La obra de Natalia Iguiñiz ha sido un permanente desafío a las normas de una sociedad marcada por la discriminación, la violencia machista y la minusvaloración de la mujer, así como la exclusión social. Hace tres años se presentó una retrospectiva de su trabajo, bajo el título de “Energías Sociales / Fuerzas Vitales. Natalia Iguiñiz: Arte, Activismo, Feminismo (1994-2018)”, ahí se puso en contexto algunos de sus proyectos más significativos como “Perrahabl@” (1999), “La otra” (2001), o “Pequeñas historias de maternidad” (2005-2015), en los que utilizó distintos medios como la fotografía, el grabado, la instalación, la intervención de espacios públicos para comunicar sus inquietantes mensajes a audiencias mayores.
“Esa muestra fue como un parteaguas —dice la artista—, una mira 25 años de trabajo y se pregunta qué pasará después, hacia dónde voy. Después de ese momento de revisión, decidí empezar de nuevo, con lo mínimo, y qué es lo mínimo que se necesita para decir algo: un pedazo de cartón. Esto ha sido como volver al origen”.
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De esta manera, Iguiñiz inauguró en noviembre de 2020 una exposición que nacía de una idea que venía madurando desde mucho tiempo atrás, inspirada en esos letreros de cartón amarrados en los postes, en los que alguien, en medio de la desesperación, pide algún tipo de ayuda: un empleo, medicinas o dinero para comer. “Siempre me causaba desolación ver esos pedidos de auxilio —cuenta—, en su misma precariedad y su disposición en lugares inaccesibles, esos letreros eran como botellas tiradas al mar”.
A partir de esa impotencia, de lo difíciles que son los tiempos en cuanto a la violencia de género y al abandono del Estado a temas vinculados con la educación y la salud, algo que se agravó con la pandemia, nació “Dejo este cuerpo aquí”. Se trata de un proyecto recientemente expuesto y que consta de tres partes: un archivo fotográfico, donde se registra el uso del cartón para la elaboración de letreros de ayuda, pero también de protesta; segundo, una instalación hecha con piezas de cartón que muestran serigrafías del cuerpo fragmentado de una mujer (la propia Iguiñiz), a la que se añaden frases tomadas de “Los diarios del cáncer”, de Audre Lorde, carteles que la artista se dedicó a colgar en distintos puntos de la ciudad. Y, por último, las fotografías que documentan esa intervención.
Un cuerpo yacente
Una de esas piezas, Iguiñiz presenta ahora para el proyecto De Voz a Voz Perú. “Tenía varias opciones —dice— pero elegí esta para que se aprovechara mejor la página del diario que es vertical y, sobre todo, porque permite ver la materialidad del cartón. Si mostraba algunas de las fotos tomadas de la documentación en la calle se iba a perder un poco el trabajo mismo”.
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Una parte interesante de este trabajo —un cuerpo yacente mutilado abandonado en una calle— es que su ejecución coincidió no solo con la pandemia, un momento en que se pierden muchas vidas, sino también con la crisis política de noviembre pasado que provocó la muerte de dos valerosos jóvenes por defender la democracia, mientras muchos otros quedaron heridos.
En buena medida, ese cuerpo yacente sobre un cartón presentado por Iguiñiz también se convierte en símbolo de estos días. “La muestra si bien venia macerándose desde antes, se dio en el contexto de la pandemia, de la crisis y la inestabilidad política y, creo, ha podido dialogar con eso; ha podido ser un eco, y no es algo que me haya planteado de antemano, sino que coincidió con el ánimo de la época. En realidad, nadie crea de la nada, sino de lo que está viviendo y respirando”, afirma la artista.
Por eso, en el texto que acompañó la exhibición, ella escribió: “En las ciudades los cartones están al alcance de todes, son parte de nuestro cotidiano envasado. Llevan, traen y son basura, como nuestros cuerpos cuando enfermamos, cuando empobrecemos, cuando somos descartadas, violentadas, esterilizadas, mutiladas, quemadas, y, sin embargo; los cartones están ahí para abrigarnos y llevar nuestros mensajes más desesperados y nuestra rabia”.
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