El papá superhéroe. El jefe de familia. El valiente y trabajador, amoroso y celoso. Los estereotipos abundan al momento de esbozar la figura del padre en la ficción. Y, en mayor o menor medida, esas representaciones no solo se nutren de prototipos de la vida real, sino que luego repercuten en ella. Ida y venida dentro de un círculo vicioso del que a veces es difícil salir.
Tras lo cual aparecen los denominados ‘daddy issues’ que se han convertido en un tema predilecto de libros y películas. La autoficción, en particular, parece especialmente obsesionada con los líos entre padres e hijos: hay muchas obras notables sobre ello, pero también una abundancia de las que no salen de los conflictos repetitivos y sin interés.
Un ejemplo reciente y destacable de autoficción sobre la paternidad es la novela “Ordesa”, del español Manuel Vilas. Se trata de un retrato descarnado sobre el propio autor, en el que reflexiona sobre su doble condición de hijo y padre. Hay lecciones y errores repetidos, arrepentimientos, pero sobre todo la firma intención de poner por escrito las dificultades, frustraciones y vergüenzas de no ser un padre ideal (o lo que la sociedad pretende que sea un padre ideal).
Otro español, Sergio del Molino, publicó un libro hermoso y aterrador: “La hora violeta”, del 2013, que aborda el trágico período de un año entre que su pequeño hijo es diagnosticado con leucemia y el día en que finalmente muere. La novela es, en propias palabras del autor, un intento de “transformar la rabia en amor”; una lectura que nos quiebra por su honda humanidad, pero que es en sí misma una extraordinaria obra literaria que captura a un padre en toda su fragilidad e impotencia.
“El padre infiel”, del italiano Antonio Scurati, es otra novela que captura las nuevas paternidades con inquietante detalle. Y no porque las infidelidades de un padre clasemediero como el del libro sean nuevas, sino porque las representa sin prejuzgarlas y porque, además, evitar relegar a la madre y esposa a una figura meramente secundaria dentro de ese hogar en franca descomposición. “El padre infiel” explora a un padre, a una familia, pero también las taras de toda una sociedad típica del siglo XXI.
Dos películas más o menos recientes sobre la paternidad para destacar: “Nebraska”, de Alexander Payne, que lidia con las complejidades de la senilidad y conmueve sin necesidad de romantizar los vínculos afectivos; y “Beautiful Boy”, que tiene ciertas falencias narrativas, pero destaca por las actuaciones de Steve Carell y Timothée Chalamet como un padre y su hijo adicto a las drogas.
LO QUE NO SE VE
El tema LGTBI vinculado a la paternidad ha sido aún poco abordado. Pionera en ese campo es “El enigma”, de la autora trans Jan Morris, antes James Morris, un reconocido periodista inglés, casado y padre de cinco hijos. En este libro, ella narra su experiencia en torno al cambio de sexo, tirándose abajo varios presupuestos, como el hecho de que la consideren homosexual por sentirse atraída por los hombres. Nada de eso: el único dilema de Morris es que siempre se sintió mujer, a pesar de su cuerpo. Y desarrolla la historia de su vida con ironía y sensibilidad.
En tono de comedia, “Beginners”, película de Mike Mills, cuenta la historia de un hombre (Ewan McGregor) cuyo padre (extraordinario papel de Christopher Plummer) le revela que es homosexual a la edad de 75 años. Un filme sobre la liberación tardía, pero no menos intensa, también afectada por el peso de la vejez, la enfermedad y la muerte.
A nivel local, hay dos obras para prestar atención. Una es la premiada película “Retablo”, de Álvaro Delgado Aparicio, sobre un hijo que descubre la homosexualidad de su padre en un pequeño pueblo de Ayacucho. En ella se abordan temas como el prejuicio, la homofobia y el conservadurismo de una sociedad que no puede desprenderse de la noción de lo “tradicional”.
La otra es la novela “Cuando los hijos duermen”, del escritor peruano Juan Carlos Cortázar. Cuenta la historia de Adrián, un hombre que parece llevar una vida convencional, matrimonio y paternidad de por medio; pero pronto conocerá a un hombre del que se enamorará y con quien explorará las emociones y complejidades de la situación.
“Es posible que abordar la experiencia de ser padre y a la vez ser abiertamente homo, bi o transexual, sea algo que todavía resulta dificultado por la mirada heteronormativa, para la cual la idea de ‘criar hijos’ es uno de sus núcleos representativos centrales”, opina Cortázar, quien reconoce que se ha escrito o filmado muy poco sobre la cuestión específica de la paternidad de personas LGTBI.
Entonces, ¿es necesario que existan más representaciones como esta (y como otras paternidades atípicas)? “No creo que en arte haya nada ‘necesario’ –apunta Cortázar–. No soy muy fan del arte militante, es decir, por la idea de que el arte, la escritura en este caso, tenga como un posible fin ‘visibilizar’ determinadas situaciones (eso puede ser un efecto del arte, pero no creo que su fin, que en mi opinión es siempre estético). Por tanto, no creo que la rareza de abordajes de la experiencia de paternidad homo, bi o trans debiera llevarnos a la supuesta necesidad de abordar esta experiencia. Se abordará si hay personas que sientan el impulso a mirar dentro de dicha experiencia usando la escritura como medio”.
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