"La última tarde": nuestra opinión de la película peruana
Sebastián Pimentel

Luego de “Cielo oscuro” (2012), el realizador nacional Joel Calero vuelve con “La última tarde”. Como su ópera prima, el filme gira alrededor de conflictos pasionales, aunque esta vez con cierta reflexión sociopolítica sobre el presente y el pasado del Perú. La excusa: dos ex senderistas, Laura (Katerina D’Onofrio) y Ramón (Lucho Cáceres) se han reunido para divorciarse y consumar legalmente una separación ocurrida diecinueve años atrás. Con la necesidad de hacer tiempo ante la demora del juez de turno, deciden caminar y dar un largo paseo, lo que se convertirá, a su vez, en un diálogo que mezcla la rememoración, la reflexión existencial y mucha recriminación mutua. 

A diferencia del realismo sucio de “Cielo oscuro”, esta vez la apuesta de Calero –quien ganó por “La última tarde” el premio a Mejor Director en el Festival de Guadalajara– se decanta por largas y tersas tomas sin cortes que, con fluir acompasado, siguen en primer plano la conversación de sus personajes. Se ha hablado, a propósito de este elegante estilo de seguimiento flotante por las calles, de Richard Linklater y su “Antes del amanecer” (1995). Sin embargo, se trata de una vieja estrategia que puede rastrearse hasta las películas del cineasta francés Éric Rohmer. 

Lo que caracteriza a las películas de Rohmer, como a las de Linklater, es el gusto por la captura de un deambular a primera vista azaroso y anodino, pero que esconde una trama de afectos muy rica en detalles y gestos. Se trata de sentir el paso del tiempo a través de los planos de larga duración, la frescura que implican y, sobre todo, el registro visual y sonoro del habla. Rohmer demostró que filmar un diálogo errático e ininterrumpido lograba una rara interacción entre los rostros y las palabras, y que muchas veces una frase intempestiva y a medio decir podía ser más dolorosa que un disparo de revólver. 

Pues bien, con aplicación y cuidado, Calero extrae algo de esa sustancia tan cómica y dramática como puntillista y evanescente. De hecho, lo mejor del filme recae en las performances de D’Onofrio y Cáceres, quizá los actores de cine más talentosos de su generación en nuestro medio. La primera mitad de la cinta es prueba de ello, en un recorrido por Barranco que va dosificando la información de un pasado misterioso y doloroso, oscuro y lleno de heridas que no han cerrado del todo. 

En efecto, está muy bien logrado el duelo, entre cómplice y antagónico, de un hombre y una mujer que en la superficie han logrado cierto bienestar social y económico. Lo interesante está en lo no dicho, y en lo frágil que puede ser sostener, desde la mirada crítica del pasado, la careta del presente. En cuanto al tema político, la película es lo suficientemente hábil como para no ceder del todo ante discursos aleccionadores. Sin embargo, la verosimilitud del pasado subversivo no llega a igualar el calado del drama sentimental de la pareja. 

La última tarde” es una cinta sobre un tiempo que ha vuelto para cobrar una revancha. Su problema es que, de la naturalidad convincente de la primera mitad, a los retruécanos y el montaje algo artificiales de la segunda, la cinta demuestra que estamos ante un director que todavía está tanteando su propio lenguaje. De hecho, se trata de una película delicada, muy bien actuada y compuesta por la luz neutra, entre blanca y transparente, entre engañosa y melancólica, de Mario Bassino. Pero es de lamentar que su desenlace sea tan impostado, quebrando su frescura en pos de un fatalismo quizá coherente, pero carente de un verdadero desarrollo.

LA FICHA
“La última tarde”
Estrella: 2,5 de 5.
Género: drama.
País y año: Perú, 2016.
Director: Joel Calero.
Actores: Katerina D’Onofrio, Lucho Cáceres.

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