Mafalda se fue a Barranco. Como sucede en el porteño San Telmo, en el Campo San Francisco de Oviedo, o en el distrito de Baruta, en Caracas, puede encontrársele sentadita en su banca, después de jugar en la plaza con su pandilla. La escultura, develada ayer por las autoridades de Barranco y representantes de la Embajada Argentina, es una creación del escultor porteño Pablo Irrgang, el único artista autorizado por el mismo Joaquín Salvador Lavado, para llevar a su personaje a las tres dimensiones.
El encargo para hacer de Mafalda una habitante de estas ciudades resultó de una casualidad, cuenta el escultor. Un funcionario de la Unidad de Proyectos del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que vivía en el edificio en San Telmo donde décadas atrás habitaba Quino y donde dibujaba a Mafalda, llegó donde el artista interesado en encargarle un enorme monumento. Irrgang, autor de otras obras de gran escala para espacios públicos, desestimó tal empresa. Fiel al personaje publicado por primera vez el 29 de septiembre de 1964 en la revista “Primera Plana”, la propuso más bien de tamaño infantil, sentadita en el umbral del edificio. Por cuestiones legales, se optó por situarla en un banco de plaza. “Estoy cumpliendo mi sueño de pibe. Yo era un ávido lector de Mafalda. A los 10 años, en casa hablábamos de Vietnam, del fascismo, de las desigualdades sociales a partir de lo que proponía Mafalda. El personaje es capaz de remover esas ideas en los chicos, algo necesario en momentos tan aciagos como los que estamos viviendo”, señala el artista.
Otra exigencia del escultor fue sumar al mismo Quino al proyecto. Así, Irrgang le enviaba bocetos y fotos de una versión a escala al historietista a su casa en Milán, y Quino le devolvía algunas correcciones. Luego, en su vuelta a Buenos Aires, pasó por el taller. El escultor recuerda aquel encuentro: “¡Bienvenido, maestro! ¿Cómo le va?”, le saludó. El dibujante le devolvió un lacónico “Mal, todo mal”. Ese día acababa de ir al oftalmólogo, y el diagnóstico fue duro: el dibujante iba a quedarse ciego.
Sin embargo, al entrar al taller y ver la escultura, su malhumor tornó en alegría. “Queríamos lograr en la escultura la síntesis gráfica que hacía Quino con planos y líneas espontáneas. Negociamos y logramos una buena síntesis. Lo que a mí más me satisfizo de toda esta historia es que él sintiera que la obra encarnaba a su personaje”, indicó. “Lo más lindo de Mafalda es que es totalmente transversal. Genera empatía donde esté. La gente siente ternura con esta chica rebelde, feminista, libertaria. Cada fin de semana, en San Telmo la gente hace colas para sacarse una foto con ella! Obviamente, el mérito es de Quino”, añade.
─¿Cómo llevar la aparente sencillez de la historieta al volumen de la escultura?
Hay cuestiones que tienen que ver con la síntesis gráfica. Cómo enganchaba el moño en su flequillo, cuál era el volumen apropiado, por ejemplo. Son detalles sutiles, que uno no ve a primera vista en la escultura, pero que generan un impacto en el espectador. Los detalles y las texturas enriquecen la representación. Hace que no sea un mero muñecote de Mafalda.
─Has creado en Buenos Aires esculturas de gran formato para el espacio público, y sin embargo, una pieza tan pequeña como Mafalda es la que más llama la atención de la gente, alborota todo un barrio. ¿Cómo sientes esa empatía?
Eso es lo más lindo del personaje: es totalmente transversal. Genera empatía en el lugar en el que esté. Es algo propio de Quino, que es el maestro, y de su personaje. La gente siente ternura con esta chica rebelde, feminista, libertaria. Jugando, siempre digo que Mafalda me convirtió en un escultor pop. ¡No encuentro otro escultor cuyo trabajo en la calle haga que la gente haga colas para sacarse la foto! Algo que sucede en San Telmo cada fin de semana. Obviamente, el mérito es de Quino.
─Tu primera Mafalda se instaló en el Barrio de San Telmo, y luego hay otras siete repartidas en el mundo, siendo la octava la que acabas de instalar en Barranco. ¿Cómo desarrollas esa producción?
Es un tiraje artesanal. Yo trabajo a partir del original que modelé junto a Quino, un molde que me permite seriarlo. El único detalle que varía es el tono de la piel y el color del vestido.
─Mafalda te llevó luego a toda la serie de personajes que esculpiste para el paseo de la historieta en Buenos Aires.
Me abrió una puerta, claro. A partir de Mafalda, hice otros diez personajes para el Paseo de la historieta. Hice a Clemente, Super hijitus y larguirucho, Inodoro Pereyra y Mendieta, El Eternauta fue la última que hice.
