La mecha la prendió un columnista del “New York Times”, Charles M. Blow: en un artículo publicado la semana pasada, hablaba de los peligros de los estereotipos en las historias para niños. Y allí señalaba que Pepe Le Pew “normalizaba la cultura de la violación” y que el ratón Speedy Gonzales “popularizó el estereotipo del mexicano alcohólico y letárgico”.
Sus afirmaciones, que se hicieron virales en las redes, coincidieron con la revelación del portal Deadline de que el recordado zorrillo de los Looney Tunes no formará parte de la nueva cinta de “Space Jam”, a estrenarse en julio próximo. Y aunque la productora Warner no se ha pronunciado oficialmente sobre el motivo de su ausencia, se especula que Le Pew habría sido cancelado por su conducta acosadora: un personaje acostumbrado a abrazar y besar por la fuerza a cuanta figura femenina se cruzara en su camino.
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De hecho, días atrás se supo que los creadores de “Space Jam” rediseñaron al personaje de Lola Bunny para que no luciera un aspecto tan sexualizado como en la película original de los años 90. ¿Simple coincidencia? ¿O hay un esfuerzo genuino de ceñirse a lo políticamente correcto con sus animaciones?
¿CENSURA O REGULACIÓN?
La campaña contra Pepe Le Pew no ha molestado a pocos. La propuesta de censurar a uno de los personajes más clásicos de la Warner Bros ha sido interpretada por muchos como un exceso de conservadurismo, como ya se han visto otros casos recientes (“Peter Pan” retirado de la sección infantil de Disney+, por ejemplo).
Para la escritora peruana Susanne Noltenius, la hoy llamada cultura de la cancelación roza con el oscurantismo. “Borrar las creaciones del pasado por graficar ideas que hoy se consideran inaceptables no hará un mejor presente ni futuro. Al contrario, creo que es indispensable conocer cómo funcionaba la sociedad en un contexto diferente para entender cómo ser mejores”, asegura.
De hecho, una de las soluciones más extendidas en esta polémica es la contextualización del contenido, que explique las razones de sus rasgos más cuestionables, como el hecho de haber sido creado en otro tiempo y bajo diferentes criterios.
Sin embargo, en opinión de la ilustradora Issa Watanabe, estas advertencias con contextualizaciones pueden no resultar tan útiles en programas infantiles: “Yo muchas veces estoy en contra de que se censuren ciertas ficciones, pero en este caso, el de Pepe Le Pew, me parece que el mensaje sí es peligroso y debería regularse –sostiene–. Poner solamente una advertencia de que fue creado en otra época no creo que sea un buen argumento para niñas y niños que igual lo verán y se reirán porque son pequeños. Cuando eres niño no tienes una mirada muy crítica, solo recibes lo que ves. Y más aún si te lo cuenta como algo muy inocente”.
CAMBIO DE PARADIGMAS
Para el ilustrador y humorista gráfico Álvaro Portales, hablar de una cancelación a Pepe Le Pew puede resultar un poco exagerado. “No se puede cancelar a un personaje que ya no existe y que, creo, fue producido máximo hasta los años 90. Además, es muy difícil que este tipo de productos de la cultura de masas puedan ser sacados o eliminados del mercado. Están en Internet, DVD y diferentes soportes”, afirma.
En esa línea, Portales considera que quien quiera volver a ver las historias del zorrillo podrá hacerlo sin problemas. “Yo mismo veo a veces ese tipo de caricaturas y me entretienen un rato; pero es cierto que ya no puedo quitarme de la cabeza que nos hemos criando y alimentado de productos que contribuyen a desarrollar taras con las que nos enfrentamos a diario: el racismo, el sexismo, la homofobia, etc. Y más aún en contenidos humorísticos”, agrega.
Portales se adelantó incluso a esta discusión. Hace unos años, intervino una imagen de Pepe Le Pew en la que forzaba a un abrazo a una gata. El mensaje es tan sencillo como contundente: “Esto es acoso. Para que lo entiendas con dibujitos”, apunta la gráfica.
Ciertamente, hacer el ejercicio de buscar un video de Pepe Le Pew en YouTube puede resultar extraño e incómodo. A la par que se activa la memoria nostálgica de la infancia, no es difícil observar con otros ojos algunas conductas impropias. La figura masculina obligando forcejeando a la femenina sin su consentimiento, o encerrándola bajo llave dentro de una casa, puede resultar chocante. Los tiempos han cambiado, sin duda.
MENSAJE SUBYACENTE
Issa Watanabe pone énfasis, además, en el riesgo que implica la transmisión de mensajes a través de dibujos animados, tradicionalmente dirigidos (o por lo menos más accesibles) al público infantil. “Si ves esos dibujitos de animales, muchas veces edulcorados, puede parecer inocuo; pero lo que está detrás es muy fuerte. Se normalizan situaciones y encima de todo te hacen reír”, advierte.
Watanabe habla con conocimiento de causa. En el 2019, ella publicó el libro “Migrantes”, en el que retrata con figuras de animales el drama de miles de personas que cruzan fronteras en busca de una vida mejor. “Siempre he pensado que las ficciones facilitan que los niños accedan a mensajes más profundos –explica–. La ficción te permite procesar y construir un relato. Y una historia como la de Pepe Le Pew, que se hace desde un lugar en apariencia inocente, está construyendo un relato sobre cómo se pueden relacionar un hombre con una mujer”.
Álvaro Portales también apunta a la diversidad de historias animadas que existen en la actualidad. “La gente no tendría por qué quejarse por una cancelación teniendo ahora una gama infinita de animación para niños y adultos de mejor calidad, con otros recursos para entretener o generar humor y sin cargas de estereotipos”, afirma.
Erradicar o no este tipo de contenido de forma definitiva es una cuestión que seguirá en la controversia y se definirá con el tiempo. En todo caso, el solo hecho de que genere discusión debería entenderse como saludable.
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