Es una poeta del siglo XXI y por eso encarna sus propias dinámicas y un discurso nuevo. Cuando le han preguntado por sus referentes no ha citado ni a Walt Whitman ni a T.S. Eliot (por mencionar solo a dos de los más recurrentes), sino a la pakistaní Malala Yousafzai, activista y Premio Nobel de la Paz de 23 años. Después de todo, Amanda Gorman es su contemporánea –tiene apenas 22– y sus versos, por ahora, no se pueden rastrear en libros, sino en apariciones públicas: desde recitales literarios a un programa de MTV, y de un evento público en el icónico Empire State a la ceremonia de investidura presidencial de Joe Biden, el último miércoles, donde la joven poeta se convirtió en la gran protagonista.
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Con su participación en la toma de mando de un mandatario estadounidense, Gorman repitió lo que en su momento hicieron figuras consagradas como Robert Frost o Maya Angelou. Su lectura del poema “The Hill We Climb” (La colina que subimos) conmovió por su fuerza y su contenido. Es una pieza que habla de la esclavitud, de la violencia, de la lucha de las mujeres y de los vientos de cambio que recorren su país luego de la nefasta gestión de Donald Trump y en medio de una cruel pandemia.
¿Qué tan simbólico resulta que esta muchacha de Los Ángeles, egresada de sociología en Harvard, se haya convertido en la voz que representa de una de las más complejas transiciones de poder en los Estados Unidos? “Su texto me pareció brillante, pero no porque sus versos fueran geniales, sino porque iluminan un tiempo ensombrecido –señala la poeta peruana Victoria Guerrero Peirano, reciente ganadora del Premio Nacional de Literatura–. Es un poema épico, de redención y esperanza, preparado para la ocasión. Por eso es muy significativo que fuera una mujer joven y afroamericana, ‘una chica negra y flaca/descendiente de esclavos y criada por una madre soltera’, como dice su texto, la que estuviera allí parada frente al centro del poder, siendo escuchada por miles de personas en el mundo”.
Gorman ha contado en varias ocasiones que de niña tuvo que enfrentar problemas de lenguaje. Hoy, en cambio, no hay rastro de su viejo tartamudeo en sus alocuciones, siempre seguras y emocionantes. “Me irrita cuando me piden escribir algún poema, pero me dicen ‘no lo hagas político’. No tiene ningún sentido. Todo arte es político [...]. Cuando vas a una protesta y lees un cartel con una frase como ‘nos enterraron, pero no sabían que éramos semillas’, eso también es poesía”, dijo hace un par de años en una charla TED. En el 2017, su poesía activista y encendida la convirtió en la primera persona en recibir el National Youth Poet Laureate.
VALOR SIMBÓLICO
Como mujer afrodescenciente, Gorman también puede ser vista como la abanderada de una respuesta directa a los discursos de odio que empiezan a crecer en su país. Victoria Guerrero también destaca ese aspecto de su poema: “La parte que más me gustó fue esta: ‘But one thing is certain, if we merge mercy with might and might with right, then love becomes our legacy and change our children’s birthright’. (‘Pero una cosa es cierta, si fusionamos la piedad con el poder y el poder con el derecho, entonces el amor se convierte en nuestro legado y cambia el derecho de nacimiento de nuestros hijos’). Porque se trata de recuperar el amor como un legado para las nuevas generaciones, y eso es justamente todo lo contrario a un deseo individualista. Es un deseo que incluya a todes”, afirma la poeta.
“Es imposible no sentir emoción al escucharla”, dice por su parte la también poeta Valeria Román Marroquín. “Creo que si abstraemos la coyuntura específica en la que se enmarca –tengo entendido que Gorman terminó de escribir ese poema en medio de los sucesos en el Capitolio el 6 de enero–, podemos encontrar una voz que reclama y anuncia tiempos de cambios y esperanza. En general, creo que es el sentimiento de esta época, en donde las cosas continúan colapsando y se hacen necesarios cambios colectivos, entre otras cosas”.
Y aunque Román se muestra escéptica con respecto a Biden y las promesas de su administración en contraposición a la de Trump, reconoce que la participación de Gorman merece ser analizada en este contexto de cambios. “Es interesante pensar esta intervención, más allá de los valores y criterios estéticos, en términos del posicionamiento de los artistas en el espacio público –agrega la autora de libros como “Feelback” y “Matrioska”–. Y este es, en definitiva, un terreno de disputas simbólicas que terminan por ser políticas”.
Sepa más
En el 2015, con 17 años, Amanda Gorman publicó de forma independiente “The One for Whom Food Is Not Enough”. Ahora alista tres libros con la editorial Penguin Random House, incluidos el ilustrado “Change Sings” y la antología “The Hill We Climb”.
Un poema de Amanda Gorman:
“In This Place (An American Lyrics)”
There’s a poem in this place—
in the footfalls in the halls
in the quiet beat of the seats.
It is here, at the curtain of day,
where America writes a lyric
you must whisper to say.
There’s a poem in this place—
in the heavy grace,
the lined face of this noble building,
collections burned and reborn twice.
There’s a poem in Boston’s Copley Square
where protest chants
tear through the air
like sheets of rain,
where love of the many
swallows hatred of the few.
There’s a poem in Charlottesville
where tiki torches string a ring of flame
tight round the wrist of night
where men so white they gleam blue—
seem like statues
where men heap that long wax burning
ever higher
where Heather Heyer
blooms forever in a meadow of resistance.
There’s a poem in the great sleeping giant
of Lake Michigan, defiantly raising
its big blue head to Milwaukee and Chicago—
a poem begun long ago, blazed into frozen soil,
strutting upward and aglow.
There’s a poem in Florida, in East Texas
where streets swell into a nexus
of rivers, cows afloat like mottled buoys in the brown,
where courage is now so common
that 23-year-old Jesus Contreras rescues people from floodwaters.
There’s a poem in Los Angeles
yawning wide as the Pacific tide
where a single mother swelters
in a windowless classroom, teaching
black and brown students in Watts
to spell out their thoughts
so her daughter might write
this poem for you.
There’s a lyric in California
where thousands of students march for blocks,
undocumented and unafraid;
where my friend Rosa finds the power to blossom
in deadlock, her spirit the bedrock of her community.
She knows hope is like a stubborn
ship gripping a dock,
a truth: that you can’t stop a dreamer
or knock down a dream.
How could this not be her city
su nación
our country
our America,
our American lyric to write—
a poem by the people, the poor,
the Protestant, the Muslim, the Jew,
the native, the immigrant,
the black, the brown, the blind, the brave,
the undocumented and undeterred,
the woman, the man, the nonbinary,
the white, the trans,
the ally to all of the above
and more?
Tyrants fear the poet.
Now that we know it
we can’t blow it.
We owe it
to show it
not slow it
although it
hurts to sew it
when the world
skirts below it.
Hope—
we must bestow it
like a wick in the poet
so it can grow, lit,
bringing with it
stories to rewrite—
the story of a Texas city depleted but not defeated
a history written that need not be repeated
a nation composed but not yet completed.
There’s a poem in this place—
a poem in America
a poet in every American
who rewrites this nation, who tells
a story worthy of being told on this minnow of an earth
to breathe hope into a palimpsest of time—
a poet in every American
who sees that our poem penned
doesn’t mean our poem’s end.
There’s a place where this poem dwells—
it is here, it is now, in the yellow song of dawn’s bell
where we write an American lyric
we are just beginning to tell
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