Ella es interesada, llena de secretos y suele mentir. Él es sarcástico, crudo y siempre oportuno. Ella no admite culpas ni errores. Él no perdona culpas ni errores. La política y el humor tienen una relación tensa, tersa y terca.
Para Gonzalo Arias, sociólogo autor del libro “Gustar, ganar y gobernar” el humor tiene una virtud que todo político ansía, la posibilidad de trascender y vencer el olvido. “El humor logra permanecer donde la mayoría de los políticos no logran hacer pie: llega al corazón de las personas, pero descansa en la memoria por un largo tiempo. Siempre está allí el recuerdo de aquello que nos hizo reír alguna vez, que nos hizo pasar una noche agradable frente al televisor, o que se burló con nosotros de aquel político pulcro que solo discutía temas serios para el país”, sostiene Arias.
Por su parte, el novelista y ensayista Andrés Barba, ha asegurado que la contundencia del humor está en la verdad que se asoma entre carcajada y carcajada y en ese sentido el humor termina legitimando lo que sucedió. “Donde alguien ríe hay algo que se produce con verdad. ¿Por qué nos da tanto miedo la risa? Porque parece poner de manifiesto (a veces contra nuestra propia voluntad) algo que se estaba produciendo en el interior, algo que es cierto. No hay, por tanto, nada más legitimador que el humor. No hay arma política más eficaz que conseguir que todo el mundo se ría de algo”, explica Barba.
Si es verdad que el humor es el arma del débil contra el fuerte, es posible que la política esté condenada a perder la batalla eternamente. De hecho, muchos políticos se han resignado a ser imitados y parodiados. Algunos hasta han llegado a solicitar que los imiten porque sabían que era una forma de estar presente en la mente de los votantes.
Humoristas vs políticos
Hay comediantes que han construido carreras muy exitosas a partir burlarse de los políticos. Uno de los pioneros a nivel nacional fue el humorista Tulio Loza quien inmortalizó a un personaje que caló en el público: “Camotillo El Tinterillo” era un político bien versado, de labia aguda y muy histriónico que hacía comentarios, promesas y observaciones de la política. “Es uno de los personajes que más quiero volver a hacer, pero también uno de los que más problemas me ha traído, me metían preso a cada rato, me decían qué decir y qué no. A mí me botaron de este país por ‘Camotillo’”, ha dicho Loza en una entrevista en octubre del año pasado.
Jon Stewart condujo durante 16 años “The Daily Show”, un programa donde hacía comentarios con mucho humor sobre la realidad política de Estados Unidos. Tuvo tanto éxito que el sueldo de Stewart era de los más altos entre los conductores de late night shows y oscilaba entre 20 y 25 millones de dólares al año. El último episodio del programa contó con políticos a los que Stewart había criticado a lo largo de los años, incluyendo a Bill O’Reilly, John McCain, Chris Christie, y Hillary Clinton.
Otro caso, esta vez a nivel latinoamericano es el de Chumel Torres, un comediante mexicano que comenzó con un canal de YouTube llamado “El pulso de la nación” y rápidamente su estilo irreverente, su agilidad mental y buenos guiones despertaron el interés de las cadenas de televisión de su país. Pero él no quería ver comprometida su línea editorial, así que se mantuvo alejado de la señal abierta, hasta que HBO le ofreció un programa. Hoy es uno de los youtubers más seguidos y su programa en HBO llamado “Chumel con Chumel Torres” es visto en todo Latinoamérica.
Otro caso a nivel nacional es el de “Los chistosos”, programa conducido por Hernán Vidaurre, Guillermo Rossini, Manolo Rojas y Giovanna Castro, quienes se han burlado de los políticos y de la política durante años desde su espacio radial. Con mucho ingenio y rapidez son capaces de montar entrevistas con los protagonistas de las noticias en cuestión de segundos y provocar carcajadas sin pausa.