Lúcia Murat, reconocida y experimentada cineasta brasileña —y parte del jurado de la categoría Ficción del 24 Festival de Cine de Lima — está de acuerdo en afirmar que si hay algo que la sociedad siempre ha dejado para después ha sido la lucha por los derechos de las mujeres, y que el cine no ha hecho sino replicar esa postergación. Cuando ella filmó en 1989 la película semi documental Qué bueno verte viva, abrió un campo no explorado en el cine de esta parte del mundo al contar, con un tratamiento claramente feminista, la experiencia de mujeres que habían participado de la lucha contra la dictadura brasileña y que por ello habían sufrido cárcel y torturas. Una historia que nació de su propia experiencia.
“Es una película contada desde un punto de vista feminista porque no podía contar esa historia de otra manera. Y la violencia que se narra es porque yo misma estuve en la cárcel varios años y sufrí torturas”, recuerda.
Oferta y demanda
Las reivindicaciones feministas y de grupos minoritarios siempre han estado en un segundo plano para la sociedad. Así, las dictaduras, guerrillas y, sobre todo, la pobreza, dejaron para después los discursos contra el racismo, el machismo o la homofobia, y esto se tradujo en que, por mucho tiempo, tratar estos temas en el cine latinoamericano sea cosa rara. Una situación que está cambiando.
Lo reconoce así también Lila Avilés, cineasta mexicana que el año pasado salió triunfante de este festival con su película La Camarista, y que hoy también es parte del jurado de Ficción, un espacio tomado este año por mujeres, pues lo encabeza la cineasta peruana Melina León y lo completa la productora argentina Leticia Cristi.
“En este jurado en el que todos somos mujeres es muy enriquecedora la charla. El jurado quedó compuesto solo por mujeres por una cuestión ajena, pero no es que quienes lo conformamos seamos improvisadas o estemos aquí solo por ser mujeres. Hay un trabajo detrás de cada una y es un gusto y un halago que nos hayan elegido por ello”, señala Lila.
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Esta edición del festival incluye una alta cuota de género y diversidad en cuanto a realizadores e historias; y como muestra de ello encontramos películas que hablan de la mujer —Mi nombre es Bagdad o Emilia, por ejemplo—, la comunidad LGTB —como Dopamina o Las mil y una— o la discapacidad —y ahí está Maricarmen—.
Pero esta diversidad no es gratuita, como añade Megham Monsour, jurado de la categoría documental y programadora del reconocido Festival Ambulante, Gira de Documentales, que se realiza todos los años en diversas ciudades de México. Dice ella que no solo han aumentado las producciones que abordan temas antes pospuestos, sino también la demanda del público por acercarse a ellas. “Hay un público más exigente, que quiere ver esas historias en la pantalla. Es cierto que la pobreza, la violencia, son temas durísimos y por eso no dejan nunca de estar vigentes, pero ahora la parrilla está compartida por otras demandas sociales y eso es bueno”, dice.
Un compromiso con el cine y con la vida
“Estamos frente a una generación mucho más comprometida, que tiene mucha fuerza para luchar por sus reivindicaciones”, sostiene Lúcia Murat. Y, al respecto, añade Lila Avilés: “El cine tiene la virtud de generar vínculos más humanos y nos da la oportunidad de entender al otro, de reencontrarnos con nosotros mismos, de entender hacia adentro los temas de la vida cotidiana y de reflexionar sobre los temas que abordamos. Por eso es importante no tratar los temas por encima, de pasadita. Yo creo que hay que comprometernos en la vida y en el cine. Debemos pensar hoy más que nunca en la colectividad, porque nuestras acciones tienen un impacto en otros o en el ambiente en el que vivimos. Hay que jalar al público a los temas importantes de forma creativa”.
Megham Monsour ve esta creatividad reflejada en la cantidad de películas que llegan cada año para ser parte de Ambulante, aunque también ve que, entre las formas de contar historias documentales, las más populares son aquellas que parten del yo para poder contar una historia que explique una situación, una causa, un problema o hasta una tragedia.
Lo que lamentan tanto Lúcia como Lila y Megham, es la falta de un circuito que acerque a Latinoamérica a su cine, más allá de los festivales. “No hay una distribución latinoamericana fuerte. En los años 60 había distribuidoras pequeñas que apostaban por películas independientes, ahora las majors han tomado el control de lo que se distribuye y el cine latinoamericano, el cine independiente, no es su prioridad. Necesitaríamos fortalecer distribuidoras que puedan colocar películas de América Latina en América Latina”, dice.
El Festival de Cine de Lima llega a su fin mañana, domingo 30 de agosto. Las entradas aún están a la venta en la web de Joinnus.
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