La anécdota es transparente: Nelly y su mamá Marion salen del hospital donde acaba de morir la abuela. En la casa familiar, en medio del bosque, las espera el padre de la niña, con el plan de vaciar el caserón donde vivió Marion toda su infancia. Mientras ayuda a sus padres con la mudanza, explora intrigada el bosque que la rodea, donde su mamá solía jugar de pequeña.
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Una mañana, Nelly despierta y su padre que le cuenta que su madre ha vuelto a la ciudad, y que ellos deberán terminar de cerrar las cajas en esos días. En su paseo por el bosque, se encontrará con una niña de su misma edad, muy parecida a ella, dedicada a construir una casita en el árbol, igual a la que construyó su madre en su infancia. De hecho, la niña se llama Marion y su casa es muy parecida, idéntica digamos, a la suya. Nelly parece darse cuenta de que se ha encontrado con su mamá cuando ella tenía su misma edad, mientras Marion no advierte nada especial en ese bosque cubierto por la nieve donde todo parece ser posible. De ahí en adelante, discurre diáfana esta historia de amistad entre dos niñas muy parecidas físicamente, hasta que la magia desaparezca.
“Se basa en una idea muy simple: el encuentro y la amistad entre una niña y su madre infantil. La exploré y la contemplé como si poseyera algún poder mágico”, explica la notable cineasta y guionista Céline Sciamma, quien para este filme ha tenido muy presente al espectador infantil en todo el proceso creativo y ha concebido la obra como una experiencia compartida para adultos y niños.
Filmada durante la pandemia, con las restricciones y complicaciones propias de la emergencia sanitaria, todo en el rodaje del filme resulta esencial. Raramente vemos más de dos o tres personas en escena. Y todo el elenco se reduce a media docena (A saber: Joséphine Sanz, Gabrielle Sanz, Stéphane Varupenne, Nina Meurisse y Margo Abascal). La autora de “Retrato de una mujer en llamas” organiza su pequeña historia de forma clásica, a la manera de una fábula infantil con componente fantástico, para enmarcar temas ligados a la pérdida, al fin de la inocencia, las conexiones femeninas y a la relación entre hijos y padres, alejándose de cualquier idealización o idea romantizada.
Se cuenta que la realizadora francesa deseaba estrenar su nuevo film en el marco de Generation, la sección para niños del festival de Berlín. Y si bien su lógica tenía sentido (su breve relato sería perfecto en ese ámbito), el director de la Berlinale no dejó pasar la oportunidad de poner en la vitrina más llamativa la última obra de una de las cineasta de mayor renombre mundial. Y sin embargo, la cineasta no estaba equivocada: acogedora, humilde y breve, su película es un hermoso cuento para niños y niñas que ya advierten que el mundo es más complicado e inmanejable de lo que suponen. Y para los adultos, resulta una cinta descomunal, una reivindicación de las aún insospechadas formas en que se puede manifestar el amor, una de las experiencias más transformadoras que nos ha ofrecido el cine reciente.
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