No hay escenario más triste y contundente para un divorcio que una casa vacía. En “Historia de un matrimonio”, el recurso se utiliza con clarísima intención. Lo que empieza como un ambiente hogareño con toda su imaginería de la memoria –pinturas y afiches, estantes de libros compartidos, retratos familiares, los juguetes del hijo– desemboca más tarde en una sala de paredes blancas y limpias, un espacio vaciado de todo su contenido, sin recuerdos ni alma.
Es allí, en ese ambiente de desgracia luminosa, donde ocurrirá justamente el clímax de la película; la cancha neutral que Charlie y Nicole (muy inspirados Adam Driver y Scarlett Johansson) eligen para tratar de resolver su disputa. Un intento de diálogo que, de pura obstinación, se trastoca en una secuencia exasperada, incómoda, que remite por momentos a la desesperación conyugal de Ingmar Bergman o a la intimidad y la crudeza de John Cassavetes. En ese intercambio, los planos se van cerrando sobre los rostros crispados de la pareja, el temblor en el gesto, el llanto contenido, el estallido. En el juego de quién hiere más al otro, no hay forma de que haya un verdadero ganador.
Noah Baumbach filma una de sus mejores películas porque es también una de las más maduras. El relato del matrimonio disuelto entre un director de teatro y una actriz –con un hijo incluido–, que adrede se ubica en una dicotomía entre Nueva York y Los Ángeles. Historia de dos ciudades con costas opuestas, con calles e iluminaciones contrastadas, con estilos de vida incompatibles. Una pareja talentosa y atractiva que, a pesar de su juventud, parece sobrepasada por la rutina y las diferencias.
“Historia de un matrimonio” es mejor que su tráiler. Porque si el avance recurría a un recuento emotivo –y por momentos manipulador– desde ambas perspectivas de la pareja, la película en sí misma es mucho más cáustica y, por ende, verosímil. Buena parte de eso responde a las secuencias del tedioso proceso de separación, que en un principio apunta a una resolución amistosa, pero termina hundiéndose en el infierno burocrático de juicios, demandas y abogados. Círculo vicioso sin horizonte de salida.
A ello contribuyen tres secundarios de notable solvencia: Alan Alda, en el papel del único abogado con rasgos de humanidad; un renacido Ray Liotta como la representación misma del corporativismo y la leguleyada sin compasión; y Laura Dern, que se luce por su ambigüedad y enigma, a medio camino entre el ‘coaching’ motivacional y lucrativo, y la resistencia de un feminismo empático, más cercano a la tan mentada sororidad.
La de Baumbach es una película de detalles mínimos, pero siempre hondos y potentes. De una equilibrada visión de los roles masculinos y femeninos, con todo lo que implican sus inevitables y no superados prejuicios. De un sentimentalismo contenido, salvo por algunas de la irrupciones de la música de Randy Newman, siempre bien escogidas. Y es sobre todo una película de un guion afilado, desafiante, repleto de palabras que se atascan en la garganta para alertarnos sobre cuándo es mejor callar.
EL DATO
“Historia de un matrimonio” estará en cartelera hasta el miércoles. A partir del viernes 6 de diciembre se podrá ver en Netflix.