No es la primera vez que Benicio del Toro interpreta a un personaje clave en la historia de Latinoamérica. Ya lo hizo magistralmente en la aplaudida "Che", pero ahora pasa de héroe a villano metiéndose en la piel de uno de sus protagonistas más complejos y, sobre todo, temidos: el fundador del cártel de Medellín Pablo Escobar.
Dirigida por Andrea Di Stefano, "Escobar: Paradise Lost" se estrenó en setiembre en el Festival de Toronto. Aunque se basa en hechos reales, no es un biopic al uso: Escobar es, de hecho, un personaje secundario, pero pronto se apodera de la narración para ahondar en las diferentes caras del que un día fue el hombre más poderoso de la mafia colombiana.
"Yo no tengo el control sobre los papeles que me llegan", contó el puertorriqueño Del Toro en entrevista con dpa y un pequeño grupo de medios durante el pasado Festival de San Sebastián, en el que fue distinguido con el Premio Donostia. "Acepto los papeles que creo que me sirven" y "no soy bueno con los números" afirma. Por eso no entiende eso de "actor de reparto" o primer actor. "Todos somos actores".
"Escobar: Paradise Lost" narra la historia de amor entre un surfer canadiense (el Josh Hutcherson de "Los Juegos del Hambre") y la sobrina del capo del narco en un momento muy concreto de la vida de éste: cuando Escobar decidió meterse en política. "Me sorprendió la manera en que él básicamente hace una guerra contra un gobierno de un país, hasta llevar a ese gobierno a ponerse de rodillas", contó Del Toro sobre la fascinación del personaje.
COMO UN VILLANO DE BATMAN
"El poder que tuvo...", explica en un castellano más fluido que antaño, pero lleno de anglicismos, "es como en un 'comic book' de Batman. Cuando lees sobre su vida, lo que hizo, parece ficción, algo que solo pudo haber sucedido con esos villanos de Batman o Spiderman". Así, cuando entró en política y muchos senadores lo acusaron de narcotraficante, él sabía que muchos habían aceptado previamente su dinero. Y lo confundió todo.
¿Acabaría la violencia si se legalizaran las drogas? "De las drogas yo lo he hecho todo... en todas las películas", responde con una sonrisa pícara. "Desde el adicto al que mata al drogadicto, el que la tira, el que la lleva, el que la vende, el que la regala o el que la prohíbe. Pero no estoy calificado para hablar de las drogas por los papeles que he interpretado", añade.
No obstante, sí defiende que "no todas las drogas son iguales" y que, en el caso de la marihuana, "hay que ir por el camino de la legalización. Como han hecho algunos estados norteamericanos, donde además no se ha producido "esa loquería" de estar todo el día fumando. "Pero hay que tener un control y una organización sobre a quién se le da, y qué edad hay que tener. Hay que ser muy rígido con eso. Si tienes 60 años y te quieres meter 'meth': 'dale, p'alante'. Pero si tienes 13..."
"Escobar: Paradise Lost" no sólo muestra el lado calculador y sangriento de Escobar, sino que indaga en su compleja personalidad presentando también la cara más familiar e íntima del narcotraficante -incluida su vena cantora-. Y retrata cómo durante mucho tiempo supo crear una pantalla para su lucrativo negocio ganándose el apoyo de los colombianos más humildes, para quienes construyó distintas instalaciones y realizó numerosas aportaciones benéficas.
¿CUÁL FUE SU PAPEL MÁS DIFÍCIL?
Con todo, pese a la dificultad de dar vida al personaje, el ganador de un Oscar por "Traffic" responde sin dudarlo que el papel más difícil de su carrera fue el del guerrillero Ernesto Che Guevara. "Yo como actor me he hecho en Hollywood, teníamos una productora de Hollywood y un director de Hollywood", explica. Así que cuando llegaron a Cuba en busca de información, los cubanos se preguntaban: "¿Y ustedes, los americanos, van a hacer una película del Che?". Era "una franja bien difícil", afirma.
"Además, la historia del Che no es solo la de un hombre, como en el caso de Escobar, sino la de un país, un tiempo, una época, que abarca muchos más libros y más páginas para leer desde muchas posiciones", apunta. Por no hablar del esfuerzo "no sólo mental, de preparación, sino también físico". Era un proyecto de "papa caliente, papa caliente", recuerda. "Pero cuando Steven Soderbergh dijo que sí, tuve que decir que sí yo también". (DPA)