Manuel Nicolás Corpancho, cónsul peruano en México, hizo llegar el apoyo del Perú al presidente Benito Juárez. (Foto: iStock)
Manuel Nicolás Corpancho, cónsul peruano en México, hizo llegar el apoyo del Perú al presidente Benito Juárez. (Foto: iStock)
Héctor López Martínez

Para quienes conocemos las excelentes relaciones a todo nivel que han mantenido México y el Perú a lo largo de la historia, nos sorprende muy negativamente la actitud asumida por su mandatario, Manuel López Obrador, quien se viene entrometiendo desde hace tiempo en asuntos internos de nuestra política y de nuestra soberanía. Constantemente se conocen nuevos y vergonzosos episodios sobre el particular que mancillan una secular tradición de fraternidad y respeto entre dos pueblos que son cuna de las culturas más importantes de América prehispánica.

Sepa el señor López Obrador que cuando México fue víctima de la invasión francesa, en la década de los años sesenta del siglo XIX, provocó la más enérgica condena del gobierno peruano presidido por el mariscal Ramón Castilla. Nuestra cancillería, a cargo de José Fabio Melgar, protestó ante las Cortes de Francia e Inglaterra al mismo tiempo que enviaba una circular a todos los gobiernos de América pidiéndoles se pronunciaran en favor de México y que, llegado el caso, se diera testimonio ante Europa de la unión moral de los pueblos del Nuevo Mundo. En noviembre de 1861 se nombró al joven diplomático y poeta Manuel Nicolás Corpancho (1831 – 1863) Encargado de Negocios y Cónsul General en México. Como se sabe, su gestión fue notable demostrando a plenitud la fraternidad que el pueblo y el gobierno peruano sentían por México en ese difícil momento de su historia. “Las palabras que el Presidente (Benito Juárez) y el Ministro de Relaciones Exteriores me han dirigido en la audiencia privada, decía Corpancho en marzo de 1862 dando cuenta de su presentación de credenciales, acreditan los sentimientos de una viva gratitud hacia el gobierno peruano, por los pasos que ha dado en favor de México, y el interés que toma por la conservación de su nacionalidad e independencia”.

La misión de Manuel Nicolás Corpancho fue abruptamente interrumpida en agosto de 1863 cuando el gobierno de la Regencia le envió su pasaporte conminándolo a salir en tres días del territorio azteca. Se le acusaba de proteger con la bandera peruana a notorios enemigos del flamante Imperio de Maximiliano. El 12 de setiembre de 1863 Corpancho se embarcó en Veracruz rumbo a La Habana en el vapor español “México” y, navegando entre los Cabos Catoche y San Antonio, la nave se incendió y se fue a pique pereciendo la mayor parte de los pasajeros entre los que estaban Corpancho y sus adjuntos Juan C. Sánchez y Ramón Manrique. Para cooperar con la misión de Corpancho, el escritor José Arnaldo Márquez fue nombrado cónsul en Veracruz donde estuvo entre julio de 1862 y febrero de 1863.

Este Diario, que dentro de pocos meses cumplirá 184 años de existencia, tiene entre sus páginas más honrosas la intensa campaña que libró en favor de México y de Benito Juárez durante esos días. En entonado editorial pedía que el Perú enviara respaldo material a Juárez. “De México se alza un inmenso gemido de huérfanos y viudas, de heridos y moribundos, de propietarios arruinados y poblaciones desoladas, lamento que cruza los océanos y grita a la Europa: ¡justicia a la América!. ¿No escucharemos ese gemido?. ¿No enviaremos siquiera hilas a los que vierten su sangre generosa por la causa de la libertad y la independencia americana?”. Junto al director de El Comercio, Manuel Amunátegui, estaban el jefe de redacción José María Samper, los generales Manuel Martínez de Aparicio y Luis La Puerta, los doctores Antonio Arenas, José Simeón Tejeda y José Casimiro Ulloa, así como el poeta Emilio Althaus y otras personas más. Ellos formaron la Sociedad Defensora de la Independencia Americana que recibió importantes aportes económicos que fueron enviados a México. Aparte de las donaciones privadas hubo también otras de carácter colectivo como las de los batallones del ejército peruano “Zepita”, “Húsares de Junín” y “Artilleros”. En pocos días se reunió dos mil libras esterlinas que fueron inmediatamente remitidas a México. Pero eso no fue todo. El 21 de julio de 1863 El Comercio organizó honras fúnebres en el templo de Santo Domingo en homenaje a los héroes que habían perecido en defensa de Puebla.

En ningún momento El Comercio dejó de respaldar a quienes luchaban por el honor de México. La información sobre el fugaz Imperio de Maximiliano de Habsburgo y Carlota y la tenaz resistencia de los patriotas, fue abundante y frecuente. Fusilado Maximiliano en Querétaro, junto a los generales Miramón y Mejía el 19 de junio de 1867, el triunfo de la República quedó asegurado. Pocas semanas más tarde, el quince de julio, Benito Juárez ingresaba triunfante en la Ciudad de México restableciendo los supremos Poderes de la Unión. De todo ello dio información El Comercio con exultante entusiasmo y firme convicción en el libre destino de los pueblos de América.

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