Este 2 de noviembre el actor Diego Bertie cumpliría 55 años. Como parte de nuestra remembranza a su carrera recordamos una de sus mejores intepretaciones con “Sin compasión”, filme de Francisco Lombardi permanece como un clásico del cine peruano a 28 años de su estreno. La historia de Ramón Romano, el estudiante universitario con problemas económicos que comete un crimen, le debe su éxito en gran parte a la obra original, la novela “Crimen y castigo” de Fiodor Dostoievski, pero también al trabajo de la adaptación, por el guionista Augusto Cabada, así como del elenco.
Como protagonista estuvo el recordado Diego Bertie, que con solo 26 años interpretó al conflictuado Ramón Romano, basado en Raskolnikov de la novela original, quien asesina a golpes a su casera, la señora Aliaga (Mariella Trejos) y al esposo de esta. En el medio de la trama se encuentran la joven Sonia Martínez (Adriana Dávila), forzada a la prostitución por su situación económica, el mayor de la PNP Portillo (Jorge Chiarella), así como el siniestro Alejandro Velaochaga (Hernán Romero) y el fiel amigo de Ramón, Julián Rázuri (Marcello Rivera).
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¿Cuál fue el reto de encarnar a los personajes? ¿Qué hay de la labor de dirección? Esos y otros detalles fueron revelados a reporteros de El Comercio en 1994. Ante el reciente fallecimiento de Bertie, condensamos las entrevistas y otros detalles recuperados de nuestro archivo periodístico; incluyendo un par de entrevistas de la colega María Rita Ladrón de Guevara. A continuación, la historia que no sabías de “Sin compasión”.
Francisco Lombardi, director (5 de mayo de 1994)
“Cuando uno se plantea una película, no necesariamente es porque no haya otras novelas peruanas u otros guiones. De pronto, releí la novela de Dostoievski, que la había leído cuando niño, y mientras pasaba sus páginas me asombraba el desarrollo de la historia y cuántas semejanzas había —entre lo que ocurría en esa historia de 1860, con la realidad del Perú de hoy— y me pareció estimulante y sugerente hacer una adaptación de un clásico de la literatura. Porque, aunque está inspirada en esa novela, la película es una historia que ocurre aquí y se incorpora a la problemática del Perú. Las coincidencias se dan en muchos aspectos, no sólo en la psicología de los personajes, de la historia en sí, sino además alrededor de las preocupaciones que encierra la novela. ‘Crimen y Castigo’ se preocupa de la violencia. Hay que pensar que esa es la época en la cual se inician los terroristas, la etapa previa a la revolución bolchevique. Resulta interesante que, después de más de cien años, en el Perú hubiera existido un grupo que seguía discutiendo hasta hace una década, alrededor del tema de la ‘violencia buena’, que se justifica, y una ‘violencia mala’. Este es uno de los temas claves de la novela. Entonces... toda esa problemática me hizo pensar que la novela era muy puntual para hacerla acá en el Perú de hoy”.
“Desde que terminé de hacer ‘La Ciudad y los Perros’; mientras no hacía películas, siempre estuve haciendo otras actividades que me permitieran trabajar. Porque, desgraciadamente, la situación del cine en el Perú no es de ahora. Ahora es peor, pero desde hace algunos años, una persona no podía dedicarse exclusivamente a hacer películas. Esta vez me he pasado casi tres años sin hacer cine, dedicado al fútbol [como dirigente]. Pero ha sido todo un tiempo, en el cual hice paralelamente mis actividades como tratar de hacer una película, y a lo mejor hubieran pasado cinco años si es que no conseguíamos ganar el segundo premio en el Festival Latinoamericano de Cine en México, organizado por la Fundación de Cine Latinoamericano y la Secretaría de Gobernación de México. Con los US$ 200 mil que ganamos, hicimos la primera etapa de la película. Y si no, ahí estaría Lombardi esperando”.
Adriana Dávila, actriz de reparto (30 de abril de 1994)
Egresada del colegio Pestalozzi y estudiante de letras en la Católica, desde muy pequeña sintió que tenía carácter para las tablas. Por muchos años sus padres intentaron disuadirla de ser actriz, ya que la consideraban aún muy niña. Pero con sólo 15 años Adriana se inscribió en una audición, sin comentárselo a nadie, y resultó elegida. Rock Pelagatos, de Aristóteles Picho, marcaría el inicio de su carrera. Una carrera que, si bien no muy pródiga en obras, estaba encaminada a lograr pronto un rol principal.
Y fue su físico, sin duda, el que la ayudó para que Lombardi le diera el papel de Sonia. Esta debía dar la imagen de fragilidad e inocencia, a pesar de vivir en un mundo sumamente duro como el de la prostitución. “Definitivamente, al cásting se presentaron artistas mejores, pero yo tenía a favor mi físico, que encaja con lo que el director buscaba —recuerda Adriana—. No es que yo sea una beldad, más bien tengo aspecto de niña. Sin embargo, en la vida real creo que soy enérgica, muy masculina, por así decirlo”, sentencia mientras sus mejillas se ponen rojas. Un color que vuelve a su rostro cuando nos confiesa que antes de la filmación no había leído Crimen y castigo. “Conocía la historia —admite—, la había empezado a leer, pero me pareció muy pesada. Recién la terminé cuando estaba haciendo las pruebas para la película”.
