Jimmy Kimmel: de monaguillo a presentador de los Oscar
Jimmy Kimmel: de monaguillo a presentador de los Oscar
Juan Carlos Fangacio

sufre de narcolepsia –un mal neurológico que provoca repentinos ataques de sueño–, pero su siguiente reto no será evitar dormirse, sino impedir que se duerman los 60 millones de espectadores que estarán pendientes de la ceremonia del el próximo domingo. Para eso ha sido elegido como presentador de esta edición. Menuda carga.

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La inclusión del comediante de 49 años, conductor del programa nocturno “Jimmy Kimmel Live!” de la cadena ABC desde el 2003, ha generado expectativas altas, en especial tras su buen desempeño como anfitrión de los últimos Emmy. Con todo, los premios de la Academia son una valla mucho mayor, la actividad por excelencia del espectáculo estadounidense.

Sorprende que le vayan a pagar solo US$15.000 por el trabajo –para ese nivel de estrellato, un sencillo–. Pero tampoco está mal para quien de niño fue un monaguillo que tuvo que resignarse a un segundo plano detrás del altar. Hoy, Kimmel asume el rol en momentos en que Hollywood bulle por la coyuntura política. De su catálogo de ocurrencias se espera que por lo menos un par vayan directo al señor presidente de Estados Unidos.

“No he decidido aún cómo voy a lidiar con eso –ha dicho el presentador–. Mucho dependerá de lo que ocurra en la misma semana de la ceremonia”.

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Kimmel tendrá que hilar fino en el teatro Dolby de Los Ángeles (o el teatro Kodak, como usted prefiera) cuando se enciendan los reflectores y se apaguen las voces de los presentes para dar paso a su intervención. En toda la historia del Óscar, los triunfos o fiascos de los presentadores han sido muchos. Y la mayoría de ellos, para bien o para mal, irremediables.

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ESTRELLAS DE LA NOCHE
Nadie ha conseguido igualar las 19 apariciones de Bob Hope, el que por muchos años fuera prácticamente el rostro oficial de los Oscar. Como actor, no obtuvo ni una sola nominación, pero su desempeño como presentador lo hizo acreedor posteriormente hasta a cuatro estatuillas honorarias. Premio a la persistencia.

Lo sigue, aunque de lejos, Billy Crystal, quien con nueve ceremonias encima es todavía uno de los más queridos presentadores de la fiesta del cine. Especialmente recordada es su presentación caracterizado como Hannibal Lecter en 1991.

Y la lista de notables continúa: el clásico y elegante Johnny Carson en cinco ocasiones; la divertidísima Whoopi Goldberg, quien desde 1994 apareció en cuatro oportunidades y marcó un hito como la primera mujer presentadora en solitario del Oscar; la actitud relajada de Steve Martin, que en el 2003 estuvo a la altura en una ceremonia que se celebraba apenas días después del inicio de la guerra en Iraq; o Ellen Degeneres, que impregnó a la fiesta frescura, irreverencia y le regaló la foto en Twitter más compartida de la corta historia de la red social.

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PATINADAS Y DECEPCIONES
Igual de memorables, pero por las razones opuestas, han sido las presentaciones de quienes dejaron un mal sabor entre invitados y audiencia. Hace seis años James Franco y Anne Hathaway fueron presentados como una pareja joven y complementaria. El resultado no pudo ser peor: Franco perdido en sus desvaríos durante casi toda la noche y Hathaway intentando inútilmente salvar el show con algunas bromas que nunca conectaron con los presentes. Una breve aparición de Billy Crystal, quien fue recibido con una ovación, fue la señal inequívoca de que el público esperaba otra cosa.

Algo similar le pasó en 1995 a David Letterman, enorme estrella de los ‘late night shows’, quien fue vapuleado por un sentido del humor desajustado para la Academia, quizá demasiado irónico para el gusto de muchos. Y es tal vez en este espejo en el que debería mirarse Kimmel para no repetir errores: ser una figura de la televisión no garantiza el éxito en la noche más esperada de Hollywood. Porque durante tres horas, ese mundo se mueve a su propio ritmo. Y uno no brilla frente a las estrellas: a ellas hay que hacerlas brillar.

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