Para algunos, una exhibición de músculo para disuadir al enemigo. Para la mayoría, un espectáculo de masas, parte del folclor nacional, diseñado como un factor de cohesión de las Fuerzas Armadas y parte de sus relaciones públicas con la población. La tradición de la Gran Parada Militar, cuya actual edición ha sido cancelada por la pandemia, tiene como referente el que se celebra hasta hoy en los parisienses Campos Elíseos para recordar la toma de la Bastilla, el libertario arranque de la Revolución Francesa, también suspendido este año por el COVID-19.
Carácter muy distinto tienen otras demostraciones de poder militar ofrecidas, por ejemplo, por la Alemania nazi y registradas por Leni Riefenstahl. La cineasta supo sublimar la coreografía del orden cerrado nazi, la sincronización de su paso de ganso, filmando un solo cuerpo marchando unido y disciplinado. En su filme “El triunfo de la voluntad” (1935), su obsesión por el simbolismo es exagerado pero efectivo al promover el discurso de odio hitleriano.
El führer perdió la guerra, pero su cineasta favorita dejó una influencia que aún permanece en Hollywood. Sus escenas de arrebatadora belleza, tono neoclásico e ideología reaccionaria pueden verse en los años siguientes en las grandes ficciones que tuvieron a la Roma Imperial como escenario. En “Quo Vadis” (Mervyn LeRoy, 1951) es Marco Vinicio (Robert Taylor) quien recoge los aplausos a su paso en tiempos de Nerón, y en “Ben-Hur” (William Wyler, 1959) son vitoreados Quinto Arrio (Jack Hawkins) y Judá Ben-Hur (Charlton Heston) poco antes de recibir el homenaje de Tiberio (Ben Cross) tras su victoria frente a los piratas del Mediterráneo.
Pero ningún desfile compite en lujo y espíritu ‘kitsch’ con el de “Cleopatra” (1963), de Joseph L. Mankiewicz, donde la exótica reina egipcia encarnada por Elizabeth Taylor muestra su esplendor de dominatrix, cruzando el Arco del Triunfo en lo alto de una enorme carroza en forma de esfinge.
Mucho más tarde, en “Gladiator” (Ridley Scott, 2000), esta Roma megalómana evocará nuevamente esta imaginería fascista. El desfile triunfal de Cómodo (Joaquin Phoenix) tiene reminiscencias obvias al cine de Riefenstahl, con una multitud, ordenada como en los congresos nazis, que solo espera el pan y el circo.
Por cierto, la huella de la cineasta alemana no solo puede verse en las joyas del género ‘peplum’. El mismo “Episodio IV”, de “Star Wars” (George Lucas, 1977), tiene escenas casi calcadas de los documentales de propaganda nazi de Riefenstahl, para plasmar al Imperio y las fuerzas del lado oscuro.
Desfile de ilusiones
Las paradas militares no forman parte de la tradición estadounidense (la última se celebró en 1991, tras la Guerra del Golfo), aunque un presidente como Donald Trump se haya manifestado a favor de reeditarlas. El 4 de julio, Día de la Independencia, se celebra más bien con barbacoas, concursos de comer tantas salchichas como se pueda, fuegos artificiales y muchas banderas, y sus desfiles o cabalgatas movilizan a toda la población.
Así, privado de su sentido castrense, un desfile adquiere otras connotaciones simbólicas. Puede convertirse en un espacio de celebración de una nación optimista, y “Ferris Bueller’s Day Off” (John Hughes, 1986), con un Matthew Broderick poniendo a bailar a la diversa ciudad de Nueva York al ritmo del “Twist & Shout” de los Beatles, es un excelente ejemplo.
También resulta excelente refugio para las cintas de acción. No por nada son muchas las películas de James Bond, desde el desfile Junkanoo en las Bahamas de “Tunderball” (Terence Young, 1965), hasta “Spectre” (Sam Mendes, 2015) y la inventada marcha del Día de los Muertos en el centro de Ciudad de México, en que el agente secreto puede evadirse de la persecución de sus enemigos entre estas multitudes. Sucede lo mismo en “El fugitivo” (Andrew Davis, 1993) cuya hitchconiana secuencia en medio del desfile de San Patricio fue rodada en un contexto real en las calles de Chicago.
Finalmente, los desfiles tienen una enorme carga metafórica para confrontarnos como sociedad. Su ilusión, disciplina y cohesión pueden también servir como contraste a experiencias caóticas y dispersas. Ello lo refleja magistralmente “Nacido el 4 de julio” (Oliver Stone, 1989 ), sobre la historia de Ron Kovic (Tom Cruise), veterano de Vietnam que vuelve a su país asqueado y mutilado. Una secuencia de gran poder dramático ilustra la infancia del protagonista, que asiste al desfile de un 4 de julio de los años 50. En el fondo, ese evento esconde algo tremendamente siniestro. El niño ve pasar a los veteranos mutilados incapaz de comprender la escena. Aquella exaltación festiva y pueblerina del nacionalismo se transformará, a su regreso de la guerra, en una crítica feroz al gobierno republicano que reprime las protestas antibélicas. Contra ellos, él también desfila: sobre su silla de ruedas, junto con otras víctimas, exigiendo justicia.
VEA EL VIDEO
LE PUEDE INTERESAR
- Linterna Verde cumple 80 años: a su fracaso en el cine, se suma su antipatía en la Liga de la Justicia
- 170 años sin San Martín: ¿Cuándo el libertador de América se convirtió en el abuelo inmortal?
- FIL Lima 2020: “El golpe de la pandemia nos ha hecho retroceder cinco años”
- Ministro de Cultura Alejandro Neyra: “La Política Nacional de Cultura nos dará una brújula y un camino a la vez” (ENTREVISTA)
- El Ministerio de Cultura cumple una década sin tiempo para celebrar: sus diez principales problemas, según los expertos