Un día de 1827, en Bruselas, el general José Francisco de San Martín es retratado al óleo con la bandera albiceleste argentina envuelta alrededor del pecho. Entonces, tenía 49 años y vivía en el exilio, después de haber gestado las independencias de Argentina, Chile y Perú. Su hija Mercedes tenía 13 años y la leyenda dice que fue la profesora belga de pintura de la niña, quien esa tarde tomó los pinceles y retrató al héroe. No existe manera de saber si aquello fue cierto, pero sí hay un hecho incontrastable: San Martín colocó esa pintura en su habitación y no se separó de ella nunca más. ¿Era su retrato más fidedigno? ¿Era la pintura que mejor impresión le causó de todas las que le habían hecho, incluidas las realizadas en América por artistas como el peruano José Gil de Castro?
Un día de 2014, en Pueblo Esther, a 287 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, el diseñador Ramiro Ghigliazza se obsesionó con una idea tras la pregunta inocente de su hijo: ¿Cómo era San Martín? Entonces, comenzó a recopilar toda la información posible que lo acercara a la figura del libertador nacido en Yapeyú, en 1778. Se puso en contacto con historiadores y comenzó a revisar todas las fuentes posibles para acercarse a la figura del libertador. De esta manera, llegó a convencerse de que la pintura de la bandera tenía algo especial. “Llegué a la conclusión de que había cuatro que eran las más cercanas a la realidad, pero yo me quedé con la de la bandera que era la que San Martín conservó en su habitación hasta su último día de vida”, me cuenta Ghigliazza a través del teléfono.
Un personaje histórico
Esa pintura, hecha por un autor o autora anónima, le sirvió de base para ir a la búsqueda del personaje histórico, el resto lo fue reconstruyendo a partir de fuentes orales y escritas. “Se acercaron historiadores muy importantes que compartieron testimonios de sus contemporáneos, quienes lo describían un tanto distinto, con el pelo más corto, porque estaba en campaña, un poco más moreno, con detalles como la cicatriz en la mejilla izquierda producto de una herida que sufrió en el combate de San Lorenzo, cuando cayó del caballo. Detalles así… las cejas más pobladas, renegridas, los ojos muy negros, la mirada penetrante. Todos estos detalles le fueron dando personalidad, lo fueron haciendo más real”, relata Ghigliazza con énfasis.
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Además, había otra imagen ineludible que terminó de completar la fisonomía del personaje. Era el pequeño daguerrotipo tomado a San Martín en 1848, en París. Ahí se ve al general argentino ya anciano, vestido elegantemente, mucho más delgado, con el pelo totalmente canoso, y con una expresión congelada en algo que parece ser una sonrisa.
“El daguerrotipo fue importante para la estructura facial, para saber las dimensiones y proporciones de su rostro”, añade el artista. Sin embargo, él prefería construir un retrato fidedigno de San Martín en la plenitud de su vida, alrededor de los 40 años, cuando la gesta libertadora.
Con toda la información, tanto descriptiva como gráfica, Ghigliazza empezó esa parte “artesanal” de su trabajo, como él le gusta calificar a la manera en que ha reconstruido el rostro de San Martín sin aplicaciones sofisticadas —como imágenes en 3D, o programas de reconstrucción facial—. Luego, él realizaría otro retrato del prócer, ya anciano, basado, en gran medida, en los rasgos físicos que aparecen en el daguerrotipo de 1848.
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Humanizar la leyenda
Él, explica con orgullo, armó el retrato por piezas, a partir de fragmentos de fotos que tomó a personas reales que tenían facciones parecidas a las que quería lograr“. Yo veía esos rostros que han hecho con tecnología, incluso escaneando cráneos, como lo hicieron con George Washington o con Simón Bolívar y, a mi criterio, son imágenes sin expresividad, sin vida. Como yo había tomado como base la pintura de la bandera, en la aparece San Martín más natural, con una mirada penetrante, como si estuviera pasando en algo, yo quise capturar ese momento también, y la mejor forma que encontré para llegar a esa expresividad fue utilizar fotografías de personas reales, de las que yo podía extraer, por ejemplo, la mirada, las mejillas, los cortes de la nariz, las distintas secciones del rostro. De esta manera, con facciones de cinco o seis personas, pude reconstruir la totalidad del rostro”, relata.
