"Kong: la isla Calavera": lee nuestra crítica de la película
"Kong: la isla Calavera": lee nuestra crítica de la película
Sebastián Pimentel

Hasta la llegada de “Kong: la isla Calavera”, el monstruo gigante más amado del cine –por lo menos para los cinéfilos de raza– tuvo, por parte de Hollywood, recreaciones más o menos dignas de la leyenda que comenzó en 1933 gracias a Merian C. Cooper y Ernest B. Shoedsack. En 1976, el clásico de John Guillermin presentó romances épicos con más sinceridad que cinismo y dio fama a Jessica Lange. En el 2005, la versión de Peter Jackson logró combinar el espectáculo ‘high-tech’ del nuevo milenio con mucho del drama ‘vintage’ que recordaba a sus antecesoras.

“Kong: la isla Calavera” pretende alejarse de las galas y el halo trágico de los títulos mencionados (es cierto, hubo otros menos dignos como la secuela de 1986 realizada por Guillermin, “King Kong vive”). En realidad, el supuesto modelo de este filme dirigido por Jordan Vogt-Roberts es el Kong que los excéntricos Estudios Toho de Japón revivieron en los años 60 para hacerlo pelear nada menos que con Godzilla.

Pero esa no es la única fuente de este ‘blockbuster” con espíritu de serie B y de homenaje a las riñas entre monstruos. La historia se sitúa al final de la guerra de Vietnam en los años 70. Un variopinto grupo de exploradores es llevado por la inteligencia militar estadounidense a una extraña isla del Pacífico. Por supuesto, allí habita el enorme simio, que se dedica a proteger a una tribu primitiva de unos reptiles gigantes que surgen de las profundidades de la isla para sembrar el terror.

Los temas de la exploración de una selva desconocida y salvaje, en el marco de Vietnam, y la presencia de un olvidado soldado norteamericano de la Segunda Guerra Mundial –encarnado por John C. Reilly, cuyo personaje además funge de enloquecido y bufonesco cicerone y amigo de la tribu salvaje– provienen de “Apocalipsis ahora”, obra maestra del director Francis Ford Coppola de 1979. A eso se suman –con un efectismo predecible que subraya la influencia de Coppola– infaltables hits de época de Creedence Clearwater Revival, Black Sabbath, David Bowie o Jefferson Airplane. 
Pero el principal problema de “Kong: la isla Calavera” es que sus ingredientes están todos desencajados y desperdigados, sin componer un todo orgánico. El soldado interpretado por Reilly no tiene más de tres o cuatro secuencias de lucimiento. Ningún otro personaje humano tiene una real importancia. El aventurero británico a cargo de Tom Hiddleston debería poner carácter y fuerza. Y la bella fotógrafa encarnada por Brie Larson, pese a sus esfuerzos, es otro elemento forzado en lo que en realidad ha sido concebido como un puñado de luchas entre bestias ciclópeas.

No le pido a este “Kong”, desde luego, profundidad o sofisticadas escalas épicas. Pero sí algo de picardía, de desenfado y de gracia en medio de este equipo de exploradores. El realizador no logra implicar al espectador emocionalmente, ni hacerle creer que componen un grupo con alguna complicidad. A eso se añaden calcos fílmicos sin inspiración, un humor fallido y –el colmo– secuencias documentales que pretenden ser históricas y de denuncia de las guerras.

Es cierto que las luchas entre Kong y los reptiles captan algún interés, al igual que la secuencia de una araña gigante. Sin embargo, pese a su factura técnica, estas escenas dejan indiferente a un espectador ya entrenado en las películas de Marvel y DC. En fin. Solo diré que la nueva propuesta del director Jordan Vogt-Roberts no debe ser acusada por un apasionamiento mal encaminado o por excesos de principiante, pues tiene defectos aun peores: frialdad, cálculo puro, encanto desechable y un espectáculo grandilocuente tan lustroso y olvidable como el de un videojuego.

Para el crítico, el realizador de

LA FICHA

Título original: “Kong: Skull Island”.

Género: acción, aventura, fantasía.

País y año: EE.UU., 2017.

Director: Jordan Vogt-Roberts.

Actores: Tom Hiddelston, Brie Larson, Samuel L. Jackson.

Calificación: 1 de 5.

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