Definitivamente, el Studio Ghibli de Japón se ha convertido, ya, en la mejor productora de animación artesanal de la historia del cine. Una buena noticia para los cinéfilos es que su catálogo completo ya se encuentra en la plataforma Netflix, lo que permitirá aliviar en algo los rigores de la cuarentena actual. En esta columna, revisaremos algunos títulos de Ghibli, y empezaré con “El recuerdo de Marnie” (2014).
Este filme es el segundo dirigido por Hiromasa Yonebayashi –“Arrietty y el mundo de los diminutos” (2010)–, joven promesa del estudio liderado por el veterano Hayao Miyazaki. Sin embargo, también representó una especie de despedida de la productora, que cerró temporalmente en el 2014 –pausa que debería terminar con el estreno, en el transcurso de este año, de “¿Cómo vives?”, esperado regreso de Miyazaki–.
“El recuerdo de Marnie” no solo es una especie de despedida de Ghibli, que no la favoreció nada debido a las excesivas expectativas creadas. También es un cambio en el tipo de historias elegidas por el estudio, que ahora busca inspiración en la cultura europea. Esta vez, se trata de la adaptación de un clásico de la literatura juvenil británica, “When Marnie Was There”, de Joan G. Robinson, novela publicada en 1967.
La película sorprende desde sus secuencias iniciales, en las que vemos a Anna, niña de 12 años, apartada de sus compañeros de escuela. Mientras los niños juegan, ella dibuja lo que ve, en una postura contemplativa aunada a pensamientos como este: “La vida es un círculo y hay dos opciones: estás adentro o estás afuera; yo estoy afuera”. Interesante apuesta con la que se toca de forma directa el difícil tema de la depresión en la infancia.
Lo que vendrá después es un compendio de motivos románticos que han hecho popular a cierta literatura inglesa decimonónica: para ayudar a su hija depresiva y asmática, los padres de Anna la mandan a pasar una temporada con sus tíos, quienes viven en un pueblo de ambiente bucólico y clima idílico. En ese pueblo, Anna se interesa por una antigua mansión abandonada en un islote cercano, que es temida por los lugareños.
Las principales virtudes de la cinta tienen que ver con el conocimiento de la ribera del pueblo, la casa encantada y, por supuesto, la muchacha que parece vivir en esa estancia espectral y que da el título al filme: Marnie. Yonebayashi elude la propuesta de abierta fantasía e irrealidad que caracteriza a Miyazaki. Lo suyo, en cambio, parte de un realismo extremadamente detallista y que se decanta de a pocos hacia lo onírico, lo alucinatorio.
Marnie se convierte así en una amiga especial surgida desde lo insólito, un secreto privado, un ideal romántico de identificación presexual. Pero es también una niña aristocrática, apresada por una familia que la ha dejado en manos de la institutriz. Los conflictos se suman y Anna no deja de vivir una especie de ir y venir entre el mundo rutinario y un mundo paralelo, por lo general nocturno, donde crece su amistad con Marnie.
Yonebayashi explora una difícil intersección entre el melodrama y la fantasía gótica. Los signos que rompen el realismo son hechizantes y logran un pasaje ambiguo, donde las imágenes se hacen inescrutables. Pero los propósitos del director se logran a medias, ya que la carga emocional requería un desarrollo mayor de la intensa amistad entre las dos niñas. No obstante, en el último tercio, la depresión de Anna comienza a develar sus causas en el pasado, ese mismo tiempo olvidado del que surge Marnie. Con todas sus insuficiencias, la cinta de Yonebayashi triunfa como un inquietante viaje en el tiempo, además de ser una inteligente incursión en el lado oscuro de la psique infantil.
LA FICHA
“El recuerdo de Marnie”
Título original: “Omoide no Mani”.
Género: animación, drama.
País: Japón, 2014.
Director: Hiromasa Yonebayashi. Actores: Sara Takatsuki, Kasumi Arimura, Nanako Matsushima.
Calificación: ★★★1/2.