Si el “Frankenstein” de Mary Shelley se lo debemos al reto iniciado en casa de Lord Byron, “El misterioso caso de Styles”, el primer libro de Agatha Christie, se lo debemos a un reto de Magde, la hermana mayor de la escritora, quien le dijo: “No creo que seas capaz [de escribir una novela de detectives]. Es muy difícil, lo he pensado. Apuesto a que no lo logras”.
Publicado en octubre de 1920 en Estados Unidos, y en enero de 1921 en Reino Unido, “El misterioso caso de Styles” —reeditado por su centenario por Planeta— fue escrito entre 1915 y 1916, mientras Christie trabajaba en un dispensario. Ahí, en medio de remedios y venenos, buscó ideas para cumplir el reto que le lanzó su hermana… y así nació el entrañable detective Hércules Poirot.
El nacimiento de una leyenda
Agatha Mary Clarissa Miller nació en Torquay, Reino Unido, el 15 de septiembre de 1890. Fue la menor de tres hermanos y tuvo una infancia cómoda y feliz. Adoptó el apellido Christie al casarse, en 1914, con Archibald Christie, de quien se divorció en 1928. Antes de su primera publicación escribió relatos y una novela que no consiguió editor, pero que no tenían nada que ver con lo policial. “El misterioso caso de Styles” fue su primera publicación y su ingreso triunfal al mundo de la literatura detectivesca.
Sobre esta obra, confesó en su “Autobiografía” (1977): “reflexioné sobre el tipo de relato policial que escribiría. Como me hallaba rodeada de venenos, quizá lo más natural fuera escoger la muerte por envenenamiento como método ideal […] por esa época estaba muy influenciada por Sherlock Holmes, así que me puse a estudiar tipos de detectives. No al estilo de Holmes, por supuesto; inventaría uno de mi propia cosecha, que tendría también un amigo en calidad de ayudante o lugarteniente: no era demasiado difícil”.
La historia de “El misterioso caso de Styles”, se desarrolla en Essex, Inglaterra. En la mansión Styles, la millonaria Emily Inglethorp es encontrada muerta en su cama, aparentemente a causa de un infarto, pero el médico de la familia levanta una sospecha: asesinato por envenenamiento. Todos los habitantes de la mansión tenían motivos para matarla y ninguno de ellos presenta una coartada satisfactoria. Para resolver el misterio aparecen el detective Hércules Poirot y su fiel amigo y ayudante, Arthur Hastings. Su experiencia como enfermera atendiendo a refugiados belgas en su ciudad natal le dio nacionalidad a Poirot.
En esta obra quedan sentadas las bases de aquello que caracterizaría la obra de Christie: la estructura “rompecabezas” de las historias y la profunda humanidad de los personajes. A eso podemos sumarle los resultados de un estudio realizado por lingüistas del Reino Unido el año 2005 llamado “El código Christie”, donde se descubrió la clave del éxito de la escritora: limitó al máximo su vocabulario en inglés para que sus fieles seguidores no se perdieran y continuaran concentrados en las pistas y las tramas que ella les planteaba y usó palabras sencillas y una narrativa rápida. Este conjunto actuó como palanca que eleva los niveles de serotonina y endorfina. En conclusión: El material lingüístico de Christie estimula más de lo normal la actividad del cerebro.
El éxito de la persistencia
En el libro “Agatha Christie. Los cuadernos secretos” (PRH, 2009), el escritor John Curran explica que la edad de oro de la ficción de detectives en Gran Bretaña se dio entre 1920 y 1945, pues en estos años despegaron las carreras literarias de todos los nombres que hoy relacionamos estrechamente con la novela policiaca clásica. Y Agatha Christie fue la máxima representante de dicha era —en la que también destacaron Margery Allingham, Ngaio Marsh, Josephine Tey, G.K. Chesterton o Dorothy L. Sayers—, aunque eso no significa que su camino haya sido especialmente sencillo.
Entre 1916 y 1917 Agatha Christie presentó el manuscrito de “El misterioso caso de Styles” a cinco editoriales distintas y todas lo rechazaron. Dos años después, en 1919, cuando la autora ya casi había olvidado su intento de incursionar en el mundo literario, la editorial The Bodley Head aceptó publicar la obra poniendo como condición que se cambie el final. Christie aceptó. Firmaron el contrato en enero de 1920 y por sugerencia de su editor, John Lane, la obra apareció primero por entregas en The Weekly Times y se publicó en octubre de ese mismo año en Estados Unidos. Finalmente se puso a la venta en el Reino Unido el 21 de enero de 1921. Era el primer paso en su camino a la inmortalidad.
El valor de su legado
“Todos somos hijos de Agatha Christie”, ha dicho el escritor peruano Miguel Ángel Vallejo, y no le falta razón. Es la madre del relato policial moderno, según los entendidos, y en 2013, su novela “El asesinato de Roger Ackroyd” fue elegida como la mejor novela de crimen de todos los tiempos por la Asociación de Escritores de Crimen. “Desarrolló la idea de historias en serie con fórmulas claras, creando universos concisos en la línea de Conan Doyle, pero con una sensibilidad más cotidiana y menos intelectual. Su trabajo influye claramente a esa narrativa de papel pulpa, incluso a autores que ya incorporarían sangre, como Dashiell Hammett”, añade Vallejo.
“Agatha Christie sigue el modelo policial clásico donde el protagonista es el detective. Lo que me gusta de ella es su maestría en la construcción del personaje. En pocas palabras construye muy bien a Poirot, este hombre bajito, regordete, cabeza de huevo, calvo, impecable en exceso, elegante, siempre muy refinado también. Uno lo puede ver hablando el inglés con acento francés. Tan bien construido está el personaje que está pintadito para ser llevado al cine, cosa que ha pasado un montón de veces”, dice la escritora Yeniva Fernández.
El escritor Leonardo Caparrós, por su lado, destaca que Christie fue prolífica, pero no por ello permitió que el nivel de tensión que nos regalaba en sus novelas disminuyera. “Esa capacidad de mantener la atención del lector en el mismo nivel, creo que es una de sus grandes virtudes. Sus historias no necesitaban aspavientos o escenas de acción, por el contrario, eran muchas veces piezas de relojería que ocurrían en espacios”, dice. En sus palabras, Christie robusteció el género por la limpieza de su prosa. “Sencillas, pero no por ello simples, sus novelas te atrapan en las primeras hojas, algo que un policial tiene la obligación de hacer. Christie despierta algo más que una simple curiosidad, es un deseo urgente de conocer el final de sus historias, una suave ansiedad”, añade.
Dice Yeniva Fernández que sus libros favoritos de Agatha Christie son “Diez negritos” y “Cinco cerditos”, además de todos los libros donde la protagonista es Miss Marple. Para Leonardo Caparrós una de sus mejores novelas es “El asesinato de Roger Ackroyd” y una de sus favoritas es “Matar es fácil”, uno de los primeros ejemplos de crímenes en serie de la literatura policial.
Para celebrar el centenario de la publicación de “El misterioso caso de Styles” podemos hacer nuestras las palabras de John Curran: “Aunque nadie lo supiera en su día, y menos aún lo pudiera imaginar la propia Agatha Christie, “El misterioso caso de Styles” fue el primero de un ingente corpus de libros que irían saliendo de su máquina de escribir a lo largo de los cincuenta años siguientes”.
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