Juan Carlos Fangacio

La genealogía fílmica en el espacio no es nueva y goza de una enorme variedad. Se remonta a esa joya de George Méliès llamada “Viaje a la Luna” y se expande hacia interminables sagas de aventura como “Star Wars” y “Star Trek”, monumentos casi filosóficos como “2001: una odisea del espacio” de Stanley Kubrick, y pesadillas como “Alien” y sus monstruosas herederas.

El caso de “” se inscribe en una rama también muy definida: historias de amor que se desarrollan entre estrellas (ver recuadro). Su premisa es atractiva: en una misión espacial con miles de personas en estado de hibernación, dos de ellas –hombre y mujer– se despiertan 90 años antes de lo previsto. Ante la certeza de que envejecerán mientras sus compañeros se mantienen jóvenes y congelados, los protagonistas tendrán que lidiar con la soledad, dilemas personales, conflictos sociales y, por supuesto, las necesarias cuotas de acción y aventura que requiere una superproducción de su tipo. No todo puede ser existencialismo en Hollywood.

Sin descuidar la exuberancia de los efectos especiales para ambientar la galaxia, que siguen cautivando a cualquier terrícola con aspiración de astronauta, esa fórmula apuesta por hacer hincapié en las crisis emocionales y ha tenido buenos réditos recientemente. “Gravedad”, del mexicano Alfonso Cuarón, arrasó con siete premios Óscar en el 2014. Y “The Martian” fue más allá al aprovechar la veta humorística de su protagonista, Matt Damon, para restarle gravidez al problema de tener a un hombre perdido en medio del espacio.

—Pasajeros a bordo—

Los protagonistas de este idilio galáctico son dos artistas de moda como Jennifer Lawrence y Chris Pratt. En especial ella, una de las actrices más taquilleras del momento y, lógicamente, una de las mejor pagadas del medio también.

Pero la tarea que ellos asumen en “Pasajeros” no es fácil, debido a que tienen que cargar prácticamente solos las casi dos horas del metraje (el tercer personaje en relevancia es Michael Sheen, en el papel de un robot bartender). Los experimentados Laurence Fishburne y Andy García completan el elenco con roles secundarios.

Y tras la cámara está el noruego Morten Tyldum, cineasta que tras una serie de éxitos locales –en especial “Headhunters” (2011), respaldada por la crítica y a su vez la cinta más taquillera de su país– incursionó en el cine estadounidense en el 2014 con la bien recibida “El código Enigma”, ‘biopic’ protagonizado por Benedict Cumberbatch sobre el matemático Alan Turing. Se percibe, pues, un gusto por los dramas humanos mezclados con la ciencia.

Si el resultado es satisfactorio, queda a juicio del espectador. Pero el secreto de películas como esta parece saltar entre dos de los grandes misterios humanos: la infinitud del universo y los melodramáticos caprichos del corazón.

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