Estreno reciente en MUBI, “Funeral de Estado” (2019) es uno de los últimos documentales del realizador ucraniano Sergei Loznitsa. Gracias a su acceso a los archivos cinematográficos rusos, que han preservado todo el material fílmico producido en la era de la Unión Soviética, Loznitsa pudo reunir lo documentado por doscientos camarógrafos soviéticos, en ocasión de las ceremonias fúnebres en honor a Josef Stalin (1878-1953).
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Es innegable que cualquier espectador, medianamente informado, está al tanto de que Stalin fue uno de los más grandes genocidas del siglo XX. No obstante, Loznitsa no nos lo recuerda al iniciar su filme. El título es elocuente: “Funeral de Estado”; y las imágenes también lo son: vemos vistas antiguas de varias ciudades de la URSS, con multitudes apesadumbradas por el anuncio de la muerte del dictador soviético.
La estrategia del realizador, por lo demás especializado en trabajar con material de archivo, es clara. Lejos de conducir la mirada del público a un obvio contrapunto crítico, frente a lo que a todas luces es un majestuoso, masivo y emocionado rito funerario de homenaje a Stalin, se nos ofrece una especie de reconstrucción minuciosa de lo que iba a ser una película oficial del régimen, nunca acabada, que se titularía “La gran despedida”.
Pero “Funeral de Estado” no es “La gran despedida”. Simula serlo, aunque esa simulación muestra sus costuras. Por ejemplo, el hecho de que las imágenes tengan una restauración prístina —limpias de impurezas, gracias a la tecnología digital—, o que se combinen bobinas en blanco y negro, con otras a color. Es evidente que estamos ante la colección de piezas, nunca ensambladas, de una antigua película de propaganda.
Lo fascinante del documental reside, precisamente, en que adivinamos que esa propaganda de masas, con toda su fastuosidad, con todas las muchedumbres que desfilan contritas y llorosas por la muerte de Stalin —toda esa gigantomaquia tanto de las estatuas, como de la efigie pintada del dictador—, toda esa ritualidad épica, es también la manifestación de una sociedad siniestra, enloquecida, como fue también la Alemania nazi.
La película de Loznitsa tiene varias capas, varias dimensiones que invitan al análisis. Tiene de documento antropológico. Pero también de registro o estudio de los estilos de propaganda política de la época, con la resurrección de sus tomas ceremoniales y monumentales, con sus paneos casi musicales y puestas en escena de tipo coreográfico. Es un trabajo de cámaras asombroso, una estética revivida, y una máquina del tiempo.
Por otro lado, junto con el desfile, nervioso y de estático aplomo, de la camarilla del poder soviético de entonces —vemos a los que harían los contubernios por la sucesión al mando del Partido Comunista, con sendos discursos apologéticos sobre un personaje al que temieron toda su vida—, aparece otro espectáculo; el de las diferentes despedidas a Stalin por obreros, mujeres y campesinos, gente común de todas las naciones anexadas a la URSS.
Al final de este bello y terrible filme, en un único texto, Loznitsa informa sobre los horrores del estalinismo, lo que permite dar un contundente y dramático cierre reflexivo a lo visto. Pero para los cinéfilos, quizá haya una reflexión más: en “El hombre de la cámara” (1929), otro documentalista, Dziga Vertov, emparentaba a los trabajadores de la URSS en una sinfonía visual pura, un canto a la vida sin deudas con ningún dictador. En “Funeral de Estado”, en cambio, vemos el destino fatal de la revolución rusa: ciudadanos hermanados en un culto lacrimógeno y religioso por el mayor de sus genocidas.
FICHA TÉCNICA
Título original: State Funeral
Género: Documental
País y año: Países Bajos, 2019
Director: Sergei Loznitsa
Intervenciones: V. Molotov, G. Malenkov, N. Krushev.
Calificación: ★★★★☆ (Cuatro estrellas de cinco)
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