En su lecho de muerte, una mujer le cuenta a su hija, Aurora, protagonista de esta novela, que su verdadero padre se llama Ignacio Peña y vive en Madrid. Perturbada por esa revelación, Aurora decide viajar a conocer a ese hombre. Lo que sigue después es una búsqueda que aborda temas como la migración, la identidad, los traumas familiares, los dilemas de la mediana edad y otras cuestiones que suelen gravitar en la obra de Alonso Cueto.
“Palabras de otro lado” es una novela atrapante, que esconde más matices de los que aparenta. Ganadora del Premio de Narrativa Alcobendas Juan Goytisolo, se presenta por fin en Lima mañana, en la Feria del Libro Ricardo Palma. Antes de ello, conversamos con su autor.
Esta es una historia sobre la identidad, pero también sobre las palabras, sobre cómo nos separa a peruanos y españoles la forma de hablar, ¿verdad?
Oscar Wilde decía que Estados Unidos e Inglaterra son dos países divididos por el mismo idioma. Eso es algo que se podría aplicar a las diferencias entre América Latina y España. Yo siempre contaba la historia de un peruano que llega a un hotel en Madrid, sube a su habitación y llama a la recepción. “Disculpe”, dice, y ahí nomás se ve que es peruano porque los peruanos nos pasamos la vida pidiendo disculpas por todo. Y luego dice: “Un favor, el caño de la tina se ha malogrado, a ver si mandan un gasfitero para que lo arregle”. De esa frase, el conserje no entendía cinco palabras. Porque el peruano debería haber dicho “el grifo de la bañera se ha estropeado, a ver si mandan un fontanero para que lo repare”. Pero esa es una diferencia que ya no es tan cierta ahora. Creo que hay una integración mayor del lenguaje de unos y otros. Cuando se publicó “La ciudad y los perros”, se veía mal la jerga con que estaban escritas algunas páginas. Ahora, en cambio, son bienvenidas las jergas latinoamericanas, salvo casos aislados como la polémica por los subtítulos de la película “Roma”. Y esto ha cambiado, en parte, porque hay muchos migrantes, y también porque hay una comunicación mayor en el cine, la literatura, la televisión, entre una región y otra.
Cuando la protagonista llega a Madrid, un taxista le dice que la historia de nuestros padres no se termina de conocer nunca.
Claro. Esta novela también tiene que ver con mi vida, porque yo a los 22 años me fui a España por una beca. En ese momento me chocó mucho la frontalidad española. Primero la locuacidad, luego la extroversión. Te lo dicen todo sin la menor duda. Eso me chocó y después me gustó. Era un mundo más intenso, directo, ruidoso. Mientras nosotros leemos en una cajetilla de cigarrillos “Fumar puede ser dañino para la salud”, en España la misma cajetilla dice “Fumar mata”. Ahí está una de las diferencias entre los rodeos que damos nosotros y la frontalidad de los españoles, o los madrileños en este caso. Yo acusé mucho de esa primera experiencia mía y por eso es que a Aurora lo primero que le pasa es que un taxista le habla de los padres, de la vida, de la muerte. Que fue lo que me pasó a mí.
¿Crees que todavía existe esa mentalidad colonial respecto a España que por mucho tiempo nos secuestró?
Creo que se está disolviendo. Esta novela aborda un tema muy actual, que es el de la migración. Cada vez hay más migrantes, mezclas, mestizajes. Y cada vez hay más personas que tienen identidades múltiples, no solo una. Hay diferentes maneras de ser, de coexistir, en función a diferentes orígenes e identidades. Y por eso tenemos cada vez menos esa sensación de una mentalidad colonial, subordinada, y en cambio crece la idea de que los latinoamericanos hemos aportado mucho al mundo.
También están quienes afirman que el idioma ya es más nuestro, de Latinoamérica, que de ellos, los españoles.
Yo creo que el idioma lo vamos transformando todos, como una creación colectiva. Ya no ocurre lo que le pasaba a Ricardo Palma, que pedía que se acepten algunos americanismos y Benito Pérez Galdós lo respaldaba, pero otros lo rechazaban. Hoy la Academia Española acepta todos los americanismos, hay una relación mucho más horizontal.
Además es interesante porque en Aurora el vínculo no solo es entre Lima y Madrid, sino que se hace mucho énfasis en su origen cusqueño.
Sí, eso es cierto. A mí me interesaba su personaje porque ella nace en el Cusco, viene a vivir a Lima y luego viaja a España a buscar a su padre. Y allá se da cuenta de que, en algunos aspectos, Madrid se parece al Cusco mucho más que a Lima. Primero porque son ciudades de la sierra, son capitales de imperios antiguos y fueron centros del mundo durante esos imperios. Entonces, en medio de las diferencias, ella percibe similitudes también. Ella tiene una búsqueda, pero en el camino se va encontrando con otros que, como ella, también van dando vueltas, son marginales. Esta novela es una aventura, una exploración, una búsqueda, y una manera de demostrar que no existen las personas con una sola identidad. Una vez le escuché decir a Luis Alberto Sánchez que no existen los pura raza. “Algunos piensan que hay caballos pura raza, pero eso es porque no le han preguntado a la yegua”, decía. Eso es cada vez más cierto.
Este año has publicado “La Perricholi” y esta novela, lo que confirma tu predilección por los personajes femeninos. ¿Cómo evitar que se agoten?
Bueno, cada una debe ser única e irrepetible. Y evidentemente tengo que pensar, sentir, creer que estoy dentro del personaje. Que puedo sentir lo que siente, pensar lo que piensa. Y también está el tema del padre. Yo perdí al mío a los 14 años, y uno piensa que ha superado los traumas de su juventud, pero me doy cuenta de que el tema no desaparece. Pero me parecía que la protagonista tenía que ser mujer. No sé si un hombre hubiera actuado con el mismo compromiso de búsqueda. Y por eso también me parecía que no podía ser limeña, sino cusqueña; es decir, ya era una desplazada desde el inicio y va a buscar una nueva patria, que es una forma de identidad. Por eso creo que las mujeres son personajes muy importantes porque viven las relaciones más a fondo que los hombres. Y a mí me interesan las novelas que abordan cómo las relaciones con los demás alteran nuestra identidad. En eso las mujeres tienen un papel importante.
¿Es solo una coincidencia que, siendo una novela ambientada en España, haya ganado el Premio Alcobendas Juan Goytisolo?
Sí, solo una coincidencia. Pero aún más feliz coincidencia es que el premio lleve el nombre de Goytisolo, un escritor que anticipó con sus libros el fenómeno de la migración. Basta leer sus títulos, “Juan sin tierra” o “Señas de identidad”. Allí nomás ves la experiencia del migrante, del hombre que va de un lugar a otro. Hoy existe una enorme cantidad de gente migrante y eso ya aparecía en las novelas de Goytisolo.
Una migración que también genera el efecto contrario, el del odio…
Es lo que vivimos ahora, una ola de rechazo al inmigrante. Vox, Trump, Boris Johnson. Es el efecto de la globalización, pero son reacciones absurdas. Trump está casado con una migrante y es nieto de otra. Creo que eso es muy peligroso, una enfermedad terrible que está avanzando en el mundo y que no tiene señales de desaparecer, sino de crecer, aunque espero que finalmente desaparezca.
Presentación del libro
Lugar: Feria del Libro Ricardo Palma (Parque Kennedy, Miraflores).
Fecha y hora: domingo 1 de diciembre, 8 p.m.
Ingreso libre.