Algo pasa en el cine puneño. Habitualmente ignorado y relegado, en los últimos años ha dado muestras de una actividad cinematográfica interesante. Allí está el caso de “Wiñaypacha”, la extraordinaria obra dirigida por Óscar Catacora que, lamentablemente, falleció hace unas semanas apenas a los 34 años de edad. Una tragedia que nos deja sin un talento enorme y promisorio.
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Pero también desde Puno viene “Manco Cápac”, cinta de Henry Vallejo que tuvo su estreno absoluto en el Festival de Cine de Lima del 2020 (cosechando varios premios), y que este jueves 9 de diciembre llega por fin a las salas comerciales. Cuenta la historia de Elisbán, un joven que llega del campo al centro puneño y comienza un sufrido periplo para buscar trabajo, techo y comida.
“Manco Cápac” es la cinta seleccionada por el Ministerio de Cultura como apuesta peruana para los premios Óscar del próximo año. Pese a su presupuesto austero y la simplicidad de su relato, la revista “Variety” la ubicó entre los 20 filmes con más chance de tentar una nominación. Sobre su derrotero en la cartelera y lo que le espera a futuro, conversamos con su director.
—No puedo empezar esta entrevista sin hablar de la muerte sorpresiva y prematura de Óscar Catacora. ¿Cómo se procesa su partida?
A Óscar lo conocí poco, en realidad. Primero en unos encuentros de cine regional, y luego cuando vino a alquilar unos equipos para cine, que tuvimos la oportunidad de conversar un poco. Pero si hablamos de su trabajo, por supuesto que deja un potencial enorme. Él había demostrado que podía impactar con su trabajo, que podía llegar lejos. Me parece que el cine puneño y el cine peruano quedan un poco huérfanos con su fallecimiento. Lo recuerdo con mucha ambición para producir, con un horizonte bastante amplio. Es chocante y frustrante porque se trata de una promesa brillante que se apaga muy pronto.
—Su muerte, por una peritonitis que lo afectó en pleno rodaje en El Collao, también dice mucho sobre las difíciles condiciones para hacer cine en el Perú. ¿Llega a ser un oficio de riesgo?
Sí porque, en especial cuando uno recién está empezando, no contamos con muchos recursos. Lo arriesgamos todo, no somos conscientes de que alguien podría salir afectado en un rodaje. Trabajar en las alturas, por ejemplo, o en algunos acantilados, qué sé yo. Yo también he pasado por esas cosas. Además, hay momentos en que uno se empecina demasiado y llegamos a sentirnos de acero. Pero nadie es tan fuerte, todos somos vulnerables. Y eso no solo pasa en Puno.
—“Wiñaypacha” retrataba el aislamiento y olvido de dos ancianos en un pueblo perdido de Puno. ¿”Manco Cápac” también busca, de alguna manera llamar la atención sobre una situación social crítica?
Es una historia que empezamos a escribir en el 2010 y no sabíamos cuándo íbamos a terminarla. Lo que queríamos era hacer una historia minimalista porque era el único camino para hacer una película que tuviera relación con los incas. Era como una salida al hecho de no poder conseguir presupuestos enormes para una película histórica o épica. Como una respuesta: si no puedo hacer algo grande, haré una película minimalista. Cosa que tampoco es fácil, porque hay que sintetizar mucho, desde la fotografía hasta la escritura del guion. Se hace complicado. Lo fácil es ver una película minimalista; hacerla, no.
—¿Y cómo lidiaste con los riesgos de una película que, por su propio tema, puede verse como una sobreexplotación de la miseria?
