César Galindo recuerda que, en una de las funciones de su película “Willaq Pirqa”, a la cual asistió como un espectador más (pagando su entrada), una anciana le pidió, entre lágrimas, que se tomara una foto con él. Esa reacción emotiva es común entre los que experimentan la película peruana que, superando las expectativas de audiencia, conquista semana a semana al público de todo el Perú.
Filmada en quechua, la aventura de Sistu (Víctor Acurio) para disfrutar la magia del cine incluye, más allá de cualquier género de la ficción, cariño por las historias. No solo las que aparecen en pantalla, sino aquellas que cada comunidad guarda y comparte. A propósito de las proyecciones, disponibles en distintas ciudades del Perú por medio de Cineplanet, conversamos con el cineasta, quien se encuentra en Europa para una visita familiar.
—Felicidades por los más de 25.000 espectadores. ¿Cómo explica este incremento? En solo un fin de semana la vieron 10.000 personas.
Bueno, parece que ha funcionado el boca a boca. Digamos que la gente ha invitado o ha comentado la película con sus amigos u otra gente. Y muchos de ellos creo que incluso han ido con sus familiares, toda la familia. Hay gente ha ido primero sola, después han ido con unos amigos, y a veces han ido abuelos, nietos, hijos y han ido grupos de casi seis, siete. Es lo que he entendido de acuerdo a algunas declaraciones, fotos que me han enviado.
—Ahora que menciona eso, en la función en la que vi la película había bastantes familias. Y justo escuché el comentario de alguien: “me hizo acordar a cuando era joven”. Había personas mayores que sentían una conexión, imagino, porque Lima es una ciudad de migrantes.
Definitivamente, muchas personas nos identificamos con la película, sobre todo los que hemos vivido en la sierra o hemos pasado por la sierra. Entonces, la película en cierta forma transmite emociones con las que el público puede identificarse. Esa es una de las claves, creo yo, para que el público pueda sentirse motivado a verla.
—Hablando de emociones, si bien es una película que en ciertos momentos te hace sentir bien, también te hace sentir triste. Transmite un montón de cosas. Y una de las escenas, la parte donde cantan el himno nacional en español, puede que la única escena donde se habla ese idioma, pues el mensaje es bastante claro, ¿no?
(Risas) Lo que pasa… Mira, para esto, antes que hacer la película, he viajado mucho por la sierra. Amo viajar en el Perú, es lo más maravilloso que puede existir en la vida, y he ido a las comunidades de Patacancha, de las comunidades altoandinas del Cusco. He estado últimamente con mis hijos incluso en Uratari, he hecho un documental incluso. Entonces, he visto, efectivamente, lo absurdo que a veces significa el himno nacional en la sierra. ¿Qué significado tiene un himno que no te representa? Finalmente eres peruano solo en el nombre, porque no puedes usufructuar nada de lo que la sociedad puede brindarte. Por esa razón, el himno nacional es cantado en español, porque eso demuestra justamente lo contradictorio que es cantar un himno que de repente ni te representa. Por supuesto, el Estado dice “todos somos peruanos y todos estamos representados” y Lima piensa que “sí, el himno es así”. Pero en la realidad, si tú te pones a pensar, un niño en la sierra que de partida ya nace como perdedor, porque no sabe si va a acabar el colegio, muchos niños que comienzan el colegio, de repente un 10% un 5% acaban la secundaria. Son realidades que a veces se piensa en Lima que eso es así, que todos somos peruanos sí, pero digamos, hay que pensar también que el ser parte de un Estado significa de que tenemos que ser retribuidos por el Estado, que el Estado también su actúe como protector de la sociedad, de todos los individuos. En ese contexto para mí siempre el himno nacional en ciertos lugares, es totalmente absurdo. Es como que vayas a la selva en medio de la jungla y los hagas cantar el himno nacional. ¿Qué significado tiene el himno nacional para ellos? Ninguno.
