"Moonlight": lee nuestra crítica de la nominada al Oscar
"Moonlight": lee nuestra crítica de la nominada al Oscar
Sebastián Pimentel

La ovación de la crítica de su país, el Globo de Oro a Mejor Película Dramática y sus ocho nominaciones al –incluyendo las principales categorías– son las cartas de presentación de "Moonlight", segundo opus del realizador afroamericano Barry Jenkins. Su ópera prima, “Medicine for Melancholy” (2008), tuvo también una buena repercusión de la crítica en su país, aunque nada comparado con el fenómeno que ha sido y es “Luz de luna” (título con el que se estrenó en la cartelera peruana).

Un punto fuerte de la propuesta de Jenkins es su opción bien definida y muy consciente por alejarse del melodrama de reminiscencias clásicas. Es decir, lejos de tejer una intriga relacionada con un amor imposible –en este caso de sensibilidad homosexual–, como podrían ser las formidables cintas de época de Todd Haynes –véanse “Lejos del cielo” (2002) o “Carol” (2015)–, Jenkins apuesta por una especie de cine más directo y conceptual.

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En efecto. Hablamos de tres episodios, que son anunciados como títulos de una novela y que hablan de una etapa formativa y una edad: la infancia, la adolescencia, y la entrada a la madurez de Chiron –Alex R. Hibbert, Ashton Sanders y Trevante Rhodes, respectivamente–, muchacho de los barrios más violentos de Florida e hijo de una adicta a las drogas.

Jenkins también le da la espalda a cierta tradición conservadora del cine norteamericano, esa que es en exceso didáctica y verbal ––. El procedimiento de “Moonlight” propone, más bien, acontecimientos sorpresivos filmados de forma casi documental, alumbrados por un extraño silencio: la huida pasmosa de Chiron y su posterior refugio en un fumadero al ser perseguido por una pandilla de la escuela son algunos de ellos.

Hay otros escollos que ha podido sortear “Moonlight”. Uno de ellos es la conmiseración a la que podía llevar la cruenta niñez y pubertad de este muchacho desamparado y sensible. Jenkins prefiere concentrarse en momentos de aparente felicidad. Como cuando el pequeño Chiron es acogido por Juan (Mahershala Ali, nominado al Oscar a Mejor Actor de Reparto), vendedor de droga que no deja de ser un buen amigo y consejero para el confundido protagonista.

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Tampoco la madre (Naomie Harris), que lucha contra su adicción pero se resiste a dejar de querer a su hijo, es motivo de encasillamientos o fáciles condenas morales por parte de la mirada frontal, aunque siempre compasiva, del realizador. A la vez, es notorio, y muy logrado, el afán por plantear preguntas más que respuestas. Como cuando vemos, en cámara lenta, a la madre gritando en un rapto de desesperación, pero sin poder oír su voz. La falta de sincronía entre la imagen y el sonido tiene un objetivo: mostrar la desconexión de Chiron respecto a una realidad que lo sobrepasa.

A eso también responde el tono contemplativo del filme, fotografiado en tono azulado y pauteado por violines angustiosos y misteriosos. El último episodio, el más sentido, con el restaurante, la rocola y las cosas a medio decir, es de antología. Y si bien todos estos elementos recuerdan el cine de Wong Kar-Wai, hablan también de un cineasta que ha sabido recrear sus referentes. Hoy en día es muy raro ver un cine sobre la infancia o la adolescencia que no juegue a la complacencia fácil y pueda ir más allá de la retórica usual sobre una minoría. Este es uno de ellos.

LA FICHA
Título original: “Moonlight”. Género: drama. País: Estados Unidos, 2016. Director: Barry Jenkins. Actores: Mahershala Ali, Shariff Earp, Duan Sanderson. Puntuación: 3,5/5.

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