Cumple 55 años y no da señales de parar. Miguel Iza celebró su onomástico este 6 de enero establecido como uno de los actores más versátiles del ámbito local, interpretando con igual soltura y destreza a personajes como el siniestro Vladimiro Montesinos en la película “Caiga quien caiga”, a la trágica figura de Ricardo III en la obra de teatro que lleva su nombre y al bonachón Pachuco Domínguez en la teleserie “Junta de vecinos”.
En conversación con El Comercio, Iza responsabilizó a su progenitora por su elección de carrera. “Mi mamá es la culpable. Ella nos llevaba a mis hermanos y a mí mucho el teatro, así que de ahí me viene toda esta afición, aunque al final yo fui el único que pagó pato. Ella decía que era una actriz frustrada, así que fue feliz cuando me volví actor”, afirmó.
Iza reveló que su primer roce con la actuación ocurrió muy joven, en un taller de actuación dictado por Arturo Valero, destacado intérprete e instructor en las artes escénicas a quien pronto siguió al Club de Teatro de Lima. Curiosamente, otra profesión compartía su interés en su juventud, y a la par en que estudiaba las artes teatrales también seguía la carrera de sistemas.
Fueron estas dos vocaciones las que alternaron su interés durante varios años, incluyendo el tiempo en que Iza estudiaba en la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático (ENSAD). “En realidad yo no sabría decir qué me gusta más, si la actuación o sistemas”, recordó el intérprete. Al final, la balanza pareció volcarse por esto último y en 1987 dio un paro a la actuación para trabajar en un supermercado. Una visita cambió su destino.
“Un llegó Toño Vega a mi casa. Él estaba en la ENSAD y era dos años mayor que yo. Me dijo ‘vamos a hacer una obra de teatro’. Yo le contesté que estaba trabajando en sistemas, pero él me respondió ‘yo no he venido a preguntarte si quieres actuar en una obra de teatro, he venido a decirte que vas a actuar en una obra de teatro”, contó.
Fue la misma actitud de Toño Vega la que llevó al debut cinematográfico de Miguel Iza. “Cuando comencé a estudiar en la ENSAD, comencé a hacer teatro callejero, que era lo que más me gustaba. Un día Toño me dijo a ir a hacer un casting para una película. Yo le dije que no quería hacer un cine porque era burgués y yo era socialista. Tenía 16 años y hablaba comprometido.”, rememoró entre risas. “‘No, yo no te estoy preguntando, tú vas a ir a hacer el casting’, me contestó Toño y terminamos haciendo ‘La ciudad y los perros’”.
Su regreso a la actuación no fue fácil, ya que tuvo que balancear su trabajo regular como jefe de sistemas en un supermercado con los ensayos y presentaciones teatrales.
“Había épocas donde dormía solo dos horas en toda la semana, porque si no estaba en el supermercado estaba en el teatro”, afirmó. “Entendí que tenía que dejar una de las dos, porque si no me iba a morir”.
El éxito de la telenovela “Los de arriba y los de abajo”, en la que Miguel Iza tenía un papel recurrente, terminó por decidir las cosas a favor de la actuación. “Fue circunstancial, en realidad. No fue algo como ‘quiero ser actor y al diablo con sistemas’”, señaló.
Verdadera vocación
A pesar de recientemente aparecer en recientes películas como “Larga distancia” y puestas en escena como “El señor Armand, alias Garrincha”, el mayor interés de Miguel Iza no se centra actualmente en la actuación, sino en la enseñanza a través del colectivo Del Bardo, nacido hace siete años de lo que fue un taller de teatro dictado por él mismo.
“En este momento es lo que más me gusta, tanto así que estoy actuando muy poco en realidad”, señaló. “Ahora entiendo, por ejemplo, a Gianfranco Brero, que se dedica más al coaching.”
