Grabado que ilustra a las víctimas de la fiebre amarilla en la ciudad de Memphis, en Estados Unidos, a mediados de siglo XIX. La enfermedad se extendió también a nuestras costas en la misma época.
Grabado que ilustra a las víctimas de la fiebre amarilla en la ciudad de Memphis, en Estados Unidos, a mediados de siglo XIX. La enfermedad se extendió también a nuestras costas en la misma época.
Enrique Planas

“Me dirijo a ustedes esta noche, en una circunstancia difícil, como muchas que nos ha tocado vivir a lo largo de nuestra historia”, tras este preámbulo, el decretó, la noche del domingo, el estado de emergencia por 15 días para evitar la propagación del COVID-19 en el país.


La caída del imperio inca empezó con la epidemia de viruela que generó la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa (Foto: Wikimedia)
La caída del imperio inca empezó con la epidemia de viruela que generó la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa (Foto: Wikimedia)

Para la historia de la medicina peruana, el proemio del presidente resulta preciso. La del coronavirus no es la primera crisis sanitaria que los peruanos hemos enfrentado. En el último cuarto de siglo mucho es lo que se ha investigado sobre cuánto han contaminado las grandes plagas los procesos históricos en el Perú. Estudios del doctor Oswaldo Salaverry o de historiadores como Marcos Cueto, Jorge Lossio y Carlos Carcelén son claves en una linea que intersecta la salud y la historiografía.

PAÍS QUE CONTAGIA

Para el historiador Cristóbal Aljovín de Losada, el mismo origen del Perú como hoy lo conocemos está marcado por un colapso demográfico generado por la conquista española. Para el profesor sanmarquino, la investigación más importante sobre el impacto de las epidemias del Viejo Mundo en los Andes en esa época la realizó el historiador estadounidense David Cook en 1981. “La gran pregunta tiene que ver con cuántas personas murieron. Se habla de una población original de diez o doce millones de personas, y en 1570 (con la “visita general” del virrey Toledo), se registró solo un millón y medio”, explica.

Desde fines del siglo XV, la expansión europea fue un desastre no solo en América, sino para toda la población mundial.
Desde fines del siglo XV, la expansión europea fue un desastre no solo en América, sino para toda la población mundial.

Como señala Aljovín, esta caída demográfica tuvo su correlato con el trauma de la conquista en el mundo andino. En solo medio siglo, de cada diez personas solo una haya sobrevivido. “La guerra civil entre Huáscar y Atahualpa se debió a la epidemia de viruela, que mató al Inca Huayna Cápac antes de la llegada de los españoles. La expansión europea fue un desastre no solo en América, sino para toda la población mundial. La población de Hawai, por ejemplo, casi desapareció en aquellos años”, afirma.

A las sucesivas epidemias (de viruela en 1586 y en 1591, de difteria en el Cusco en 1614), se sumó la mortandad tras el auge minero de Potosí entre 1575-1635 qu7e generó un desbande en las poblaciones indígenas. Masivas migraciones que configuraron en el mundo andino la imagen del “indio forastero”, aquel que no pertenecía a la comunidad.

Una demostración de que las epidemias tienen un correlato en las esferas políticas, económicas y sociales es que en el Perú del siglo XVI, la propiedad agraria se transformó a causa de la caída demográfica. “El territorio que se iba despoblando sería luego la base para las haciendas durante la colonia”, señala. Por su parte, según el historiador Nicanor Domínguez, recién a mediados del siglo XVII esta caída demográfica se detuvo, por el desarrollo natural de ‘anticuerpos’ resistentes a las enfermedades entre la población andina.

LIMPIAR LA CIUDAD

En los casi 200 años del Perú republicano también hemos conocido de momentos críticos. En 1852, 1853 y 1854, Lima y el Callao sufrieron el “flagelo amarillo”, junto con otras ciudades frente al Océano pacífico como Nueva Orleans, Panamá y Guayaquil. Según refiere el doctor Hermilio Valdizán en su Diccionario de la medicina peruana, el número de enfermos fue muy elevado pero la mortandad fue relativamente pequeña, con 810 víctimas en total.

Estragos causados por la fiebre amarilla en la ciudad de Filadelgia, a mediados del siglo XIX. La Pandemia alcanzó el puerto del Callao y Lima.
Estragos causados por la fiebre amarilla en la ciudad de Filadelgia, a mediados del siglo XIX. La Pandemia alcanzó el puerto del Callao y Lima.

En 1868, quince años después, un nuevo brote de fiebre amarilla apareció en pleno verano y duró hasta mediados de julio, con 6 mil víctimas. El historiador Cristóbal Aljovín advierte que fue aquí en que el éxito de la gestión del Manuel Pardo, entonces presidente de la Beneficencia Pública de Lima durante la epidemia, (de 1869 a 1870) fue fundamental para convertirse en Alcalde de Lima al año siguiente y en presidente de la República en 1872.

“En terminos políticos, la epidemia de fiebre amarilla generó un fenómeno interesante: fue el primer intento por construir una moderna política de Estado en salud en el siglo XIX. La gestión de Pardo se dedicó a resolver la crisis sanitaria, organizó el recojo de basura y el tratamiento de las aguas negras. Desde la Municipalidad de Lima se fue asumiendo una cultura de salud pública”, explica Aljovín.

EL VIRUS NOS RETA

Así, está claro que a lo largo de la historia, las enfermedades han sido un reto para el fortalecimiento de las políticas públicas en nuestro país. Fueron las epidemias de Cólera del siglo XIX las que motivaron un simple cambio de hábito: dejar de arrojar la basura a las acequias, y eliminar el foco infeccioso con un nuevo sistema de alcantarillado. Pardo, y después Augusto B. Leguía, se enfocaron en la construcción de arbolados espacios públicos, atendiendo a modernas políticas sanitarias, así como nuevas obras de agua y desagüe. Respuestas de un Estado que hacía frente al crecimiento de ciudades cada vez más complejas.

Como advierte Aljovín, hoy el escenario urbano es mucho más exigente. “Tenemos graves problemas, una mayor concentración de la población en espacios reducidos, y contamos con medios de comunicación y redes sociales que nos mantienen siempre conectados pero que también pueden genera pánico”, explica. Por eso, esta nueva crisis sanitaria nos plantea diversos retos: desde mejorar las prácticas de higiene hasta imaginar nuevas formas de trabajo más allá de la presencial. Como en tantos ejemplos que nos da la historia, nos exige cambiar.


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