El 5 de febrero de 1987 fueron trasladados a la Cripta de los Héroes los restos del general Enrique Varela Vidaurre (1857 – 1914). Tarapaqueño como Ramón Castilla, soldado por vocación, con merecido renombre de valiente, fue hijo del coronel Marcelino Varela y de doña María Vidaurre. Al estallar la guerra con Chile el subteniente Varela, quien inició su carrera militar en 1874, marchó al frente para batirse gallardamente en San Francisco y Tarapacá. Herido en combate cayó prisionero y fue conducido a Chile. Allí permaneció hasta fines de 1882 en que fue canjeado y retornó al Perú incorporándose en las filas del contralmirante Lizardo Montero, en Arequipa. Ya como teniente sirvió en la Brigada de Artillería de Campaña bajo las órdenes del coronel Pedro Ugarteche.
Enrique Varela no aceptó el régimen presidido por el general Miguel Iglesias y siguió las banderas del general Andrés A. Cáceres para continuar resistiendo al invasor. Luego de sangrientos y fratricidas enfrentamientos, Cáceres logró imponerse. La jornada más importante y decisiva de esa contienda ocurrió en Huaripampa donde los hombres del kepís rojo burlaron espectacularmente a los de su rival. Allí el capitán Varela lució sus dotes de líder y soldado de valor. En los duros años de la reconstrucción nacional fue ascendiendo en el escalafón militar en virtud de sus innegables merecimientos. Fue primero subjefe y más tarde jefe de Estado Mayor. Posteriormente lo nombraron Inspector General del Ejército y Comandante General de la Primera División durante el conflicto con el Ecuador, en 1910. Ese mismo año el Congreso lo promovió a general de brigada.
Cuando en 1912 su amigo y paisano Guillermo Billinghurst fue elegido presidente de la República, el general Varela inició su corta y al final trágica carrera política. Formó parte del gabinete inicial en la cartera de Guerra y Marina. Era por entonces la figura más respetable y prestigiosa del ejército. Posteriormente ocupó la presidencia del Gabinete ministerial. Desde tan importante posición el general Enrique Varela fue actor principalísimo en la grave crisis política generada por el enfrentamiento entre el jefe del Estado y el Congreso. Billinghurst, contando con el apoyo popular, pretendió disolver las Cámaras. Las fuerzas parlamentarias y elementos representativos civiles y militares complotaron hasta obtener un “pronunciamiento” de la guarnición de Lima, el 4 de febrero de 1914, encabezado por el coronel Oscar R. Benavides.
El general Varela durante esa ajetreada semana había pernoctado en el Cuartel de Santa Catalina para impedir acciones subversivas. En la madrugada del día mencionado, elementos amotinados designaron al teniente Alberto Cavero para que apresara en su dormitorio al general Varela. Este se encontraba dormido cuando apareció Cavero junto a otros elementos. Obviamente el general debió ser tratado con las consideraciones que merecía. Visiblemente sobresaltado Varela los vio ingresar y, como era sordo, no escuchó las voces que le intimaban rendición. Fue entonces que el cabo Neyra le disparó con su fusil a quemarropa, falleciendo instantáneamente. Un soldado, en ese momento de feroz locura, lo “remató” golpeándolo brutalmente con la culata de su arma. A propósito del crimen Jorge Basadre escribió: “Y este militar ilustre, reliquia de la guerra con Chile, a quien habían respetado las balas del enemigo, murió villanamente asesinado por sus propios subalternos en un crimen no solo espantoso y cobarde sino innecesario”. La justicia señaló como responsables del mismo a los ya mencionados Alberto Cavero y al cabo Teodomiro Neyra. El sepelio del general Enrique Varela tuvo lugar el día 6 de febrero de 1914. A la casa mortuoria, en la calle Gallinazos, acudieron sus viejos camaradas de armas y también el flamante presidente de la Junta de Gobierno, coronel Oscar R. Benavides, quien arrastró el duelo junto con la familia. Una gran multitud acompañó los restos de Varela que fueron sepultados teniendo sobre el ataúd la bandera de los Vencedores de Tarapacá.
Una revista contraria al derribado régimen, comentaba la muerte del general con estas palabras: “Entre las víctimas ha caído el bravo militar a quien el enemigo de 1879 comparaba con un león por su indómita fiereza con la que luchaba en defensa de la patria. El general Varela tuvo el concepto antiguo de la disciplina militar que se fundaba más en la adhesión a los hombres que a las cosas, y cometió el error de acompañar lealmente al señor Billinghurst en el extraviado camino que siguió. El león se equivocó y ha pagado con la vida, valientemente, su error. Paz en la tumba del equivocado general, sobre la cual la patria, a pesar de todo, despojará las rosas del recuerdo y de la gratitud”.