Se acaba de publicar el libro “25 peruanos del siglo XX”, en el que la poeta y escritora Giovanna Pollarolo colabora con un ensayo dedicado a la figura de Blanca Varela (1926-2009), considerada hoy como una de las voces más importantes de la poesía en español. Sin embargo, hace 20 años, cuando Varela fue galardonada con el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo su obra no era tan conocida en el ámbito hispanoamericano, ¿cuánto ha variado la recepción de su poesía entre las nuevas generaciones, sobre todo de poetas mujeres? ¿Qué sitial ocupa Blanca Varela en el canon de la poesía peruana? De eso conversamos con Pollarolo, una gran conocedora de la obra de la autora de “Ese puerto existe”.
Hace 20 años, Blanca recibió el premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo, y destacas en el ensayo el tema de la visibilidad de su obra, ¿cuánto influyó el premio en ello y cuánto ha variado eso en los últimos años?
Es verdad. Y no solo este premio sino el Reina Sofía el 2007 y luego su muerte, en 2009, contribuyó, paradójicamente a hacerla más conocida. En el ensayo digo que cuando le dan estos premios, ella comienza a salir de las páginas culturales de los diarios hacia un público más amplio. Blanca siempre fue una poeta muy respetada entre esa inmensa minoría de lectores de poesía. El premio la sacó un poco de ese espacio, pero dentro de esa minoría. Quizás solo de autores como Pablo Neruda o Gabriela Mistral se pueda decir que son verdaderamente masivos. No quiero generalizar, pero creo que no hay poetas así ahora que lleguen a sectores tan amplios. Volviendo a Blanca, cuando se le dio el premio, se le abrieron otras puertas, a pesar de que ya era conocida, ya había sido editada en el extranjero. Luego de su muerte sus lectores fueron aumentando y creo que en ello tiene que ver esa edición tan bonita de su poesía del Círculo de Lectores, titulada “Donde todo termina abre las alas”.
Muchas poetas de los años 80 y 90 vieron en ella a la abanderada de la poesía femenina en el Perú, ¿cómo viste ese momento?
Fue vista como el modelo a seguir, aunque Blanca fue respetada desde siempre. Fue la solitaria. Ella misma lo decía, era la única mujer entre una generación de poetas hombres, en los años 50. Ahora, recién se están rescatando otras voces ignoradas, pero eso no le quita nada a Blanca… Efectivamente, fue un icono para la generación de los 80, que tiene otro icono también que es Carmen Ollé, yo creo que Blanca y Carmen son como los pilares en esos años.
En el caso tuyo como poeta, ¿cuál fue tu relación con Blanca?
Leer a Blanca me llevó también a acercarme a ella, y ella acogió a las poetas que eran menores, con las que dialogó no solo de poesía, sino se generó una relación más allá de la literatura. Estoy hablando de mediados de los años 80, cuando ella era ya un ícono. Recuerdo que participaba poco en presentaciones de libros y no le gustaba escribir prólogos, pero ella hace este prólogo al libro de Carmen [Ollé] “Por qué hacen tanto ruido”, y fue bastante bueno. Yo creo que había una admiración y también amistad entre las poetas.
La poesía de Blanca Varela dice mucho con pocas palabras, en ese sentido es hipoverbal, ¿cómo describirías su poética?
Ciertamente, es una poesía de una economía total. No le sobra nada. Es concisa y potente, inclusive dentro de su hermetismo. Justamente, por ser tan concisa es cero explicativa, es como esos cuadros que te impactan y no tienes que entender el argumento para admirarlos. En esta escritura radical, potente, hay una coherencia, hay imágenes tan sugerentes…
En el ensayo señalas que se trata de una “poesía implacable, dura, áspera que cuestiona y acusa a la vez”.
Sí, hay muchos ejemplos, en los que interpela al lector.