Eso arrancó desde el principio. El reto era contar una historia sencilla, pero prescindiendo de todos los extremos. No queríamos impulsar ningún conflicto extremo. No digo que eso esté mal, pero era un desafío personal no hacerlo. Queríamos probarnos a nosotros mismos para ver si podíamos entretener, quitándole los conflictos recurrentes: que alguien muera, que haya persecuciones o que alguien se enamore. Cualquier guionista sabe que es más llevadero poner un conflicto extremo para tener al público atrapado por el cuello. Era un riesgo enorme prescindir de eso, y pudimos haber hecho el ridículo completo. Pero fuimos puliendo, haciendo varias versiones, y luego los temas y subtemas sociales fueron saliendo por el personaje, por lo que pedía la historia. Es cierto que la vida del personaje es trágica desde el arranque, pero algunas cosas obvias elegimos no decirlas.
—Hay un guiño metacinematográfico que no revelaremos aquí, pero que es interesante. ¿Eso fue un añadido? ¿O vino con la idea original de la película?
Fue saliendo en el transcurso del rodaje, porque la historia es episódica. Hay muchas películas que se han hecho a manera de metapelícula, así que nosotros quisimos hacer algo así también, pero que fuera de una manera distinta, que no se haya hecho antes. Por eso decidimos que ocurra cuando el personaje llega a un punto recurrente de su historia, sin que rompa su realidad.
—¿Cómo fue el trabajo con el protagonista Jesús Luque, que nunca había actuado? ¿Fue complicado o más sencillo de lo que esperaban?
Fue complicado porque él era casi un niño. Tenía 15 años cuando lo encontramos en el casting. Y no fue algo así como que lo vimos actuar y dijimos “él es”. En realidad nos tomó varios meses definir si era el elegido o no. Porque no tenía experiencia, necesitaba formación. Habíamos captado varias alternativas, en diferentes ciudades. Y en el último casting quedaron dos personas para el papel del protagonista. Les pedimos que asistan a un taller para que aprendan algunas cosas básicas, y Jesús era muy puntual. Las clases empezaban a las 4 de la tarde y él estaba allí a las 3:30, a pesar de que venía desde su comunidad, a cuatro horas de Puno. Eso fue muy importante porque él necesitaba formación. El talento no lo resuelve todo. Si no hay técnica y disciplina, no se puede estar esperando milagros. Se necesita trabajo duro.
—¿Qué esperan del estreno en salas? Hace un par de semanas a la película huancaína “El viaje macho” la colocaron en poquísimas salas y en horarios complicados. ¿Son difíciles los estrenos para el cine nacional, no?
Lo que está claro es que el cine es un negocio. Y tanto los distribuidores como los exhibidores están viendo cuánto van a ganar, por eso no les interesa demasiado el cine peruano o latinoamericano. Yo sigo creyendo que el mejor camino sería pedir apoyo del Estado, seguir el ejemplo de Argentina con el Incaa (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales), que tienen sus propias salas y todas las películas ganadoras de los estímulos tienen el derecho de hacer un circuito en estos espacios. Acá en cambio sacan a las películas cuando les da la gana, nos cobran por los avant premiere, hasta para poner nuestros afiches en sus locales cobran también. Se cometen abusos.
—“Manco Cápac” es la precandidata peruano para los Óscar. ¿Es una posibilidad muy lejana y difícil? Una postulación así requiere moverse, influenciar, buscar contactos.
Bueno, recién nos hemos enterado de que la Academia tiene como 10.000 miembros, de los cuales un poco más de 6.000 están activos. Y cada año se eligen a 50 jurados que van a ser los que votarán para el Óscar. Todas las películas que postula cada país tienen el derecho de estar en la plataforma de la Academia. Ellos pueden entrar y verla, pero lo más probable es que no lleguen a ver todas las películas, que son como 130. Y como nadie puede decir quiénes son esos 50 jurados que votan, entonces es casi una suerte de lotería presentar la película a los 6.000 jurados activos. Hay que atraerlos a que vean tu película en Los Ángeles, porque no tienen el tiempo ni la disposición para entrar a la plataforma. Nosotros ni siquiera éramos conscientes de que todo esto ocurría. Pero haremos el intento. Haremos todas las proyecciones que se puedan en Los Ángeles y veremos qué pasa.
El dato
- “Manco Cápac” se estrena en cines peruanos este jueves 9 de diciembre.
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