—Ahora que habla sobre las realidades, hay una parte que me puso a pensar: el papá de Sistu decía que le conviene más que su hijo trabaje en la en la chacra. Para una persona de Lima él puede parecer una figura antagónica, pero si uno se pone a pensar es su forma de vida, lo que ellos conocen.
Eso muestra también las contradicciones, que están en toda sociedad. En Lima cuando tú quieres estudiar una profesión, le puedes decir a tu padre “quiero ser poeta, quiero ser filósofo, escritor, director de cine”. Tu padre te va a decir “¡¿Qué me dijiste?! Repítelo” (Risas) “No, papá, quiero ser ingeniero, quiero ser abogado.” Hay siempre conflictos a ese nivel de qué es lo mejor para los hijos de acuerdo a la formación que uno tiene. Son conflictos que se presentan en las mismas sociedades urbanas. Yo he estudiado arquitectura porque para mi abuela ser un ciudadano respetable era tener su máquina de escribir y su terno. Yo estudié arquitectura porque mi familia, como todas las familias de la clase media, que apoyan a los hijos y se sacrifican para que estudien, no quieren que estudien una profesión que, de acuerdo a la mentalidad de ellos, no es rentable.
— ¿Con qué escena de la película usted se siente más satisfecho? Donde diga “ya, la felicidad que me produce haber generado esta parte no lo iguala nada”.
Mira, para mí las escenas más significativas son cuando él (Sistu) narra las películas ante su comunidad. Porque cuando él narra, tiene detrás las montañas, tiene detrás sus dioses, eso que a nuestra cultura la sostiene, nuestros apus. Por esa razón esa escena está ubicada ahí. Sus dioses lo sostienen, dicen “has esto, narra esto”. Y en contraposición está la comunidad y él, como mediador entre los dioses… bueno, son cosas mías, son cosas simbólicas. Entonces, para mí era fundamental eso. Que la gente lo haya entendido así, no sé. Pero para mí estar en esa zona es como estar entre los dioses, entre mis dioses. Si te has dado cuenta, en la película trato de eliminar la cruz y el español, porque lo que quiero es revalorar todo lo nuestro. No por chauvinismo, ni por crear discordia. Sino porque pienso que todas las culturas tienen derecho a existir con todos sus valores. (…) Por esa razón es fundamental para mí mostrar y decir: nosotros somos así, hablamos así, queremos así, lloramos así, amamos así y pensamos así y tenemos derecho a soñar como cualquier ser humano.
—El otro día conversaba con una colega sobre sobre la escena final de la película. Decíamos que hubiese sido muy fácil terminar la película con el retorno de la hermana y ya, fin, ruedan los créditos. Al final eso no es lo que ocurre, y mi pregunta es si siempre estuvieron de acuerdo con que sea Sistu quien está narrando su historia y está cambiando un poco su realidad. ¿Hubo alguna discusión sobre esta parte del guion?
El personaje desde que nació era como era. Lo que lo que ha variado con el trabajo de los guionistas es, de repente, alguna frase más por ahí o una situación diferente, cosas así. Pero la estructura ha sido siempre así siempre así. O sea, el guion original no tenía ese final. Era mucho más espectacular, pero tampoco lo quiero revelar (risas). Pero al final llegó a esa forma. Tú sabes que muchas veces un guion nace y le das cien vueltas.
— ¿Se sintió desilusionado cuando el Perú no propuso la película para que intente competir en el Oscar?
Para hacerte honesto, yo no tengo idea cuáles son las reglas que manejan para definir cuál film va a ir. Supongo que ellos han creído conveniente que vaya la otra película. ¿Que si he estado decepcionado? Mira, para mí el más grande regalo es ver que la gente se emocione. Que en Lima aplaudan “Willaq Pirqa” casi todas las funciones… ese regalo, ese premio, es lo más grande. Un amigo español me decía que el cineasta que comienza en su país fracasando, es como tener un ala rota. Honestamente, la acogida del público y los mensajes que recibo, tienen muchísimo valor para mí.