinero podemos difundirlo y no perder el público que hemos ganado en estos años.

Por el momento la virtualidad es la mejor alternativa.

Los artistas necesitamos regresar al escenario. La dinámica de las artes escénicas no se condice con el video. La magia del escenario, la comunicación personal, los silencios, no se pueden dar por video, ese es otro rubro.

¿Cree usted que la danza tiene ya un público cautivo?

Creo que las artes que están en cierto nivel nunca van a ser populares. No podemos esperar eso. Nunca fueron y creo que nunca lo van a ser. El arte es un sector que debe contar con cierta disponibilidad del público. Un concierto, un espectáculo de danza no es un alimento fácil. Pienso que las artes finalmente son una expresión del ser humano, un esfuerzo por salir solo de la supervivencia.

Más información:

El Festival Internacional de la Escena El Arte del Sol se presenta durante tres días: el 18, 19 y 20 de marzo, a las 7 p.m. Puede verse a través del Facebook del festival y en el canal You Tube Otro Cuerpo.

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