Las discrepancias pueden estar ahí, pero difícilmente podría ponerse en duda que Martin Scorsese es uno de los tipos que mejor entiende el cine en toda su amplitud y complejidad. Y fue él quien este año abrió uno de los debates más interesantes de la agenda cinematográfica, cuando apuntó toda su artillería contra el aplastante aparato de superhéroes –sobre todo los de Marvel– que en los últimos años ha copado la pantalla.
“He intentado ver algunas películas. Pero eso no es cine. Honestamente, lo más cercano a lo que puedo compararlas es a parque de diversiones”, declaró el cineasta estadounidense, con lo que le alcanzó de sobra para incendiar la pradera. Lo hizo en un año clave, además, en el que “Avengers: Endgame”, la principal apuesta de Marvel, se coronaba como la película más taquillera de la historia. Y en el otro bando, el propio Scorsese estrenaba “The Irishman”, quizá la película más aclamada por la crítica en el 2019. Un choque titánico.
Pero sería un error convertir la discusión en un asunto maniqueo. Para empezar, porque Scorsese mismo publicó un artículo en el “The New York Times” ahondando en sus declaraciones, y aclarando que sus críticas hacia la pirotecnia de superhéroes no eran gratuitas, sino que alertaban sobre el cada vez menor espacio que tienen producciones alternativas. En concreto: que Marvel y compañía no son una amenaza ‘per se’. La amenaza es que se conviertan en la única y apabullante opción para disfrutar en una cartelera promedio en cualquier parte del mundo. ¿Hacia ese punto se dirige el cine del siglo XXI?
CINE SIN SALIR DE CASA
En virtud de lo dicho, el caso de “El Irlandés”, portentosa obra maestra de Scorsese, también es un caso de estudio en sí mismo: una película millonaria, de tres horas y media de duración, pero por la que ninguna productora tradicional apostó en su momento. Prácticamente abandonado por ser demasiado costoso, el proyecto pudo hacerse realidad gracias al batacazo dado por Netflix, la plataforma de ‘streaming’ que desde hace unos años viene reconfigurando (para bien o para mal) el panorama audiovisual.
Porque así surge la paradoja: “The Irishman”, un filme con aroma a clásico, solo pudo verse en pantalla grande en algunas salas de cine seleccionadas y apenas durante pocos días. Luego, quedó perennizada en el ‘streaming’ para siempre. Podemos lamentar que Netflix restrinja de esa manera su estreno, pero debemos tener en cuenta que sin Netflix, la película simplemente no existiría. Emerge así otra pregunta: ¿sobrevivirá el ritual de la sala oscura frente al avance trepidante del cine en casa?
LAS INFALTABLES
Otra de las películas más comentadas en el año fue “Guasón”, de Todd Phillips, con estupenda actuación de Joaquin Phoenix. Este es también un caso interesante porque parece ubicarse en el exacto punto medio de la discusión ya mencionada: película basada en un cómic, ganadora del León de Oro en el Festival de Venecia, sorprendente éxito de taquilla, y recibimiento mayoritariamente positivo por parte del público. Desde luego, tuvo también sus detractores. Pero no se le puede negar atrevimiento para darle dignidad al género de héroes y villanos enmascarados.
Entre otros estrenos destacados en el año tuvimos a “Había una vez en Hollywood”, un sentido homenaje al séptimo arte muy en la clave de su director, Quentin Tarantino; “Historia de un matrimonio”, de Noah Baumbach, con las notables actuaciones de Adam Driver y Scarlett Johansson como una pareja en el duro trance de la separación; “Dolor y gloria”, en la que Pedro Almodóvar se desdobla en un inspirado Antonio Banderas para narrar una historia de tintes autobiográficos; “Mid90s”, ópera prima del actor Jonah Hill, que pasó desapercibida pero augura una carrera promisoria en la dirección; y menciones para “Ad Astra” de James Gray, “Midsommar” de Aris Aster, “Un día lluvioso en Nueva York” de Woody Allen, “La mula” de Clint Eastwood y “Entre navajas y secretos” de Rian Johnson.
No podemos terminar de mencionar que la escena de festivales y muestras nos ofreció saludables alternativas para la usualmente aletargada cartelera. El Festival de Lima nos ofreció títulos como “High Life” de Claire Denis e “It Must Be Heaven” de Elia Suleiman; la Semana del Cine de la Universidad de Lima destacó con la formidable cinta coreana “Parasite”, otra de las aclamadas del año (que anuncia estreno comercial para febrero); y Transcinema logró traer “Vitalina Varela” de Pedro Costa, de los puntos más altos que se hayan podido ver en el año. Producción sobra, como puede verse. Hay que buscarla.
Otros datos
- La producción cinematográfica nacional se vio impulsada por los premios y estímulos otorgados por la Dirección del Audiovisual (DAFO).
-Cintas peruanas como “Los helechos” o “Prueba de fondo” tuvieron un estreno limitado, que linda con el maltrato. Urgen medidas que las defiendan.
-El Festival Lima Independiente, uno de los principales animadores del circuito, no tuvo edición este año. Esperamos que regrese más pronto que tarde.
OPINIÓN
“La producción peruana y una ley insatisfactoria”, por Sebastián Pimentel
Luego de seis años, los hermanos Vega estrenaron “La bronca”, áspero drama paterno-filial sobre la experiencia de la migración a Canadá en la década de los noventa. Es curioso que “Norte”, de Fabrizio Aguilar, también haya tratado el problema familiar a raíz del exilio en Canadá. Por otro lado, se presentó “Casos complejos”, de Omar Forero: crónica policial de ribetes existenciales y de un extraño lirismo, sobre las investigaciones de un fiscal contra la red criminal de La Libertad. En las coordenadas de la ficción, otro título de interés fue “Vivir ilesos”, segundo largo de Manuel Siles, pieza de misterio y horror psicológico que hace un sutil diagnóstico de la sociedad actual.
Si hablamos de óperas primas, “Retablo”, de Álvaro Delgado-Aparicio, es una de las incursiones más sensibles filmadas en el marco de la cultura andina. En el caso de los documentales, “El viaje de Javier Heraud”, de Javier Corcuera, es el mejor retrato que se haya hecho sobre un escritor peruano. “La revolución y la tierra”, de Gonzalo Benavente, por su parte, se constituyó en un sorpresivo fenómeno de taquilla, a lo que hay que sumar sus innegables hallazgos en cuanto a su montaje y heterogéneo material de archivo.
En cuanto al circuito de festivales, no podemos dejar de mencionar a la premiada “Canción sin nombre”, de Melina León, y el documental “Hugo Blanco, río profundo”, de Malena Martínez. Finalmente, en el 2019 se promulgó una ley de cine que sube los montos de dinero para los concursos, pero que no presenta un diseño sólido a nivel de la creación de una cinemateca, de la formación de públicos, y de la exhibición de películas en el circuito comercial.