Hay un momento al ver la película peruana “Tayta Shanti” donde dos personajes masculinos se llevan bien. Es una amistad nacida en los andes, en plena celebración de una festividad. Pero de pronto, ante la cercanía, uno de ellos dice: “creo que te estás equivocando”. Es una escena que puede resultar dolorosa, y que representa lo que esta película quiere contar, sobre el choque de la tradición y la identidad humana.
Dirigida por Hans Matos Cámac, “Tayta Shanti” cuenta la historia de varios personajes unidos en torno a la fiesta del Santiago en Huancayo. Por un lado, está Ángela (Julia Thays), quien llega para la celebración desde Lima junto a su hija Angie (María Tesoro); la primera busca conectar con el hombre del que se ha enamorado, la segunda desprecia todo lo que es andino. Ambas son recibidas en casa del primo Marcelo (Gianco Ponce), quien conoce en la ciudad a Sebastián (Laurens Flores); entre ambos surge el vínculo antes mencionado, detonante de uno de los conflictos principales de la cinta.
Precisamente “Tayta Shanti” es el otro nombre con el que se conoce a la fiesta del Santiago, la celebración más grande del Valle del Mantaro. En entrevista con El Comercio, el cineasta cuenta que el evento empezó como un festejo a los animales, a la fertilidad de la tierra. Pero con los años, al volverse la gente más citadina, al ocurrir las migraciones hacia Lima y otras ciudades, la festividad tomó un significado de reencuentro, donde las personas regresan a su tierra para ver a los suyos, familia y amigos. Por años se ha considerado a esta fiesta como algo inamovible, que pase lo que pase siempre estará allí. Pero entonces ocurrió la pandemia del Covid-19.
“Cuando estábamos en el confinamiento, de pronto no podíamos celebrar nuevamente las fiestas tradicionales que por tanto tiempo nos han caracterizado como sociedad y a mí como huancaíno. ¿Qué pasaría si no volvieran a ocurrir?”, contó a este Diario el cineasta, que con esa idea escribe su historia sobre un reencuentro familiar. Con ello, asegura, lo demás cayó por su propio peso, incluyendo la reivindicación de la fiesta, que es el pretexto para explorar a los personajes.
¿La película parte de algún hecho real? No exactamente, pero Matos Cámac cuenta que sí ha sido hecha con honestidad. “Todas [las historias] tienen algún nivel de veracidad, de honestidad. Quizás en algunos momentos, [en esta película hay] situaciones que me ha tocado vivir, que me ha tocado ver. Cada vez que alguien me dice ‘la siento bastante familiar, la siento cercana’ es porque le dimos su dosis de honestidad, obviamente procesada por la ficción”, asegura. Esto ha sido reforzado en parte por la elección de los actores protagónicos, jóvenes huancaínos, quienes pueden relacionar su experiencia personal de vida con el guion. Ese fue el caso de María Tesoro y Gianco Ponce, a quienes el director llama “abanderados de esta generación”.
“En Huancayo no hay escuela de actuación. Luego del casting les enviamos el guion, después seleccionamos otro un grupo más pequeño e hicimos un taller de actuación. En base a eso elegimos a los personajes. Ahí hubo sorpresas”, asegura Matos Cámac, para quien habría sido un despropósito elegir personas no huancaínas para estos roles; era necesario que el Santiago significara algo para quienes darían vida a los personajes.
Perú es un país conservador. ¿Huancayo lo es incluso más? “Yo creo que sí”, dice el director. “La reacción en redes a veces es ‘¿para qué juntar el Santiago con esa historia LGBT?’. Huancayo es, yo creo, mucho más conservador. Vamos a ver cómo reaccionan [los espectadores]. Es parte, yo creo, de una masculinidad muy frágil, este machismo ante alguien de la comunidad LGBT, alguien que es distinto a su ideario de hombre, macho virulento. Estoy seguro que por ahí va a sacar chispas”.