Un investigador y un investigado; un perseguidor y un perseguido. A
partir del libro homónimo de José Ugaz, el cineasta Eduardo Guillot construye un 'thriller' judicial que sigue la investigación del procurador ad hoc para los casos de corrupción durante el gobierno de Alberto Fujimori, con el fin de ubicar y apresar a Vladimiro Montesinos, su asesor caído en desgracia.
Cuando Guillot se topó con esta historia, supo que tenía una película sobre uno de los episodios más críticos de la historia reciente del Perú, pero que a esta detallada crónica había que incluir el otro lado de la historia: conocer quién era Montesinos.
Adaptar ambas historias en un guion cinematográfico es lo que más tiempo les ha exigido, confiesa el director. Al duelo actoral entre Eduardo Camino (Ugaz) y Miguel Iza (Montesinos) se suman Jackie Vázquez, Karina Jordán, Kukuli Morante, Alejandra Guerra, Alfonso Dibós, Gonzalo Molina, Javier Valdés y Víctor Prada.
—¿Quién es el protagonista aquí: el investigador o el investigado?
El protagonista es Ugaz. Lo que sucede es que Montesinos, el perseguido, es una especie de Ricardo III, un personaje muy dramático.
—Es como elegir entre el Coyote o el Correcaminos.
Exacto. Ese es el balance para que el relato tenga ese ritmo, y creo que lo hemos logrado. Eduardo Camino es un actor que viene de la cantera del teatro, un actor muy particular, sólido; es uno de los papeles más importantes de su carrera. Y Miguel Iza es formidable. Ha estudiado muy bien a su modelo para encontrar el personaje y su gestualidad, sin caer en una imitación. En sus gestos, su tono de voz, te dejas llevar por él.
—Ugaz asume el reto de perseguir a Montesinos por pedido de su cómplice, el entonces presidente Fujimori. ¿El investigador se sintió acaso un instrumento de la dictadura para limpiarse?
Son preguntas que el mismo personaje se hace. Para Ugaz, asumir esta responsabilidad fue como dar un salto al vacío. Él sabía perfectamente dónde se metía y que Fujimori estaba detrás de todo. Sabía que era un riesgo y sus propios socios lo cuestionaban.
—¿Qué preguntas le hacías a José Ugaz durante la escritura del guion?
Sobre cómo se sentía, cómo eran sus miedos. Me explicó que investigar era como entrar en una vorágine, y no estás pensando en lo que pasa a tu alrededor o en el peligro que puedes enfrentar.
—¿Qué representa para ti el personaje Montesinos?
Encarna la maldad. Es un operador con poder que piensa que el fin justifica los medios. Es un hombre que, además de haber cometido delitos muy serios, desde siempre fue una persona manipuladora.
—¿Crees que el tráfico de armas a las FARC, lo que detonó la gran crisis política, se debió a un exceso de confianza del asesor?
Fue muy interesante cómo lo planteó: ubicar a un contrabandista de armas en Jordania, comprarlas y hacer una operación muy arriesgada
para dejar caer estas armas en la selva. ¡El Gobierno Colombiano no podía creerlo! Llegaron al Perú a pedir explicaciones y Fujimori no sabía qué decirles.
—¿Montesinos se sintió traicionado por Fujimori al no respaldarlo en ese caso?
Hubo una negociación. Fujimori presionó a Montesinos para que se fuera del país a cambio de 15 millones de dólares. Y Montesinos aceptó. Allí se rompió la relación de un matrimonio de años.
—Un matrimonio o una serpiente bicéfala...
Puede ser. Ambos se nutrían de alguna manera.
—¿Cuál es el reto de filmar una ficción que sorprenda más de lo que sorprendió la misma realidad?
Recuerda que esto sucedió hace 18 años. Desarrollar un relato no es solo recrear los hechos, sino encontrar qué es lo interesante en ellos. Estar dentro de la cabeza de Ugaz, de Montesinos, de Pinchi Pinchi o de Jackeline Beltrán, la amante del asesor. Ver a estos personajes vivos, contándonos sus miedos, sus fobias, sus odios: todo eso está en el drama, y ese es el reto de contarlo en una película.
—Hablando de amantes, ¿en qué radicaba el atractivo de Montesinos para sus parejas?
Definitivamente, era un seductor. Pero yo diría que era también un 'voyeur'. Siempre tuvo la capacidad de halagar a la persona que entrevistaba, e imagino que eso lo usaba también con las mujeres.
—Montesinos es el zorro zalamero de la fábula...
Exacto. Otra cosa interesante eran sus maneras distintas al momento de dirigirse a un militar y a un político. Hay un código para hablar con los militares, y él sabía utilizarlo para hacer sentir su fuerza. Es increíble cómo, después de haber sido expulsado del Ejército, él revierte la situación hasta tener a sus pies a las Fuerzas Armadas. Eso ha sido muy duro para estas instituciones, y hoy buscan revertir esa imagen.