El año pasado, por los 200 años de la batalla de Secchapampa, se levantó este monumento a Basilio Auqui y los morochucos en el distrito de Chiara, Cangallo (Ayacucho). (Foto: Andina)
El año pasado, por los 200 años de la batalla de Secchapampa, se levantó este monumento a Basilio Auqui y los morochucos en el distrito de Chiara, Cangallo (Ayacucho). (Foto: Andina)
Héctor López Martínez

Desde 1814 los morochucos de Pampa Cangallo dieron infinitas muestras de su amor por la libertad y a lo largo de los años hasta el día mismo de la batalla de Ayacucho, lucieron su habilidad de jinetes avezados, guerreros indómitos y patriotas ejemplares prestando valiosísimos servicios a la causa de la independencia. Destacó por su valor y sagacidad Pablo Basilio Auqui Huaytalla, nacido en Cangallo alrededor de 1750. Pese a sus muchos años, Basilio Auqui era tenido como uno de los jefes más importantes de las partidas guerrilleras de morochucos. Venciendo mil obstáculos, el veterano luchador había formado un escuadrón de jinetes pampinos en el que enroló como oficiales y soldados a uno de sus hijos y siete de sus nietos. Con ellos participó en casi todas las acciones contra los realistas siempre con ánimo invicto y sin que los inevitables contrastes parecieran afectarlo.

Mandaba las fuerzas realistas acantonadas en Ayacucho el general José Carratalá, famoso por sus drásticas decisiones. En 1821, mientras destacamentos realistas salían desde Huamanga para “buscar y aniquilar morochucos”, Basilio Auqui, siempre alerta, buscando la forma de contrarrestar la acción del enemigo, concentró en su campamento de Cangallo a todos los animales de labranza de los alrededores y, como buen conocedor del terreno donde actuaba, dio orden de barbechar y mover la tierra de un lugar denominado Succha, para luego desviar un riachuelo y formar con sus aguas un extenso pantano disimulado con arbustos y malezas. Los realistas, una mañana de noviembre de 1821, llegaron a las proximidades de Succha y al ver solo a unos 400 jinetes morochucos armados únicamente con hondas y cocobolos, decidieron atacar de inmediato.

La disciplinada caballería realista se dividió en dos escuadrones aprestando lanzas y sables y a la voz de su jefe cargaron a carrera tendida. Auqui y sus hombres, con gran serenidad, permanecieron en actitud de espera viendo como el enemigo penetraba en el pantano cayendo entre el fango caballos y jinetes. A una señal de Basilio Auqui, su gente, con certeros disparos de honda, comenzó a dar cuenta de los soldados realistas. Los que no fueron ultimados a pedradas cayeron prisioneros y luego se les ahorcó o degolló. Solo unos pocos lograron escapar llevando la noticia de su derrota a Huamanga.

Esta hazaña de Basilio Auqui fue ocasión para que Carratalá redoblara sus esfuerzos para capturar al caudillo morochuco vivo o muerto. Puso alto precio a su cabeza y, de tal suerte, la codicia y la traición acabarían con el anciano patriota. Basilio Auqui era propietario de numerosas bestias cerreras que alquilaba para las trillas de grano, dirigiendo muchas veces personalmente los trabajos. Con tal motivo fue contratado junto con sus familiares para trabajar en el fundo Cabrapata, en las cercanías de Huamanga. Sin sospechar la felonía de la que sería víctima y al no haber concluido su tarea en el mismo día que se le propuso, él y sus hombres se quedaron a dormir en el fundo. El traidor, llamado Quinto, marchó a la ciudad apenas se retiraron a dormir los morochucos y se presentó ante Carratalá, quien de inmediato dispuso que un destacamento de soldados sorprendiera a Basilio Auqui y a su familia. Tomados prisioneros fueron conducidos al cuartel de Santa Catalina, en Huamanga.

Al punto se les instruyó juicio sumarísimo siendo condenados a la pena de muerte. La ejecución se llevó a cabo en la Plazuela de la Iglesia de Santa Teresa. Antes de ofrecer serenamente su pecho a las balas del pelotón de fusilamiento, Auqui pidió ser el primero en morir, no obteniendo tal gracia. Con estoicismo admirable vio caer a sus nietos y a su hijo. Finalmente rindió también la vida sin que hubieran conseguido hacerle abjurar de su fe en la libertad. No existen testimonios irrefutables de la fecha en que se produjo la ejecución de Basilio Auqui y los suyos. Se acepta que fue el 5 de mayo de 1822. La tradición recogida por Carlos Mendívil recuerda que Basilio Auqui, luego de escuchar la sentencia, dijo: “Nosotros luchamos por tener lo que tienen las aves, esa libertad de volar en el espacio. ¡No sabemos de traición! ¡Comprendo mi sacrificio! Por eso he ordenado seguir luchando ¡hasta el fin! e internar lejos el ganado que pueda servir a los ejércitos patriotas”.

En 1971 el busto de Basilio Auqui fue colocado en el Panteón de los Próceres. Por ley N°31491 del 9 de junio del presente año se declara Héroe y Mártir de la Independencia del Perú a Pablo Basilio Auqui Huaytalla. Se dispone, además, se realicen las actividades históricas y culturales pertinentes para divulgar el heroísmo de los patriotas morochucos, en general, y de Basilio Auqui, en particular.

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