Jorge Chiarella, actor de reparto (9 de mayo de 1994)
Cuando Francisco Lombardi le propuso a ‘Coco’ Chiarella un papel en la película que proyectaba filmar, el director de teatro aceptó gustoso. No era algo nuevo para él, pues había trabajado ya con Pancho en Caídos del cielo y Muerte de un magnate. Papeles tan pequeños que, en Muerte de un magnate su parte “voló” al momento de la edición; pero la experiencia de trabajar en cine y con el mismo director ya la tenía.
Coco hizo un alto en su agitada vida como director creativo de Quorum, escapó de clientes y reuniones, y fue a hacer el cásting para la que, él pensaba, sería otra brevísima aparición cinematográfica. “Me gusta mucho interpretar papeles cortitos. Personajes interesantes que permitan, con pocos rasgos, mostrar una vida interior profunda. Por eso me gustó la oferta”, dice.
Tal como imaginaba, Chiarella hizo la prueba para hacer el papel del profesor y, como un experimento, la del alcohólico padre de la protagonista, finalmente interpretado por Ricardo Fernández. Luego de ver las dos pruebas, Lombardi decidió hacer una prueba más: en el papel del policía. Nada menos que el antagonista del personaje principal. “Un papel fascinante, muy rico, humano, inteligente. Un hombre que cree en la pena como un modo de reincorporarse a la sociedad y no como una venganza. Da oportunidad, pero tampoco concede mucho. Además, es un personaje que se mueve dentro de una gran soledad, con una intensa vida interna y muchas angustias personales”.
Sin duda un papel complejo, que al actor le fue difícil trabajar, obligándolo a hacer un análisis cuidadoso de las angustias y virtudes del personaje. “Me costó mucho encontrar los ejes que lo hicieran fluido. Quería que, sutilmente, fuera mostrando los distintos aspectos de su carácter, que fueran apareciendo de un modo natural”.
Un director de teatro trabajando a las órdenes de un director de cine en la creación de un personaje, suena bastante complicado. ¿No hubo problemas conceptuales? “Al principio teníamos ideas totalmente distintas, pero fuimos conversando y logramos el equilibrio”.
Diego Bertie, protagonista (extracto de dos entrevistas del 1 y 6 de mayo de 1994)
Transformarse en Ramón Romano fue —según manifiesta Diego Bertie— “el trabajo más difícil de mi vida” y que, sin el apoyo del equipo unido y fuerte de `Sin Compasión’, “me hubiera sido terrible trabajar”. Agrega que “confiaron en mí y eso me dio valor y fuerza”.
—¿Te fue difícil construir un personaje como Román Romano?
Me fue muy difícil entrar en su mundo psicológico. Es un ser muy complejo, solitario, que vive en un cuartucho en el centro de Lima y no soporta la injusticia del mundo. A pesar de su aparente crueldad es un ser muy sensible.
—¿Qué tiempo te llevó hacer este personaje?
Tuve dos meses para trabajarlo, pero, a la vez, también toda mi vida. Porque es un personaje que tienes que buscarlo en ti. Yo pensé, cuando leí el guion y la novela, quién de niño no sintió alguna vez el impulso de matar por la injusticia. La forma simbólica de matar de un niño. Es un personaje fascinante porque está escondido en todos nosotros. Lo que yo hice fue humanizarlo (a Romano), ponerme su piel y en cambio darle mi alma, mi respiración. Sentí que todo partía de mi interior y se conectaba con esa contradicción que lo hacía interesante, esa decisión para salir adelante en la vida. Creo que Ramón ha cambiado muchas cosas en mí.
—¿De qué manera influyó?
Sobre cómo existe la capacidad de arrepentirse y comenzar de nuevo, por más grave que sea lo que hayas hecho. En el caso de Ramón, de haber cometido un asesinato, pero se reivindica con la vida a través del amor de otra persona. Eso existe en todas partes, hagas lo que hagas, muchas veces basta con no tener fe, vivir sin creer en nada. Y creo que la única forma de ser uno mismo es a través del amor, de sentir que hay una persona que cree en ti.
—Cuándo terminó el rodaje, ¿qué fue lo que pensaste primero?
Me provocó llorar. La despedida fue dura. Había trabajado con intensidad de principio a fin porque, la verdad, me soplé toda la película. Con todo el sentimiento que nos causa la Navidad filmamos la penúltima escena el 24 de diciembre, y el 26, la última, que también fue el final de la película. ¿Se imaginan la emoción que sentía?
—Antes decías que preferías el teatro a la televisión. Hoy, con dos películas, ¿cuál es tu opinión del cine?
Me encanta el cine. Es mágico, es como armar un rompecabezas por pedacitos, es vivir intensamente por partes, sin conocer el final. “Sin Compasión” me fascinó, es una película dura, que te conecta con la realidad y, en el fondo, te deja un final de esperanza.
Puedes ver esta película de Diego Bertie en Movistar Play.
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