En Pakistán los conocen como ‘chand gari’ y en otros países como Egipto o Tailandia (e incluso en Europa, donde son más bien atracciones turísticas) se les llama ‘tuk-tuk’. En el Perú, donde llegaron en un inicio a la selva para luego expandirse a otras regiones, son simple y llanamente mototaxis. Término que, además, es reconocido como un peruanismo por la Real Academia Española. Parte de nuestro aporte al mundo.
►¿Por qué Netflix eligió a Tondero para hacer su primera película en el Perú?
Y en todas partes son en esencia lo mismo: vehículos motorizados de tres ruedas, tan prácticos como ligeros, y tan eficientes como peligrosos cuando se les da el uso indebido. Tuvieron un precedente en los recordados taxicholos (triciclos en los que los pasajeros iban delante del conductor), pero hoy alcanzan un auge insoslayable. Pasan fácilmente de ser una mera herramienta de trabajo –muchas veces precario– a convertirse en una señal de identidad, ‘tuneados’ con colores, inscripciones y accesorios, con el mismo empeño que se le pondría a un Ford Mustang.
Aun así, el fenómeno mototaxi es uno que viene cargado de reconocimiento, prejuicios, nostalgia y satanización, y por eso mismo es complejo entenderlo en toda su dimensión.
ÍCONO POPULAR
En la película peruana “Rómulo y Julita”, que se estrena mañana, los mototaxis juegan un papel fundamental. Son el ícono rodante que encarrila las disputas entre dos familias provincianas, los Capullitos y los Monitores, parodia del clásico conflicto shakesperiano entre Romeo y Julieta, que en esta ocasión intercambia la locación de Verona, en Italia, por la de Canta, en plena sierra limeña.
Eso sí, no es la primera vez que el vehículo tiene un rol preponderante en un producto cinematográfico. Hace unos años, la artista visual Francesca Dasso los puso en el centro de su cortometraje experimental “Territorio”, que reunía video y fotografías para dar cuenta de paisajes de distintos lugares del Perú. “Me interesé en el tema porque muchas veces el mototaxi no solo sirve para recorrer territorios, sino que es un territorio en sí mismo. La gente les pone alerones, música o luces LED para hacerlos chéveres. Para muchas personas se vuelve su espacio privado y funciona hasta como su habitación”, cuenta la artista a El Comercio.
Ella fue incluso más allá, pues amplió el video a una instalación completa: consiguió un mototaxi desbaratado en San Juan de Miraflores y lo ensambló para proyectar su corto en el interior del vehículo. Así, lo llevó a pasear por distintas galerías y ferias, como ArtLima, donde la gente podía ingresar a ese “motocinema” (como ella lo llama) para ver la obra. “Hubo muchas personas entusiasmadas con el proyecto, pero también otra gente muy ‘ficha’ que no se metía al mototaxi por nada. No sentían ninguna identificación”, agrega.
Dasso recuerda además que fue criticada por, supuestamente, apropiarse de un ícono popular para trasladarlo al mercado del arte, aunque ella afirma que su intención nunca fue ridiculizar al mototaxi o mirarlo de forma despectiva. “Algo interesante que me ocurrió fue cuando tuve que guardar por un tiempo el mototaxi –relata–. Lo llevé a la casa de mis padres, en Los Álamos de Monterrico, y en menos de dos horas ya tenía al serenazgo allí en el lugar. Los vecinos se habían escandalizado al ver un vehículo así en esa zona residencial. Tuve que sacarlo y llevarlo al garaje de una amiga”.
FORMALIDAD MANDA
De estereotipos de ese tipo está plagada la historia del mototaxi en el Perú. O en Lima, para ser más exactos. El historiador Jesús Cosamalón, autor del libro “El apocalipsis a la vuelta de la esquina”, explica que el ‘boom’ de los mototaxis comenzó en la década del 90 del siglo pasado, cuando el gobierno de Alberto Fujimori “permitió que prácticamente todo vehículo que tuviera ruedas pudiera transportar gente”. “El fenómeno de la combi y del transporte informal, incluido el mototaxi, fue validado por el propio Estado”, afirma.
“Donde haya flujo de peatones y demanda, van a aparecer servicios diversos como este –agrega Cosamalón–. Se forma una especie de núcleo: vendedores, puestos de comida y el paradero de mototaxis. Es verdad que a veces campea la informalidad y algunos terminan dentro de redes delictivas, lo cual contribuye a crear una idea negativa del mototaxista. Pero eso es producto de una serie de problemas que van más allá del conductor. Tiene que ver con la falta de planificación urbana, con una ciudad que ha crecido sin sostenibilidad en cuanto al transporte”.
Para el escritor y periodista Marco Avilés, el mototaxi es equiparable a otros instrumentos como la combi, el carrito sanguchero o el de huevito de codorniz. “La idea de subsistencia es muy importante al pensar en el mototaxi, porque gran parte de la economía peruana solo se basa en el subsistir –señala–. Y dicha subsistencia tiene límites complejos, como se da también en la minería artesanal, por ejemplo”.
En esa línea, Avilés asegura que la cuestión de fondo en la expansión de los mototaxistas es la desregulación. “Tiene que ver con la ineficiencia del Estado. Recordemos que no solo son los informales. Hay incluso grandes empresas formales que tienen zonas desreguladas. Las mineras son un caso; o las empresas de gas, como lo hemos visto en la tragedia de Villa El Salvador. Y también hay que observar cómo es que la gente entiende la informalidad. A veces tengo la impresión de que la gente ve la formalidad como una zona de la cual la gente se sale porque quiere. Es decir, como si la gente quisiera ser informal, como si fuera una opción. Pero no es así. El problema es que las zonas informales existen debido a que la formalidad aún no ha llegado a ellas”, afirma.
Por último, habría que recordar que entre una y otra mirada de desconfianza al ruidoso andar de un mototaxi, se oculta un doble rasero. “Porque así como existen quejas por la abundancia de mototaxis, habría que señalar que también existe un exceso de automóviles –apunta Cosamalón–. Cuando ves a padres de familia llevando a sus hijos al colegio en camionetas, también hay ruido, contaminación, embotellamientos. Pero claro, no son mototaxistas, sino camionetas 4X4. Y la 4X4 es un símbolo de poder y potencia. Entonces allí hay otro problema. Solo que el problema es más elegante, ¿no?”. Ajuste usted su perspectiva.
TRAILER DE “RÓMULO Y JULITA”
TE PUEDE INTERESAR
- “Psicosis” cumple 60 años: los secretos de la escena más popular de la historia del cine
- A propósito de “La Foquita, el 10 de la calle": ¿Por qué no hay más cine afroperuano?
- ¿Por qué nos gusta la foto de dos ratones peleando? Esta serie de Netflix quizá tenga la respuesta
- Tres rusos varados en Chimbote: así se hizo la primera película filmada en el puerto