Un día antes de la entrevista agendada con la actriz y cineasta chilena Manuel Martelli (Santiago, 1983), me la encuentro casualmente en el Museo Thyssen de Madrid, donde por estos días se expone una muy completa muestra del pintor británico Lucian Freud (1922-2011). Martelli observa deslumbrada esas obras en las que Freud consigue penetrar en la emocionalidad de sus personajes, realzando sus pieles, uniéndolos en dupla con otras personas o con animales.
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“Me sorprendieron sobre todo sus comienzos. No conocí esos cuadros de sus primeros años. La exposición es increíble, me voló la cabeza”, comenta Martelli ahora que conversamos en el salón de prensa del Hotel Intercontinental. Su gusto por el arte es coherente con lo que muestra en su ópera prima “1976″ –que ganó el Premio Platino a mejor ópera prima iberoamericana, y que ya está disponible en Netflix–: una película que cuenta la historia de una madre de familia durante la dictadura de Pinochet, que oculta algunos secretos, pero que también ostenta un gran cuidado estético.
–Hay en “1976″ una propuesta muy artística y estilizada, en contraste con la salvaje violencia que retrata la cinta…
Sí, claro. Hay una búsqueda por observar la violencia no de manera directa, sino a través de un filtro que nos permita observarla realmente, que nos permita ver. Porque la violencia la tenemos presente todo el tiempo, estamos bombardeados de imágenes muy violentas siempre. Y me parece que una manera de reflexionar sobre esa violencia es poniéndole un filtro, tratando de entrar por otro lugar. Si la vemos directamente, creo que ya no nos impresiona.
–Por otra parte, la película también tiene el tratamiento de un ‘thriller’. ¿Por qué decidiste plantearla de esa forma?
Bueno, creo que se fue dando. No fue una imposición mía que fuera un ‘thriller’. Creo que en el momento en que uno se sitúa en un año tan crudo de la dictadura en Chile, las películas no pueden ser otra cosa que una película de terror. Entonces, en el proceso de investigación y recopilación de información, no había cómo hacer que no fuera así.
–Cuando uno piensa en la dictadura, piensa en la violencia y también en una figura masculina. De hecho, casi todos los dictadores son hombres. ¿Fue intencional contraponer esa imagen con la de una mujer protagonista?
Sin duda. La película es eso: observar la historia desde el lado opuesto. La otra cara del titular. Porque me parece, además, que durante muchos años las mujeres fueron sujetos que pasaron inadvertidos a lo largo de la historia. En los libros de historia que yo leía en el colegio no aparecían mujeres. Y la casa, el espacio doméstico, tampoco figuraba como un lugar histórico, como un lugar donde ocurre la historia también, pese a que la mayor parte de la población vive la historia así. La mayor parte de las personas no sale en el titular del diario. Además, es en ese espacio donde se gestan las estructuras que después se manifiestan afuera. Entonces de alguna manera se trataba también de observar esa incubadora social.
–Y los espacios domésticos pueden ser también unas minidictaduras.
Sin duda. Porque, además, era un contexto de represión no solo política, sino de género. Las mujeres la tenían por doble.
–¿Cómo fue el trabajo con Aline Kuppenheim, la protagonista, con quien ya habías trabajado más de una vez?
Claro, yo trabajé con ella en dos películas, “Machuca” y “Malta con huevo”. En esta última éramos madre e hija. Entonces sí, nos conocíamos, ya teníamos cierta complicidad. Y fue muy orgánico el trabajo porque tomó mucho tiempo. A nosotros nos tomó siete años filmar “1976″, entre que yo empecé a escribir el guion, buscar financiamiento, filmar un ‘teaser’ justamente para eso... Entonces Aline entró desde una etapa muy temprana y fuimos conversando un montón. La película está inspirada en la historia de mi abuela, y conversamos también sobre su abuela, un personaje muy interesante y muy transgresor. Por eso fuimos como sumando parte de esas conversaciones al personaje. Y ya cuando tuvimos que filmar, creo que había poco que conversar. Aline sabía muy bien lo que había que hacer. Simplemente había que crear un espacio o un contexto para que las cosas se dieran.
–¿Cómo manejas la cuestión de la dirección de actores y actrices cuando tú misma eres actriz? ¿Facilita las cosas? ¿Las complica?
No, lo facilita mucho. Al menos en mi caso es así. Porque hay un lenguaje, como en la música, como en todo… sutilezas, cosas que a veces pasan inadvertidas. Pero creo que algo que me entregó la actuación es poder ponerles palabras a esas cosas sutiles. Y luego esas palabras se vuelven palabras comunes, y es mucho más directa la comunicación.