Los autobots siempre ganan. Podrán perder amigos, batallas o incluso extremidades; pero al final del día, como los héroes ficticios que son, atropellan al mal representado en los decepticons. Y por primera vez en la historia estos personajes cromados tendrán la oportunidad de hacer el bien en el mundo real, no para una sola persona, sino para una ciudad, un país incluso. La película “Transformers: el despertar de las bestias” (“Transformers: Rise of the Beasts”) llega al cine este jueves 7 de junio y, con ella, arrancan las esperanzas de una nación en busca de nuevas vías.
Nuevos ojos para el Perú
Berly Chávez ama lo que hace. Por quince años ha trabajado como guía turístico en la ciudad del Cusco. Estuvo en 2019, cuando la región recibió 2,7 millones de visitantes, y también después de la pandemia, cuando la cifra disminuyó dramáticamente. El último fin de semana, cuando guio a un grupo de periodistas convocados por Promperú, hizo algo que hasta hace unos años sería impensable: hablar específicamente de las locaciones donde una película de Hollywood se filmó. Una película con robots, encima.
Pasó por la Plaza de Armas, donde se recreó el Inti Raymi; por la Bajada de Santa Ana, donde Optimus Prime perdió el aliento [al igual que este redactor]; cruzó los zigzagueantes muros de Sacsayhuaman y alcanzó los restos del torreón de Muyucmarca, pisoteado por los autobots [con la magia de los efectos]; mostró los andenes de Machu Picchu, que Optimus Primal subió con violencia para enfrentar a los terrorcons. Los robots no hacen turismo, pero si lo hicieran, visitarían esos y otros sitios: los tamales dulces Josefina [rumbo a los 100 años], la Piedra de los Doce Ángulos y las tiendas de recuerdos que la franquean, comprarían queso paria en el Mercado de San Pedro y también maíz chullpi.
Potencialmente, la película hará que miles de personas visiten el país que inspiró tramas de la película. En el centro de Cusco se escucha ya a turistas extranjeros decir “Transformers” en su cadencia original, pronunciando la “A” como una “E”, varias veces, por todos lados. No serán los últimos en mencionarlos cuando la cinta llegue a cines de todo el mundo esta semana; con actores peruanos como extras e incluso un personaje con nombre propio, interpretado por Lucas Huarancca, cuyo rol está relacionado a un punto de giro vital para la trama.
Los robots no hacen turismo, pero si lo hicieran, visitarían esos y otros sitios: los tamales dulces Josefina [rumbo a los 100 años], la Piedra de los Doce Ángulos y las tiendas de recuerdos que la franquean, comprarían queso paria en el Mercado de San Pedro y también maíz chullpi.
Pero aparte del interés que la película pueda causar en el turista extranjero, también están sus efectos en el público peruano, todavía no acostumbrado a verse en un blockbuster de acción. De momento, la reacción es positiva. Durante la primera proyección de la película en toda América Latina, desarrollada en el Real Plaza de Cusco, la primera vez que el nombre Perú se menciona los vecinos de la ciudad gritaron. Cuando apareció Machu Picchu en pantalla, la emoción se convirtió en gritos y esos gritos en chillidos cuando también el quechua hace su aparición. Dos tercios de la película están ambientados en el país, incluyendo una extensa secuencia de acción.
Similar emoción se dejó sentir cuando tres vehículos de la saga Transformers se dejaron ver en el centro comercial, incluyendo un camión Freightliner de 1975 igual al Optimus Prime que el mundo conoce. Selfies, videos y demás muestras de fanatismo por una marca, pero también por un país.
La estrategia de un país
Si “Transformers” viene y graba en el Perú, ¿Por qué no otras producciones? Allí entra en juego la estrategia Film in Perú de Promperú, que busca resaltar no solo las locaciones únicas en el país que podrían interesar a producciones extranjeras, como ocurrió con “La reina del sur” y “Dora y la ciudad perdida”.
“Hemos tenido diferentes reuniones con otras instituciones públicas para explicar la importancia de que una megaproducción venga acá y la importancia de tener procesos que ayuden que estas producciones sepan qué tienen que hacer, a quiéns tienen que pedir permiso, a dónde hay que ir. La receptividad que tuvimos de tosas las instituciones públicas, gobiernos regionales y locales, siempre fue buenísima”, sostuvo Carmen Julia García, jefa de la oficina de Estrategia de Imagen y Marca País.
Ya hubo cambios, como la creación de la visa especial de producción audiovisual, que puede emplearse por los trabajadores del rubro que entren al país para esta clase de filmaciones. Aun así, Perú no es un país que se caracterice por ser ágil en cuanto a los cambios, es burócrático. “Hay muchas cosas en las cuales trabajar. Nosotros, con el soporte del Mincetur, estamos trabajando en una mesa ejecutiva que nos permita que todas estas problemáticas alrededor de la promoción de locaciones puedan trabajarse y pueda llegarse a tener los procesos claros, simples y transparentes”, añadió García. Dicha mesa, donde también participa el Ministerio de Cultura, se enfocará también en proponer una ley de incentivos tributarios audiovisuales, como tienen países como Colombia y Brasil.
¿Cuántos años tendrían que pasar para que el Perú sea tan atractivo para filmaciones como sí lo es el vecino país del norte? “No necesariamente es un tema de años, porque si la locación es relevante, lo que se tiene que trabajar a la interna son las condiciones tributarias, financieras, etc. que le digan a ellos que nosotros también tenemos locaciones”, sostuvo el ministro de Comercio Exterior y Turismo, Juan Carlos Mathews, en conversación con este medio. “Lo que queremos ver es en qué términos ellos deciden ir por una locación u otra. Es una conversación abierta como la que tendríamos con una empresa de gas o petroquímica”, añadió.
De regreso al turismo, el país ya tiene planes para que las visitas a Machu Picchu aumenten hasta las 6.000 al día en los próximos años. En 2020, la Unesco recomendó que el número de visitantes del centro arqueológico deberían ser un máximo de 2.444 por día, bajo riesgo de colapso. Sea la decisión política que se tome, el Perú está, ahora más que nunca, en los ojos del mundo. Y también en los ojos de los mismos peruanos.
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