“En mi caso, yo estoy dedicado casi al 90% al colectivo y a dar clases”, señaló. “Durante pandemia hice una serie de conversas y entre ellas hablé con Javier Echevarría, que además de ser actor es psicólogo y está muy dedicado a la orientación vocacional. Yo le decía que había encontrado mi verdadera vocación finalmente a los 50 años, que es la enseñanza. Hablando con Leonardo Torres, decíamos que en realidad lo mejor de enseñar es que todo el tiempo estás aprendiendo”.
Con la mano en el pulso de las nuevas generaciones de actores, Iza ve un panorama complejo para su futuro, sobre todo debido a la falta de apoyo de las industrias culturales a nivel gubernamental.
“La gente no sabe, pero casi todos los países que tienen un buen teatro, una buena industria cinematográfica y una buena industria televisiva se debe a que reciben apoyo del Estado. Es lo que se llama políticas culturales”, resaltó.
Para Iza, una industria cultural, en particular el teatro, es necesario para que los ciudadanos desarrollen sensibilidades y capacidades que les permitan reflexionar sobre las circunstancias que los rodean. “En un país donde la cultura está bien desarrollada, es muy difícil que tenga ciudadanos que puedan ser engañados como ha ocurrido en el Perú en los últimos 40 o 50 años”, opinó. “Si fuéramos ciudadanos sensibles, tendríamos por lo menos la capacidad de comenzar a elaborar nuestra propia inteligencia y decidir que hay que hacer grandes cambios, como volver a ser participantes activos de la vida política del país”.
Bajo estas circunstancias, Iza señala que es muy difícil que los actores puedan sobrevivir solo de su labor artística, notando que muchos de ellos con una carrera establecida viven “haciendo mil cosas”, mientras que los espacios donde pueden laborar son limitados. “En la televisión hay dos o tres producciones de ficción por año, mientras que el teatro no tiene apoyo del estado y vive de la subvención propia”, notó.
“Finalmente, la nueva visión del formador teatral insta a sus alumnos a generar sus propios productos, en la conciencia de que de alguna manera tienen que ser vistos por otros para que se interesen de su trabajo”, aseveró. “Nosotros los actores mayores tenemos alguna suerte, los que venimos de la etapa de la debacle cultural en el país a comienzos de los 90. Somos muy pocos los que sobrevivimos porque casi todos los demás sectores de nuestra generación tuvieron que dejar la actuación, literalmente, porque no había cómo trabajar. Sin embargo, las nuevas generaciones salen a montones y se pelean por conseguir un lugar donde a veces no hay”.
Ante este panorama sombrío, Iza recordó que décadas atrás sus maestros le recomendaban estudiar otra cosa —frase muy repetida para otras carreras artísticas e incluso la periodística— para sobrevivir el día a día.
“A mí me parecía lo más sensato del mundo. Tenemos una realidad donde no hay una industria teatral, cinematográfica y televisiva lo suficientemente grande para ofrecerle trabajo a un grupo de actores emergentes. Entonces yo creo que lo más sano y recomendable es estudiar otra cosa. Que tengas algo que te permita de alguna manera solventar esa necesidad vital que tienes de comunicarte a través de las artes interpretativas”, consideró.
Las palabras Del Bardo
La situación de abandono por parte del Estado no impide que Miguel Iza apueste por la actuación mediante su colectivo Del Bardo. Su proyecto actual, interrumpido temporalmente por la pandemia, era una trilogía de obras del ‘bardo eterno’ Shakespeare adaptadas a la realidad peruana por su hijo, el dramaturgo Franco Iza.
“Habíamos hecho tres obras: una es la versión de ‘Romeo y Julieta’ en la época del conflicto armado, la segunda era una versión de ‘Otelo’ en los tiempos de los ‘vladivideos’ y la tercera era una versión de ‘Sueño de una noche de verano’ a la par con el caso Odebrecht”, recordó. “Justo íbamos a producir esto, pero vino la pandemia y nos arruinó.”
“Pero el proyecto sigue vivo, yo creo que ese teatro no va a morir nunca porque es socialmente reconocible. Es mi mayor logro, lo que siento que redondea todo lo que creo y concibo, que debe ser el teatro: no solamente una herramienta de entretenimiento, sino también una de apertura a la vida social.”, señaló.