Hay una dicotomía en la vida de Arthur Conan Doyle. Por un lado es el creador del detective Sherlock Holmes, paragón de la racionalidad, mientras que en el otro fue uno de los impulsores más famosos y poderosos del espiritismo, doctrina que propone la posibilidad de comunicarse con los muertos y cuyos proponentes fueron, en muchos casos, revelados como fraudes. Este 7 de julio, el 90° aniversario de la muerte del autor escocés, revisamos cómo Doyle llegó a albergar estas creencias.
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Arthur Conan Doyle nació un 22 de mayo de 1859 en Edimburgo, Escocia, hijo del arquitecto e ilustrador Charles Altamont Doyle y Mary Foley, un ama de casa con gran afición hacia la lectura. Criado en la fe católica, la familia enfrentó pronto problemas por el alcoholismo de Charles, adicción que lo llevó a su internamiento y subsecuente muerte en un sanatorio.
Con el apoyo de sus tíos, Doyle estudió en varias estrictas escuelas jesuitas antes de comenzar la carrera de medicina en la Universidad de Edimburgo en 1876. Sería en esta casa de estudios que conocería al médico Joseph Bell, quien sería su inspiración para el detective que lo llevó a la fama.
INCURSIONES EN LO PARANORMAL
A pesar de la creencia popular que Conan Doyle cayó en el espiritismo tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918), conflicto en el que perdió 11 familiares incluyendo su primogénito y a su hermano, el literato ya había incursionado en las creencias paranormales durante su juventud. En 1880, cuando era un joven doctor con problemas económicos, atendió a varias sesiones espiritistas, así como experimentos en telepatía. En 1887, mismo año en que publicó la primera novela de Holmes “Estudio en escarlata”, escribió un artículo en la revista Light en el que expresaba sus creencias espiritistas.
Este movimiento creado por el filósofo francés Allan Kardec había encontrado tierra fértil en gran parte de Europa y en los Estados Unidos, con cientos de personas asegurando ser médiums entre la vida y el más allá. Uno de los casos más notables fue el de las hermanas Fox, quienes se volvieron celebridades en la segunda mitad del siglo XIX por su supuesta habilidad de comunicarse con los espíritus de los muertos mediante golpes y sonidos sin explicación. No sería hasta 1888 que Margaret Fox, quien redescubrió su fe católica, confesaría que los misteriosos ruidos eran realizados por un movimiento del dedo gordo de su pie, dándole fin a la carrera de las embaucadoras.
Pero alejado del caso por un océano, Conan Doyle continuó con su fascinación por lo paranormal y en 1889 fue uno de los miembros fundadores de un grupo de investigación de fenómenos paranormales en Hampshire, mientras que 1893 se unió a la Sociedad para la Investigación Psíquica, organización sin fines de lucro que existe hasta la actualidad.
Para Christopher Sandford, autor de “El hombre que sería Sherlock: Las verdaderas aventuras de Arthur Conan Doyle”, las creencias de Conan Doyle “son un caso de una inteligencia sumamente racional y científica moderada por una creciente insatisfacción - y un eventual divorcio - del tipo de ortodoxia católica extrema con el que creció”, además de la “excentricidad británica” y una tendencia de “ver lo mejor de las personas”, incluso cuando se trataban de charlatanes.
NO EXISTE LA MUERTE
De todos modos, si bien la Gran Guerra no fue el origen de sus creencias, sí marcaron un punto de inflexión para el autor, así como para millones de personas que perdieron a familiares durante el conflicto. Para 1916, Doyle se empezó a presentar públicamente como espiritista mientras que en abril 1918 publicó “The New Revelation”, donde describe el movimiento al que se adhería y afirmaba su creencia en el poder comunicarse con los muertos.
El 30 de octubre del mismo año, un día después de recibir la noticia de la muerte de su primogénito, dio una entrevista al Daily Mail en la que reafirmó sus creencias en el espiritismo. “Una madre, un padre, firmes en esta nueva revelación, saben que aquellos que se fueron no están más lejos que tú, quien se sienta a una yarda de distancia”, afirmó el autor.
Arthur Conan Doyle continuó con sus creencias hasta la fecha de su muerte, el 7 de julio de 1930, publicando varios libros y dando conferencias sobre espiritismo, convirtiéndose en uno de los más poderosos proponentes del movimiento.
Esta parte de su carrera no estuvo libre de controversias, enfrentándose a personajes escépticos como el famoso mago Harry Houdini. Pero quizás el más conocido e infame incidente de Arthur Conan Doyle fue su apoyo a las hadas de Cottingley, una serie de fotografías tomadas por las niñas Elsie Wright y Frances Griffith en 1917 que supuestamente probaban la existencia de estos seres sobrenaturales. Conan Doyle, quien para 1920 preparaba un artículo sobre las hadas, agregó estas imágenes a la nota, ganándose la crítica de gran parte de la sociedad por utilizar material que incluso en ese entonces se sospechaba como falsificado.
La historia daría la razón a estos escépticos y en 1982 ambas mujeres confesaron que habían creado las imágenes utilizando recortes de revistas, admitiendo que guardaron silencio por la vergüenza de haber engañado al reconocido autor. “Dos chicas pueblerinas y un hombre brillante como Conan Doyle, bueno, sólo podíamos mantenerlo en secreto”, afirmaron. Sin embargo, hasta su muerte Frances mantuvo que sí vieron hadas en su jardín.
NO NECESITAMOS FANTASMAS
A pesar de eso, las creencias del autor no parecieron recaer mucho en su racional personaje. Prueba de esto es el cuento “La aventura del vampiro de Sussex”, publicado en 1924, en el cual Sherlock Holmes afirma “Esta agencia pisa fuertemente el suelo, y así debe seguir. El mundo es suficientemente ancho para nosotros. No necesitamos fantasmas.”
Mientras que en el relato de “El fabricante de colores retirado” (1926) el detective afirma esta sentencia nihilista que parece ir en contra de lo que creía el propio Doyle “Pero, ¿no es la vida una cosa patética y fútil? ¿no es su historia un microcosmos de toda la historia? Alcanzamos. Apresamos. ¿Y qué queda al final en nuestras manos? Una sombra. O, peor aún que una sombra; miseria.”
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