Aparte de su fama, la actriz estadounidense Jennifer Lawrence y la activista pakistaní Malala Yousafzai parecieran no tener mucho en común. Sin embargo, la ganadora del Óscar y la Premio Nobel de la Paz han unido fuerzas recientemente como productoras del documental “Pan y rosas”, dirigido por la cineasta afgana Sahra Mani, que retrata con impactante crudeza la violencia y los atropellos que sufren las mujeres de Afganistán por parte del régimen talibán desde que volvió a tomar el poder en el año 2021.
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Mediante un seguimiento a tres mujeres –una dentista que no puede ejercer su profesión, otra que tuvo que escapar de su país, y una que permanece encerrada en casa–, la película da cuenta de las severas y absurdas restricciones que los talibanes han decretado: desde censurar la educación secundaria y universitaria a niñas y jóvenes hasta prohibir que se escuche la voz femenina en lugares públicos, pasando por la orden de cubrir sus rostros y la prohibición de salones de belleza en todo el país.
En una mesa redonda en la que participaron unos pocos medios del mundo –entre ellos El Comercio–, Lawrence, Malala y Mani hablaron del proceso de realización de “Pan y rosas”, cuyos 90 minutos de duración se sostienen entre grabaciones realizadas por el equipo de producción y otras tomas caseras y amateurs de mujeres afganas que reclaman por sus derechos más básicos.
“Para mí es muy chocante que en pleno 2024 esté ocurriendo esto”, señala Malala, la joven que a los 11 años se convirtió en activista por los derechos humanos escribiendo un blog, que a los 15 sufrió un atentado por parte de un talibán que le disparó en el rostro, y que a los 17 recibió el Nobel de la Paz por su valiente resistencia. “Que les prohíban ir a la universidad, trabajar o les nieguen la participación política no puede sino describirse como apartheid de género”, agrega.
Lawrence, por su parte, se sumó al proyecto en el 2021, apenas las fuerzas talibanes comenzaron con su arremetida. “Pienso que una no puede simplemente cerrar los ojos frente a una situación como esta solo porque ocurre muy lejos o porque no afecta a tu país. Si empezamos a perder la empatía por el simple hecho de que esas vidas no reflejan la tuya, es aterrador lo que puede ocurrir”, afirma la actriz de “El lado luminoso de la vida” y “Los juegos del hambre”.
“Desde un inicio conecté con las tres protagonistas –agrega Lawrence–. Conocer la historia de aquella mujer que se convierte en dentista solo para que después le quiten la licencia me hizo pensar que soy muy privilegiada. No puedo ni imaginar que el gobierno de mi país me dijera que no puedo actuar o hacer películas. Eso resonó muy fuerte en mí”.
UN CAMBIO URGENTE Y NECESARIO
La cineasta Sahra Mani es contundente al denunciar el escaso eco que viene teniendo la tortuosa actualidad de las mujeres en su país. “Creo que la comunidad internacional podría estar haciendo algo mejor. Las mujeres afganas estamos enfrentando un gran silencio en torno a lo que está ocurriendo. No hemos tenido el apoyo suficiente. Esperamos más”, sentencia la directora.
Lawrence, por su parte, viene de producir este año otro documental de tinte sociopolítico, “Zurawski vs. Texas”, que aborda las idas y venidas en torno al aborto legal en Estados Unidos. “Mi compromiso entre estas dos películas puede ser diferente, pero la meta es la misma: crear una obra que impacte en la mente y el corazón de las personas y que, ojalá, pueda generar un cambio”, señala.
En esa línea, Malala insiste en la necesidad de que se reconozca al apartheid de género como un crimen del derecho internacional, una campaña que viene –lentamente– ganando respaldo desde diferentes naciones como Estados Unidos, Brasil, Australia, México, Chile, entre otras. “Lo que está ocurriendo en Afganistán es una presión sistemática y una de las peores muestras de violencia contra las mujeres que se hayan visto nunca –señala la activista de 27 años–. Su reconocimiento y calificación como apartheid podría garantizar la seguridad de muchísimas mujeres y obligar a otros países a no hacerse de la vista gorda”.
En una de las escenas más conmovedoras y chocantes de “Pan y rosas”, un grupo de niñas que no superan los 10 años se pronuncian airadamente en defensa de sus derechos. En medio de su manifestación, un niño aparece vestido de talibán y finge dispararles con un arma de juguete, en una puesta en escena estremecedora. Un juego que estos pequeños y pequeñas no deberían estar jugando.
“Si una niña nace hoy en Afganistán, sabe que no podrá completar la escuela ni conseguir un trabajo, nunca podrá cumplir su sueño de ser una doctora, una ingeniera, o líder de su país –agrega Malala–. Por eso anhelo es que esto no continúe por mucho más tiempo. Realmente espero que llegue un cambio, que estas niñas que estudian en secreto puedan pronto ver el día en que los talibanes ya no tengan el control, para que ellas puedan salir, reformar su país, reconstruirlo y ser las agentes del cambio que Afganistán necesita”.
"Pan y rosas" ya está disponible en la plataforma Apple TV+.
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