Dices también que tenía una gran modestia para hablar de su propia obra
Lo que creo es que a Blanca le interesaba mucho la vida de la gente, de sus amigas, amigos, y el día a día. No es que no hablara de poesía, pero ella prefería la conversación de lo cotidiano, no se ponía en una posición de explicar su obra… Cuando uno le decía un hallazgo en ella, respondía, “¿Así? Yo no sé” … Cuando una profesora interpretó su obra, ella se sorprendía y con cierta ironía decía, “tan importantes son esos librejos que yo he escrito”. Pero ella sabía que no había escrito librejos, pero tenía ese humor, esa ironía. Ella sabía que era una buena poeta y se tomaba su trabajo muy en serio, era muy exigente consigo misma. Uno lee su poesía y se da cuenta que es una poesía muy trabajada. Ella era muy exigente, muy contenida, corregía mucho, trabajaba mucho sus poemas.
Se habla mucho de la influencia de Octavio Paz, pero ella también decía que había sentido una gran influencia de Arguedas en la época en que pasaban los veranos en Supe.
Claro, esa generación… también con Vargas Llosa, con José Miguel Oviedo, en los años 60. Ella vivía en Santa Beatriz y era un barrio de poetas. La casa de la mamá de Blanca estaba muy cerca de la casa de Javier Sologuren, de Jorge Eduardo Eielson…
¿Qué lugar crees que ocupa Blanca en el canon de la poesía peruana? ¿Fue una de las voces principales de la generación del 50?
Sin duda, Blanca fue muy admirada por los poetas de su generación, no ocurrió con ella lo pasó en los años 80, pues si tú hablas con cualquiera de las poetas de esos años, te dirán que había una suerte de marginación con ellas. Se organizaban mesas de poesía de los años 50, 60, 70 y, aparte, una mesa de poesía de mujeres, como si fuera un paquete. Eso no le pasó a Blanca en los años 50. Ella fue reconocida por la crítica, creo que nunca nadie puso en duda la calidad de su poesía.
Como dijiste es una poesía potente que exige atención en el lector
Tiene que construirle el sentido. Por ejemplo, ese poema ‘Ternera acosada por tábanos’, de “Ejercicios materiales”. Dice: “Podría describirla / ¿tenía nariz ojos boca oídos? /¿tenía pies cabeza? / ¿tenía extremidades?”, te introduce en un mundo en que tú, como lector, dices qué es esto, ¿es un monstruo? No sabes lo que tiene. “Solo recuerdo al animal más tierno / llevando a cuestas / como otra piel / aquel halo de sucia luz”. Es algo que no puede nombrar y esa es la poesía de Blanca, que pone imágenes a las que uno no sabe cómo nombrar.
¿Una lucha entre lo que se puede y no se puede simbolizar?
Sí, ese poema a mí me gusta mucho y termina bellísimo: “Ah, señor / que horrible dolor en los ojos / qué agua amarga en la boca / de aquel intolerable mediodía / en que más rápida más lenta / más antigua y oscura que la muerte / a mi lado / coronada de moscas pasó la vida”. Como dices no utiliza grandes términos, pero es esta combinación. Esa imagen “coronada de moscas”. Todos alguna vez hemos visto las moscas revoloteando, pero no se nos hubiera ocurrido crear ese verso. Es tan bueno que hay un libro de Margo Glantz de su viaje a la India que se llama así “Coronada de moscas”, en el que ella cita el verso de Blanca.
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La figura de Blanca Varela es una de las destacadas en el libro “25 peruanos del siglo XX”, publicado por la Editorial de la UPC y que, como afirma la editora Magda Simons, busca llamar la atención sobre personajes ligados a la política, la historia, la cultura y la ciencia que han tenido una visión del país y de la nación. El libro parte de una edición de 2010, a la que se han agregado cinco nuevos personajes, entre los que sobresalen Doris Gibson y Tilsa Tsuchiya. Un aspecto que llama la atención es que del gran número de seleccionados, solo tres son mujeres: “Sabemos que estamos en deuda en la equidad de género —explica Simons— pero habría que precisar que si bien hay pocas mujeres, entre los ensayistas sí hay una notoria presencia femenina”. Entre los autores reseñados figuran Manuel González Prada, Julio C. Tello, César Vallejo, José Carlos Mariátegui, Honorio Delgado, Víctor Raúl Haya de la Torre, José María Arguedas, Fernando Belaunde, Javier Pérez de Cuéllar y Fernando de Szyszlo.
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