─Que justamente retiró luego el alcalde “por cuestiones políticas”, según dijo…
Siempre pasan estas cosas políticas. El Eternauta fue la última inaugurarse a pedido el Comité de notables que presidía el Museo del humor en ese momento. Es una figura ícono de la historieta argentina, pero el macrismo se oponía porque lo consideraba un símbolo peronista. Finalmente la pudieron dos meses antes que Macri asumiera el gobierno, y luego la retiraron. Pregunté por qué y me respondieron “por razones políticas”. Sentí mucha indignación. Recién la acaban de reponer, hace dos meses.
─¿Es cierto que una de tus Mafalda se perdió en un avión de Iberia rumbo a Barcelona?
Esa fue la que hicimos el año pasado para Barcelona. Viajé con la familia, muy contento. Y estábamos en el aeropuerto, y vemos llegar la caja con la escultura de Susanita, luego la caja con Manolito, y Mafalda no aparecía. Nos quedamos ahí varios días, esperando. Me contacta un periodista argentino de La Nación e hizo una nota al respecto. “Iberia perdió a Mafalda”, la tituló. Al día siguiente apareció. Se había quedado perdida en algún lugar del aeropuerto. Y ya no pude estar para la inauguración. Felizmente ya está emplazada y la gente se saca fotos con ella.
─Siempre se teme lo que le puede pasar a una de tus esculturas en espacio público. ¿Suele haber vandalismo con tus obras o más bien hay un respeto al personaje?
Si hay mala intención, se puede dañar cualquier obra. Sea una obra de resina epoxi como ésta o una escultura de mármol o de bronce. Uno puede trabajar técnicamente de la manera que permita la mejor limpieza, la mayor durabilidad, la mejor dureza de la obra para la interacción con la gente. La apuesta para mí tiene que ser al espacio público. No puede ser que, porque existan posibilidades de vandalismo, renunciemos al espacio público. Al contrario, hay que redoblar la apuesta con educación y con apuesta cultural. El riesgo siempre existe, pero te diré algo: de esas ocho esculturas en diferentes ciudades, ninguna fue vandalizada.
─Cosa que sí ocurre con el “Gaturro” de Nick, vandalizado en Buenos aires como un acto de justicia, quizás. ¿Qué opinas?
He tenido la suerte de no hacerlo. Pero realmente es un personaje que en mucha gente genera mucha antipatía. Principalmente, porque es un plagiario comprobado. Le ha robado a todos sus colegas. Chistes literales, de Quino, de Fontanarrosa, y de un montón de otros humoristas. Y a mucha gente nos indigna eso. ¡Qué necesidad! ¿No tienes un gramo de decencia ni de creatividad para estar robándole sus chistes a los maestros?
─Supongo que una de las cosas que más te entusiasman es la respuesta de la gente. ¿Qué es lo más bonito que te ha dicho la gente?
La Mafalda que inauguré en Baruta, un barrio de Caracas, fue una de las de las más tiernas. Se me acercó una señora anciana a saludarme, y me regaló unos dibujitos que hizo ella de Mafalda a lápiz, medio borroneados y hermosos. Recibir esa ternura, como la de los nenes, que dibujaban sus propias Mafaldas fue maravilloso. Genera algo muy lindo. Pero no es algo propio, es por el personaje. Yo insisto: soy solo un intérprete, un retratista de este gran personaje.
─¿Tienes en proyecto otros barrios para otras Mafaldas?
Aparte de proyectos que no puedo adelantar, tengo dos sueños: Mafalda quería ser intérprete en las Naciones Unidas y ese sería un objetivo: ponerla en algún lugar del edificio, para que los diplomáticos se saquen una foto y se inspiren para sus diálogos posteriores, e intentar ponerse de acuerdo en este mundo tan enrevesado. Otro lugar que me encantaría sería llevarla a China. ¡Mafalda tiene un montón de chistes sobre China! Y en China la han traducido también. Mafalda se merece encontrar un espacio por ahí también.
Octava de su tipo en el mundo
La escultura de Mafalda se ha instalado de forma permanente en la segunda cuadra del Boulevard Sáenz Peña, en el distrito de Barranco. Es una iniciativa conjunta de la Embajada de la República Argentina en el Perú y la Municipalidad de Barranco, gracias al apoyo de las empresas argentinas Pluspetrol y Haug S.A. y con el acompañamiento de Aloft Lima Miraflores Hotel.
Esta escultura de Mafalda será la octava de su tipo en el mundo y la cuarta fuera de Argentina. La primera de ellas fue instalada en 2009 en el barrio de San Telmo de la ciudad de Buenos Aires, en la esquina de donde por muchos años vivió Quino. Rápidamente se transformó en una meca de atracción para los turistas y desde entonces, Pablo Irrgang creo nuevas versiones para Mendoza (Argentina), San Salvador de Jujuy (Argentina), Mar de Cobo (Argentina), Oviedo (España), Santa Coloma de Gramanet (España) y Baruta (Venezuela).