Cuando el dinosaurio se durmió, la Mamá Grande aún estaba allí. El mundo entero, el mundo literario en pleno –sobre todo el de habla castellana– de una y varias generaciones, ha colgado el emblema del luto sobre las páginas y en las ventanas de la historia: Carmen Balcells ha dejado su cuerpo.
Corría el año 1982 y el Premio Nobel recaía en el colombiano Gabriel García Márquez. Este fue un hito que supuso el reconocimiento a una generación de escritores latinoamericanos que hasta mediados de los años 70 se instalaron en Barcelona alrededor de una agente literaria con fama de “todopoderosa”. Carmen Balcells, no obstante, fue la primera figura de las letras que veló por otorgar a sus escritores contratos dignos y el respeto a sus derechos. Rehuía a las cámaras y a las entrevistas por temor a “meter la pata”, pero a pesar de ello, empujó las carreras literarias de gente como Pablo Neruda, Vicente Aleixandre, Miguel Ángel Asturias, Camilo José Cela, Rafael Alberti, Jaime Gil de Biedma, Juan Goytisolo, Juan Marsé, Javier Cercas, Rosa Montero, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Alfredo Bryce Echenique, Isabel Allende y Mario Vargas Llosa.
En una sentida carta de despedida publicada en “El País” a raíz de su muerte, este último sostiene: “La noticia me ha caído como un rayo; hace tres días estuve despachando, comiendo, cenando con ella y todo el tiempo tuve el siniestro presentimiento de que sería la última vez que la vería. Estaba siempre muy lúcida, llena de proyectos, realistas y delirantes. [...] Pero su físico estaba realmente en ruinas y era imposible no preguntarse cuánto tiempo más esa ruina física seguiría sosteniendo a esa maravillosa cabeza y esa energía indómita”. Pero hay un rayo, como recordara el poeta español Miguel Hernández, que no cesa. De igual manera, el Nobel peruano agrega que Balcells “revolucionó la vida cultural española al cambiar drásticamente las relaciones entre los editores y los autores de nuestra lengua”.
CONTACTO EN DIAGONAL
Rodrigo Fresán evoca, en crónica publicada en el 2012, un encuentro que tuvo con la agente literaria en su departamento de Barcelona, en avenida Diagonal, en el que ellos conversaron sobre García Márquez: Balcells vivía en Macondo y sus alrededores desde hacía décadas. Gabo le autografió la primera edición de “El otoño del patriarca”, cuenta la propia Carmen para el relato de Fresán: “Para Carmen Balcells bañada en lágrimas”. Las lágrimas brotaron en forma verdadera cuando ella se dio con esa edición del libro tan mal elaborada por la premura de que lleguen a las tiendas. “No puede ser, no puede ser, un trabajo hecho con tanto cariño; con tanto genio que está escrito”, repetía inconsolable. El llanto de la Balcells, no obstante y en otro contexto, podría significar que la obra que leía ante sí, esperando ser publicada, era una genialidad y la había conmovido en todo su ser. Seña segura de su futura publicación.
AGENTE DISCRETA
Balcells, sostiene por su parte el autor de “Aquellos años del boom”, Xavi Ayén, “empezó trabajando para Carlos Barral, profesionaliza a los escritores involucrados con el nuevo movimiento, consiguiéndoles mejores contratos, dándoles una disciplina, ahuyentándoles las distracciones y trayéndoselos a vivir a Barcelona, porque los quería cerca. Sin ellos dos [se refiere también a Barral], no habría habido ‘boom’”.
Ayén, en una entrevista realizada a la mítica y legendaria agente, le preguntó sobre su rechazo a las entrevistas. Esto fue lo que le contestó: “Los gestores no debemos estar sometidos a la luz pública. Cuanta más publicidad tengan el escritor y la editorial, mejor. Sin embargo, en esta ocasión he hecho una excepción, valorando el coste que supondrían todas estas páginas en el Magazine si las tuviera que pagar como espacio publicitario, y he decidido que no puedo rechazar un regalo tan caro. Es una plataforma excelente para promocionar algunos de mis proyectos, precisamente en el día del libro. Y, por otro lado, me siento al final de una vida”.
Es decir, como había contado Vargas Llosa en su carta, la misma que remata así: “fue mucho más que una agente o representante de los autores que tuvimos el privilegio de estar con ella. Nos cuidó, nos mimó, nos riñó, nos jaló las orejas y nos llenó de comprensión y de cariño en todo lo que hacíamos, no solo en aquello que escribíamos. Era inteligente, era audaz, era generosa hasta la locura, era buena y su partida deja en todos los que la conocimos y la quisimos un vacío que nunca nadie podrá llenar. Carmen queridísima, hasta pronto”. El fin de una era se ha iniciado.
PALABRA DE ESCRITOR
“Mi experiencia con ella fue durante sus años finales, con la leyenda. Era muy ejecutiva, decidía con rapidez y tenía un enorme sentido del trabajo. Protegía mucho al autor. Tenía frialdad al ejecutar. Pero a la vez era una madre, capaz de escucharte y llorar. Cuando la conocí, sentí que era consciente del mito que representaba, lo que era una suerte de poder a la hora de negociar con editores. Podía intimidarte y, por otro lado, conmoverse hasta el llanto. Ágil, brillante y llena de historias, Carmen Balcells no es la imagen del agente como ser malvado que trabaja para el mercado de la literatura, ella trabajaba para autores a los que protegió y ayudó económicamente, que no le generaban dividendos, pero eran maravillosos”. (Jeremías Gamboa, autor de “Contarlo todo”)