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"El gran hotel Budapest", una cinta llena de estrellas - 1
Redacción EC

Desde su estreno como película de inauguración en el último Festival de Cine de Berlín (donde obtuvo el Gran Premio del Jurado), “El gran hotel Budapest” no ha conseguido sino reconocimiento crítico en todos lados, como ninguna otra cinta de Wes Anderson. Lo cual es decir algo, porque uno de los cineastas más engreídos por los especialistas es este realizador estadounidense, que ha conseguido en los últimos años crear una filmografía muy personal, con un estilo visual y una forma de narrar que resultan muy particulares. Y su nueva cinta, que se estrena este jueves en nuestros cines, es un claro ejemplo de ello.

¿De qué trata “El gran hotel…”? Pues de todo un poco. Tiene drama, comedia, crimen y aventura. La base es el gran hotel Budapest, ubicado en el país ficticio de Zubrowka. Los días de gloria del lugar se vivieron en los años treinta, cuando el ‘concierge’ era Gustave (Ralph Fiennes). Su vida está dedicada a hacer que el hotel funcione a la perfección y, además, se acuesta con mujeres mayores y adineradas, que van al hotel exclusivamente para eso. Pero todo se complica cuando una de esas mujeres muere y le deja una valiosa pintura en herencia, lo que enfurece a la familia de la mujer. Gustave es acusado del crimen de esta, y será su fiel sirviente Zero Moustafa (Tony Revolori) el encargado de ayudarlo a limpiar su nombre.

Muchas cosas pasan en la cinta. Pero, en realidad, lo que importa no es tanto la anécdota, sino cómo está contada. Y ahí entra a tallar el particular estilo de Anderson, alguien interesado en hacer de sus historias las más universales posibles. ¿Y cómo consigue hacer eso? Pues haciendo que cada una de sus imágenes parezca salida de un viejo juego de mesa, y que los personajes semejen esos muñequitos que uno manipulaba mientras juega.

Hay una sensación fuertemente vintage en la forma de filmar del realizador y que encontramos en toda su filmografía: Anderson cuenta tanto una historia de familia disfuncional (“Los excéntricos Tenenbaum”) como una de amor juvenil (“Moonrise Kingdom”, estrenada el año pasado), como si todo se tratara de un juego, con las escenografías, los colores y los atuendos de los personajes. Así, hace referencia siempre a un costado lúdico e infantil, que también se siente en el lado naif e ingenuo de muchas de las situaciones: incluso hechos graves (que pueden ser crímenes o depresiones) son contados como si su importancia no fuera tal.

De ese costado lúdico e ingenuo, creado a partir de la imagen y del ritmo, se destila un gran placer, entre melancólico y nostálgico. Y quizá más aun en “El gran hotel…”, que Anderson reconoce influenciada por la obra del escritor Stefan Zweig. Su cantidad de aventuras, saltos y repliegues en el tiempo y personajes que vienen y van hace avanzar la historia de una manera compleja. Sin duda, se trata del filme más ambicioso del realizador estadounidense. Y con ese reparto no podía ser de otra manera: Ralph Fiennes vuelve a demostrar su talento como protagonista de la historia. Pero también aparecen varios actores, en pequeños roles, que han trabajado antes con Anderson y que también definen su universo: Jude Law, Edward Norton, Adrien Brody, Harvey Keitel, Owen Wilson y, por supuesto, Bill Murray (su actor fetiche), entre muchos otros.

Cada película de Wes Anderson es un universo aparte. Pero, al mismo tiempo, también mantiene una conexión con lo visto anteriormente de él. El cine del realizador mira, con nostalgia, su propio pasado. Pero también el nuestro, porque sus personajes y sus situaciones evocan nuestro lado lúdico. No queda sino jugar con él.

EL DATO
La película no fue financiada por ninguna empresa de Hollywood. Se trata de una coproducción entre Alemania e Inglaterra.
 

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