Con ella se van muchas cosas. Olivia de Havilland era lo último que quedaba de ese Hollywood de oro. El Hollywood atrevido, artesanal, espectacular, glamoroso y selectivo. Ella se volvió famosa en todo el mundo cuando no había redes sociales ni Internet ni teléfonos celulares. Caló hondo cuando las películas no se estrenaban por streaming ni se descargaban en solo segundos. No. Su trabajo era de arquitectura, de creación paciente y voluntariosa.
La muerte de De Havilland, el último sábado en París, a la edad de 104 años, es el último clavo para un ataúd de la memoria, del recuerdo. Fue nominada a cinco premios Óscar y ganó dos veces: la primera en 1946 por “La vida íntima de Julia Norris”; la segunda, tres años después, por “La heredera”.
La actriz era también la única sobreviviente del elenco de uno de los mayores clásicos del cine estadounidense: “Lo que el viento se llevó”.
NACE LA ESTRELLA
De Havilland nació lejos de las cámaras de cine y de los reflectores. Lo hizo un 1 de julio de 1916, en Tokio, donde su padre inglés era un abogado prestigioso. Pero muy joven, siendo adolescente, llegó a Estados Unidos y durante una presentación teatral de “Sueño de una noche de verano” un cazatalentos vio en ella lo que el mundo vería años después: a una estrella. Ingresó al mundo de Hollywood a través del estudio Warner y rápidamente sumó siete películas al lado del galán Errol Flynn.
Fue una mujer que nunca se conformó con lo que los estudios de ese tiempo, empresas principalmente dominadas por hombres blancos, le decían que debía hacer. Fue así que, en una ocasión, demandó a la compañía que la empleaba, Warner, alegando que no le daban ningún papel de valor artístico y que había una clara predilección por otra actriz contrincante, Bette Davis. En represalia, Warner la dejó sin trabajar seis meses.
Su personalidad combativa siempre la acompañó. Mucho tiempo después, a los 102 años, la actriz demandó a la cadena FX por producir una serie de televisión llamada “Feud”, donde, según ella, se la representaba a través de una imagen falsa.
HERMANAS Y RIVALES
Aunque eran tiempos más tranquilos, los escándalos también fueron parte de la vida de Olivia de Havilland. Solo que en este tiempo no existía TMZ, Instagram o Twitter; solo había revistas, diarios y escritores de libros que aprovechaban cualquier episodio íntimo para lograr ventas. Fue así que la rivalidad con su hermana, la también actriz y ganadora del Óscar Joan Fontaine, se hizo conocida.
Joan, la hermana menor, asumió para un nombre artístico el apellido de su padrastro. Era una forma de alejarse aún más de la hermana que había alcanzado la fama antes que ella. Pero su momento llegaría cuando Alfred Hitchcock la eligió para protagonizar “Rebeca”. Su éxito fue mucho más vertiginoso que el de Olivia.
Poco después, ambas hermanas se enfrentaban no solo por papeles protagónicos, sino también en la ceremonia del Óscar de 1941, año en el que ambas fueron nominadas en la categoría de Mejor Actriz. De Havilland competía por “Si no amaneciera” y Joan por “Sospecha”. Finalmente, Fontaine se llevó la estatuilla.
La rivalidad entre ambas concluyó cuando Joan falleció el 15 de diciembre del 2013. Siete años después, la hermana mayor también se fue y, aunque suene romántico e ingenuo, es apropiado y hollywoodense imaginar que ahora podrían estar haciendo las pases en otra vida, a la manera de otra gran película.
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