El llanto del granadero
Y fue justamente ese realismo lo que le dio fama a este retrato del libertador. En el verano de 2019, Ghigliazza presentó el cuadro en el convento de San Carlos, en el mismo lugar de la provincia de Santa Fe, donde el 3 de febrero de 1813 se desarrolló el combate de San Lorenzo, que significó la primera victoria del Regimiento de Granaderos a Caballo de San Martín sobre los realistas.
La de 2019, podría haber sido una ceremonia más, pero entonces sucedió algo impensado: Darío Benítez, uno de los granaderos encargados de la custodia del convento, vio la imagen y por su rostro comenzó a correr, incontenible, una lágrima. El fotógrafo del cuerpo de granaderos capturó el instante y, de inmediato, publicó la fotografía en el sitio oficial del regimiento.
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En pocas horas, la imagen ya era viral, y el llanto del granadero hizo que las autoridades y la gente le prestara mayor atención a esta imagen en primer plano de un San Martín de mirada vívida y penetrante. Ese es el San Martín que presentamos en esta edición de El Comercio, un retrato que ya el Instituto Nacional Sanmartiniano Argentino declaró de interés público. La imagen, además, ha sido recibida por el presidente de ese país Alberto Fernández en diciembre pasado, y el viernes último fue develada en Huaura, con ocasión del bicentenario de la declaración de independencia en esa cálida ciudad, ubicada al norte de Lima.
Ghigliazza tiene ahora dos objetivos: llevar el retrato a todas las ciudades que alguna vez pisó San Martín, y ponerlo al alcance de las escuelas rurales de Argentina, Chile y el Perú, para que los niños y jóvenes descubran el mensaje del libertador. El artista argentino se ha dedicado, en los últimos meses, en medio de la cuarentena por la pandemia, a reconstruir retratos de otros próceres, sobre todo figuras olvidadas de la independencia como la mestiza Juana Azurduy o la mulata María Remedios del Valle, los cuales presenta en su página de Facebook Libertadores de Pueblos.
Lo que nació como un desafío impuesto por una pregunta de su hijo, terminó convirtiéndose en su proyecto de vida.
Dato: Bajo el balcón de Huaura
Con las restricciones que impone la pandemia, el último viernes 27 de noviembre, el cuadro con el rostro de José de San Martín, de Ramiro Ghigliazza —donado por ISM— fue develado en la ciudad de Huaura, en una ceremonia oficial presidida por el presidente Francisco Sagasti.
Según la tradición, ese día, hace 200 años, desde el balcón ubicado a un extremo de la plaza de Huaura, el general San Martín lanzó su primera proclama independentista. Lo cierto es que esta localidad, como Huacho, Supe, Barranca y Sayán fueron claves en aquellos días de 1820 para suministrar apoyo civil y logístico a la escuadra libertadora.
En su discurso, el presidente Sagasti dijo que el bicentenario es “una oportunidad para reflexionar colectivamente sobre lo que hemos sido y somos como país”. En la ceremonia también participaron el ministro de Cultura Alejandro Neyra, la ministra de Relaciones Exteriores Elizabeth Astete, la directora del Proyecto Bicentenario Laura Martínez, el embajador de Argentina Enrique Vaca-Narvaja; el gobernador regional de Lima Ricardo Chavarría y el alcalde distrital de Huaura, Jacinto Romero. Además, se hizo un reconocimiento a Gabriel Armijo O’Higgins, descendiente del general Bernardo O’Higgins.
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