Siempre se le consideró una poeta reacia a dar entrevistas y, sin embargo, la búsqueda emprendida por el editor y promotor cultural Jorge Valverde logró reunir casi una cincuentena a lo largo de medio siglo de carrera. En las páginas de “Entrevistas a Blanca Varela”, el lector podrá reencontrarse con la palabra de la entrañable escritora, pero también ir tejiendo cabos, configurar el desarrollo de un pensamiento, analizar cambios y repeticiones, advertir preguntas tópicas y anécdotas repetidas, así como diálogos inéditos y dudas compartidas con brutal honestidad.
Para Valverde, editor del libro junto con el Centro Cultural de España, reunir casi la totalidad de entrevistas a la escritora, ofrecidas desde 1964 hasta el 2006, es un proyecto que excede lo impreso. En efecto, su trabajo para difundir la obra y memoria de Varela lo ha llevado desde a colocar una placa conmemorativa en su casa de infancia en Santa Beatriz, hasta a realizar talleres y producciones audiovisuales auspiciadas por Telefónica, así como desplegar acciones en el espacio público con el apoyo de la Cooperación Española. Esta vez, recuperar sus diálogos con la prensa fue una nueva aventura en archivos, contactando autores, consiguiendo derechos de autor. Lo primero que se advierte es que el hallazgo fue mucho mayor al calculado inicialmente.
“Creo que el libro nos permite formarnos una nueva imagen de Varela, distinta de la que la presentaba como una autora reservada, esquiva, huraña. Recopilar cerca de 45 entrevistas a lo largo de 50 años no me parece poco, especialmente si advertimos que en sus primeras décadas de carrera pasaba inadvertida para los medios, por el hecho de ser mujer. Es revelador ver que en los años setenta, con ya notables libros publicados, solo tenga dos entrevistas, y para un contexto de tesis universitaria”.
El pensamiento Varela
Revisar con lupa de editor tantas entrevistas a Blanca Varela le ofrecen a Valverde una perspectiva privilegiada para reflexionar sobre aquello que dice o calla la poeta. Su visión política, su capacidad para advertir las desigualdades, su lucidez para apreciar experiencias propias de las mujeres y la incapacidad de los hombres para comprenderlos. Su opinión favorable al aborto ya en 1972, o su rol como amiga mayor para con las poetas más jóvenes. Así como su reflexión sobre la maternidad, su compleja relación con Fernando de Szyszlo, por no hablar de las preguntas cliché que destacan la amistad de la autora con un conjunto de “hombres notables”, como Sebastián Salazar Bondy, Javier Sologuren, Emilio Adolfo Westphalen, José María Arguedas o Mario Vargas Llosa.
Por supuesto, es su reflexión sobre la poesía la que domina las 360 páginas del libro, cómo se veía como artista y su relación con la palabra. “Por un lado, ella siempre destaca no tener ansiedad por publicar, pero es también consciente del dilema entre escribir por oficio o por inspiración, y lo que eso conllevaba para ella: la capacidad de producir todos los días, frente a la posibilidad de alcanzar una mayor autenticidad”, señala Valverde.
En el predio poético, dos preguntas repetidas con insistencia merecen reseñarse: su apática posición frente a la polémica de moda entre poesía “pura” y “social”, y el insoportable consejo dedicado a los jóvenes. Tomando a broma esta pregunta, Varela siempre la resuelve claramente: “Que no tengan prisa en publicar”.
Un arte de preguntar
Pero en este libro de asedios a Varela no solo resultan sustantivas las respuestas de la poeta, sino que es muy interesante ir viendo también la posible evolución de las preguntas que los colegas periodistas van dirigiéndole con el tiempo, y cómo si antes se asumía al escritor o a la escritora como un “gurú”, capaz de iluminar la realidad, ese rol hoy es ocupado por los politólogos.
Es justamente esta exigencia mediática lo que le produce a Varela un profundo resquemor para con los entrevistadores. “Cada vez que doy una entrevista, me siento como si diera un mal examen”, confía ella o, como confesándose ante María Amelia Fort, “me gusta equivocarme”.
Como señala el editor, Varela solía advertir a los periodistas que “hablaba de forma muy desordenada”, y varias veces los cronistas incluyen ese dato al inicio de sus textos. “Varela era una persona difícil de editar para un periodista, como puede apreciarse en las entrevistas en audio. Por eso, algunos autores prefieren la crónica para abordar esos diálogos”, señala Valverde. “Sentía inseguridad con respecto a lo que estaba diciendo. Algunos periodistas me dijeron que, alguna vez, quisieron entrevistarla en el tiempo que les tomaba tomar dos cafés y no pudieron sacar nada en limpio. Hablar con Varela exigía tiempo, el necesario para escribir un perfil”, añade.
Hablar de la pérdida
Será con el periodista Mario Campos con quien Varela ofrezca la primera entrevista tras la muerte de su hijo Lorenzo, ocurrida en un accidente aéreo a fines de febrero de 1996. Allí, luego de reflexiones sobre poesía que la misma escritora prefiere evadir, Campos toca el tema de la ausencia del hijo y ella confiesa: “Lorenzo entró al ámbito de la poesía”, personalísima forma de sublimar su recuerdo.
“Esa es una expresión genial”, aprecia Valverde. “Justamente coloca a su hijo en el ámbito de lo que no se puede hablar, pero cuya presencia resulta determinante”, dice.
Sería obvio decir que, tras el accidente aéreo en Arequipa, la escritora se volvió más esquiva a los medios. Sin embargo, Valverde señala que para muchas personas que la trataron entonces, Varela se mostró mucho más abierta y conversadora. “Puedes encontrar entrevistas posteriores donde se la lee sumamente lúcida, acotada e interesante”, señala.
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