De ídolo adolescente a actor consagrado con un Goya en España por “No matarás” (2020), Mario Casas da un nuevo giro de timón con su debut como director de “Mi soledad tiene alas”, una historia que habla de jóvenes de barrios deprimidos y con escasas oportunidades que luchan por salir adelante.
“Soy una persona que lucha por sus sueños, por ser mejor cada día y por el respeto hacia esta profesión”, dice a EFE el actor, director y coguionista del filme, protagonizado por su hermano Óscar y la debutante Candela González.
Todo empezó durante el confinamiento por la covid-19, cuando escribió el guión junto a la actriz francesa Deborah François, aunque en realidad llevaba casi una década entrenando su mirada y aprendiendo en sus rodajes junto a directores como Alberto Rodríguez, Paco Cabezas o Álex de la Iglesia.
“Cuando llegaba a un rodaje tenía un ojo puesto ahí, siempre he intentado tener una relación más estrecha con los directores, saber más del proyecto y no solo del personaje, siempre me ha interesado mucho”, asegura.
“Pero también hay algo inconsciente, ahora pienso en estos tres años y medio, miro atrás y casi ni sé cómo ha sucedido; hay algo de destino, de que tenía que contar esta historia y además trabajar con mi hermano Óscar”, afirma.
La historia gira en torno a un joven grafitero llamado Dan y sus amigos en un barrio humilde de la periferia de Barcelona. Se dedican a los atracos para subsistir, pero cuando algo sale mal, Dan y Vio (Candela González) se ven obligados a huir a Madrid.
Casas, nacido hace 37 años en A Coruña, creció en un barrio de Barcelona muy similar al que aparece en la película -dice haber “vivido el barrio”- y también hizo un viaje a Madrid como los protagonistas, en busca de un futuro, aunque en circunstancias muy diferentes.
“Hay algo ‘vintage’ en la película, es como yo veía el barrio en el 2000 (...), también la música que suena tiene mucho que ver con el recuerdo de mi infancia en el barrio (...), la película arranca desde el realismo puro y yo quería sumergir al espectador ahí desde el primer momento”, explica.
Respecto a Óscar Casas, que a sus 24 años lleva desde niño actuando, su hermano mayor sentía que aún no había tenido una verdadera oportunidad para demostrar su valía y quiso dársela él.
“Nunca había tenido la oportunidad de afrontar un proyecto desde el realismo puro, desde la verdad y nada más que la verdad”, confiesa el pequeño de los Casas, quien admite que no llegó a creerse que podía hacerlo bien hasta casi la mitad del rodaje.
El caso de Candela González es más sorprendente, ya que no tenía formación como actriz ni se había planteado serlo. Licenciada en Comunicación Audiovisual, había trabajado en una productora, cuando una conocida que estaba en el equipo de casting le propuso que se presentara, aunque ella lo veía como “intrusismo laboral”.
Al final venció sus reticencias y resultó ser todo un descubrimiento: “Cuando te llama este mundo de la expresión artística, como es mi caso, aunque no fuese mediante la actuación, para mi fue como descubrir una nueva vía de escape y me desahogué, eso me sentó muy bien y tiré p’alante”, dijo.
Con información de EFE
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