Desde que empezó su carrera como cineasta, los trabajos de Claudia Llosa han vuelto una y otra vez a ciertos temas recurrentes: la naturaleza del dolor, las transformaciones, la sanación como meta dramática de la existencia misma. En su nueva película, “No llores, vuela” (“Aloft”) deja el mundo andino y, sin abandonar el mundo rural, lleva esta exploración de las emociones humanas a un nuevo escenario: Canadá.
¿Qué te impulsó a alejarte del mundo en el que se enmarcan tus trabajos anteriores?
Salir de mi zona de confort era parte de mi desarrollo profesional y personal. Siempre he trabajado en torno a ciertos temas, sobre todo la pregunta por la sanación, acerca de cómo purgar ciertos recuerdos dolorosos que están en la memoria individual o colectiva, pero esta vez quise salir de lo mágico del imaginario andino y llevar la pregunta a otro ámbito, uno profundamente occidental, escéptico, donde no ocurre esa elasticidad de pensamiento.
En esta película, la sanación no solo es un tema de fondo, sino también parte de la historia de la película...
Nana (Jennifer Connelly) se convierte en sanadora, sí. Además, la historia de los personajes es la de su deseo de sanar en uno u otro sentido. Todos ellos están en una situación similar a la de un niño que no sabe nadar y que se mantiene a flote con todo su esfuerzo moviendo los brazos: sobreviven pese a la densidad del ambiente.
¿Hacer esta película también ha sido un proceso catártico para ti?
Completamente. Hacer cine siempre es una experiencia catártica. Esta película me ha llevado al límite en muchos aspectos: en lo personal, en lo profesional y hasta en lo físico, porque hemos trabajado en locaciones muy difíciles. Lograr que todo saliera bien ha sido algo maravilloso, pero tal vez haya sido el momento más vulnerable de toda mi carrera.
Un sentimiento trágico de la vida define en buena medida a los personajes. ¿Por qué este énfasis en lo dramático?
Porque creo que la tragedia es inherente a la vida. Es lo que da intensidad a la felicidad. Pero lo trágico, igual que lo incierto, nos devuelve a la vida como tal. Es su lado oscuro, fantástico. En la película, exploro estas emociones a través de los personajes, sobre todo, porque ellos deben aprender a aceptar esa humanidad, esas limitaciones, y eso solo es posible a través de la compasión, que es un sentimiento muy contradictorio. Personajes sobre los que uno se ha formado un juicio determinado vuelven a aparecer siendo los mismos, pero bajo otra luz. Son procesos muy interesantes.
¿Qué expectativas tienes del público peruano para esta película rodada en inglés?
Creo que va a entrar bien, porque toca esa vena emotiva que tienen los peruanos y trata de temas que todos entendemos.